Como toda guerra implica la formación de una
coalición, es muy natural que persiga múltiples objetivos ya que debe
satisfacer los intereses particulares de cada miembro de la coalición.
Desde ese punto de vista, los combates que actualmente sacuden
Palestina, Siria e Irak tienen como común denominador el hecho que los
dirige un bloque que Estados Unidos ha organizado en contra de los
pueblos que se le resisten y también que trata de concretar su plan de
rediseño del «
Medio Oriente ampliado» (
Great Middle East) y de modificar el mercado mundial de la energía.
Sobre este último punto, dos cosas pueden cambiar: el trazado de los
gasoductos y oleoductos y la explotación de nuevos yacimientos [
1].
La guerra por el control de los pipelines en Irak
Desde el inicio de la guerra contra Siria, la OTAN ha estado tratando
de cortar la vía de abastecimiento Teherán-Damasco (NIORDC, INPC) para
favorecer corredores de circulación que permitan llevar hacia la costa
siria tanto el gas de Qatar (ExxonMobil) como el de Arabia Saudita
(Aramco) [
2].
Un paso decisivo se concretó con la ofensiva emprendida en Irak por
el Emirato Islámico, que dividió el territorio iraquí casi de arriba
abajo dejando a Irán de un lado y del otro a Siria, Líbano y Palestina [
3].
Este visible objetivo determina quién venderá su gas en Europa y, en
dependencia del volumen del abastecimiento, a qué precio podrá venderlo.
Eso basta para explicar la implicación de los 3 principales
exportadores de gas (Rusia, Qatar e Irán) en esta guerra.
La guerra por la conquista del gas sirio
La OTAN ha agregado un segundo objetivo: el control de las reservas
de gas del Levante y su posterior explotación. Todo el mundo sabe desde
hace décadas que el sur del Mediterráneo encierra grandes yacimientos de
gas natural –localizados en las aguas territoriales de Egipto, Israel,
Palestina, Líbano, Siria, Turquía y Chipre. Pero sólo los «
occidentales» sabían desde 2003 cómo estaban repartidos esos yacimientos y cómo se extendían bajo la plataforma continental.
Como reveló en aquel momento el profesor Imad Fawzi Shuebi [
4],
una compañía noruega llamada Ansis realizó legalmente en Siria un
trabajo de medición del país en cooperación con la compañía petrolera
nacional. Ansis trabajó también con otra compañía –igualmente noruega–
llamada Sagex. Ambas compañías noruegas sobornaron a un responsable de
los servicios secretos, realizaron secretamente una serie de
investigaciones tridimensionales y descubrieron la increíble importancia
de las reservas sirias de gas, que resultaron ser incluso más grandes
que las de Qatar.
Posteriormente, Ansis pasó a ser propiedad de Veritas SSGT, una
compañía franco-estadounidense con sede en Londres. Los datos que había
recogido fueron revelados de inmediato a los gobiernos de Francia,
Estados Unidos, Reino Unido e Israel, que rápidamente establecieron una
alianza para destruir Siria y robar el gas de ese país.
En 2010, Estados Unidos confió a Francia y al Reino Unido la tarea de
recolonizar Siria. París y Londres formaron entonces una coalición que
designaron con el nombre de «
Amigos de Siria». Esta coalición conformó un «
Grupo de Trabajo para la Reconstrucción Económica y el Desarrollo» que se reunió, en mayo de 2013, en los Emiratos Árabes Unidos, bajo la presidencia de Alemania [
5].
Unos 60 países se repartieron entonces el pastel que todavía no habían
conquistado. Por supuesto, la mayoría de los países participantes en
aquel encuentro ignoraban lo que habían descubierto las compañías Ansis y
Sagex. El Consejo Nacional Sirio estaba representado en aquel grupo de
trabajo por Osama al-Kadi, ex responsable en British Gas de la
aplicación de las estrategias militares al mercado de la energía.
No fue hasta el verano de 2013 que el gobierno sirio tuvo
conocimiento de los descubrimientos de la Ansis y la Sogex, lo cual
le permitió comprender cómo había logrado Washington montar la coalición
que estaba tratando de acabar con el Estado sirio. A partir de aquel
momento, el presidente sirio Bachar al-Assad ha firmado varios contratos
con empresas rusas con vistas a la futura explotación del gas sirio.
El gas en Israel, en Palestina y en Líbano
Por su parte, British Gas exploraba las reservas palestinas.
Pero Israel se oponía al inicio de su explotación por temor a que los
palestinos utilizaran los ingresos para comprar armas.
En julio de 2007, el nuevo enviado especial del Cuarteto (ONU, Unión
Europea, Rusia, Estados Unidos) Tony Blair negoció un acuerdo entre
palestinos e israelíes, acuerdo que debía permitir la explotación de los
yacimientos
Marine-1 y
Marine-2, en las aguas
territoriales de Gaza. El entonces primer ministro de la Autoridad
Palestina, Salam Fayyad, aceptó que British Gas depositara los ingresos
de la Autoridad Palestina en una cuenta bancaria bajo control de Londres
y Washington para garantizar que esos fondos se destinaran al
desarrollo económico.
En aquella época, el ex jefe del estado mayor de las fuerzas armadas
israelíes, general Moshe Ya’alon, publicaba en el sitio web del
Jerusalem Center for Public Affairs
un estruendoso artículo donde observaba que el acuerdo negociado por
Tony Blair no resolvía el problema ya que, en definitiva, el Hamas
acabaría teniendo acceso a una parte de aquel dinero mientras estuviese
en el poder en Gaza. El general Ya’alon concluía que la única manera de
garantizar que los ingresos del gas palestino no financiaran la
Resistencia sería emprender «
una operación militar global para arrancar de raíz el Hamas de Gaza» [
6].
En octubre de 2010 las cosas se complicaron aún más cuando Noble Energy Inc. descubrió un mega yacimiento de gas
offshore, el
Leviathan, que abarca parte de las aguas territoriales israelíes y libanesas. El
Leviathan venía a agregarse al yacimiento
Tamar, descubierto en 2001 por British Gas en aguas israelíes [
7].
El Líbano, por iniciativa del Hezbollah, presentó de inmediato el
caso a la ONU e hizo valer sus derechos de explotación. Pero, ignorando
las protestas libanesas, Israel comenzó a explotar unilateralmente el
gas de los bolsones que abarcaban las aguas de ambos países.
La guerra por el gas palestino
La actual ofensiva de Israel contra la franja de Gaza tiene varios
objetivos. En primer lugar, el Mossad organizó el anuncio del secuestro y
asesinato de 3 jóvenes israelíes para impedir que el parlamento
adoptara una ley que prohibiría la liberación de «
terroristas» [
8].
Y posteriormente, el general Moshe Ya’alon, hoy ministro de Defensa,
utilizó ese pretexto para desatar una ofensiva contra el Hamas,
aplicando así su análisis de 2007 [
9].
El nuevo presidente de Egipto, general Abdel Fattah al-Sissi,
contrató como consejero a Tony Blair, quien sin embargo no ha creído
necesario renunciar a sus funciones como representante del Cuarteto [
10]. Prosiguiendo la defensa de los intereses de British Gas, Blair sugirió entonces una «
iniciativa de paz»
totalmente inaceptable para los palestinos, iniciativa naturalmente
rechazada por los palestinos pero aceptada por Israel. Es evidente que
el objetivo de esa maniobra es proporcionar al ejército israelí la
oportunidad de «
arrancar de raíz el Hamas de Gaza». Y no es
casual que el salario que recibe Tony Blair como consejero del
presidente egipcio no proceda del presupuesto egipcio sino de las arcas
de los Emiratos Árabes Unidos.
Como de costumbre, Irán y Siria han aportado su respaldo a la
Resistencia palestina (la Yihad Islámica y el Hamas), demostrando así a
Tel Aviv que pueden hacerle pagar en Palestina el daño que Israel les ha
hecho en Irak a través del Emirato Islámico y del clan kurdo de los
Barzani.
Lo único que permite llegar a una comprensión correcta de los
acontecimientos es su lectura bajo el ángulo de los intereses en materia
de control de las fuentes de energía ya que –desde el punto de vista
político– no es de interés para Israel destruir el Hamas, movimiento a
cuya creación contribuyó para debilitar a al-Fatah. Tampoco es interés
de Siria ayudar el Hamas a resistir, tratándose de un movimiento que se
alió con la OTAN y que ha enviado yihadistas a luchar contra el Estado
sirio. La fase de la «
primavera árabe», destinada a poner la
Hermandad Musulmana en el poder en todos los países árabes, ha quedado
atrás y no debemos olvidar que el Hamas no es otra cosa que la rama
palestina de esa cofradía.
En definitiva, el imperialismo anglosajón actúa siempre en función de
las ambiciones económicas que él mismo impone sin importarle las
lógicas políticas locales. Lo que define de forma realmente duradera las
fuerzas que conforman la dinámica del mundo árabe no es la diferencia
entre partidos religiosos y laicos sino el hecho de estar en el bando de
quienes colaboran con el imperialismo o en el bando de quienes
han optado por la resistencia.