El pacto colonial de Griesa, Macri y el Congreso
La apertura de sesiones del Congreso aparenta
seguir la rutina de un discurso inaugural con promesas y planes de gobierno.
Pero esa ceremonia sólo será la cobertura de una operación financiera, que
reforzará decisivamente el sometimiento de la Argentina al capital financiero
internacional.
El “orden
del día” al que se abocarán los diputados y senadores no bajó de las oficinas
del Congreso. Fue redactado en Nueva York por el juez Tomás Griesa, a cargo del
juicio que los fondos especulativos que no se acogieron a los canjes de deuda
le siguen a la Argentina. Un editorialista destacó, días atrás, el “vuelco
fundamental”(Cronista, 24.2) que tomaron las negociaciones con los fondos
buitres cuando el juez Griesa resolvió que Argentina podría volver a pagar la
deuda con los acreedores que aceptaron los canjes anteriores “si el Congreso
derogaba las leyes cerrojo y de pago soberano”(id). Para ser más claro, Griesa
fijó como cierre para las negociaciones con los buitre el 29 de febrero, o sea,
un día antes de la inauguración del año legislativo. Ahora, alcanzado el
acuerdo con el fondo de Paul Singer, se ha fijado la fecha límite del 14 de
abril para su pago –o sea, el plazo necesario para que Diputados y Senadores
pongan el gancho. El gobierno de Macri pagará el 100% del capital de bonos
defolteados que fueron comprados a una cifra entre cinco y diez veces inferior
a su valor de emisión, y reconocerá el 75% de los intereses punitorios
aplicados desde entonces. Ello significa que los litigantes obtendrán en
promedio quince veces más que lo que “invirtieron” por estos bonos. La
operación, sin embargo, no los tendrá como únicos beneficiarios: un consorcio
de bancos liderado por el J.P.Morgan, el ex empleador de Prat Gay, le prestará
a la Argentina unos u$s 11.000 millones a cambio de una emisión de bonos por
15.000 millones. Esos bonos cotizarán inicialmente por debajo de la par, pero
–bajo la euforia inicial del arreglo con los buitre- los banqueros podrían
revenderlos a su valor nominal, obteniendo un beneficio extraordinario en
cuestión de días.
Para esta
operación usurera, Griesa emplazó al Congreso argentino, el cual ha obrado en
consecuencia: según las versiones, en la misma tarde de la sesión inaugural se
convocaría a reuniones de comisión para debatir el paquete de leyes “buitre” –
o sea, la derogación de las leyes cerrojo, junto a la oferta realizada a los
fondos especulativos y la nueva emisión de deuda para pagarle al contado a
aquéllos. Luego, los proyectos irían al recinto en cuestión de días, para pasar
rápidamente al Senado. El capital financiero le ha arrancado a la democracia
argentina un ultimátum, pero sus bloques políticos ya le habían enviado de
antemano el acta de rendición.
Hundimiento de las provincias
Con los
votos de “Cambiemos”, del massismo y de los diputados escindidos del FPV, el
macrismo ya tendría asegurada la caída de la ley cerrojo y las nuevas
disposiciones de deuda. El kirchnerismo “oficial” de Recalde y la Cámpora dice
que no dará los votos que, de todos modos, el macrismo no precisa. En cambio,
todo el Frente para la Victoria votaría afirmativo en el Senado, que es donde
sus votos sí importan. El kirchnerismo ha resuelto una división de roles, el
policía ´bueno´ y el policía ´malo´, para seguir perorando sobre la
“resistencia” mientras acepta la batuta de Pichetto y Barrick Gioja, en el
marco del PJ.
A cambio
del voto “buitre”, los diputados pejotistas esperan un socorro financiero para
sus provincias quebradas. Pero los términos de este auxilio replican el arreglo colonial de Griesa con el Congreso. Los
diputados massistas y pejotistas han consentido el decretazo de Macri que
retrotrae la decisión de reintegrarle a las provincias el 15% de los impuestos
coparticipables que se destinan al Anses. A cambio de esta renuncia, el
gobierno Macri prometió una devolución progresiva de esos fondos a lo largo de
cinco años. Algún senador peronista ha reclamado que ese criterio ´quede
plasmado en una ley´, o sea que lo aprobarán bajo esa modalidad. Un
especialista en impuestos señala que esa devolución, por parte del gobierno
nacional, quedará condicionada “a un gasto más eficiente”(Clarín, 28.2) en los
distritos. En suma, el socorro a las provincias –contrapartida del voto
“buitre”- será el instrumento de extorsión del gobierno Macri para forzar a un ajuste
mayor. El acuerdo supuestamente `federal` establece una suerte de “Fondo
Monetario” interior, en perjuicio de las provincias y de sus trabajadores.
Anticipa, en verdad, el otro monitoreo, el del Fondo Monetario Internacional,
que vendrá seguramente de la mano del reendeudamiento. Del lado del Estado
nacional, una reducción de fondos al Anses será compensada con la reforma
previsional que el gobierno ya ha insinuado, y que apunta a establecer una
prestación subasistencial a quienes se jubilaron sin aportes.
Sin futuro
La excusa
para el acuerdo colonial ordenado por Griesa es “el acceso al crédito
productivo”, lo que le abriría al macrismo el camino de la estabilidad política
y económica. Notablemente, quien acaba de defender esa tesis en las últimas horas
es Cristina Kirchner, al afirmar que “si cierra con los buitres, Macri tiene
doce años de gobierno”. Seguramente, piensa que, si lo hubiera logrado
Kicillof, las trompetas sonaban para ella. Con ese propósito, los K habían
cerrado sus acuerdos leoninos con el Club de París y los juicios del CIADI,
antecedentes del arreglo de estas horas.
La
burguesía argentina y sus representantes, de “Cambiemos” al kirchnerismo, están
jugados al “reendeudaniento” y a un conchabo colonial con el capital
financiero.
Pero los
que esperan “inversiones” se mienten a sí mismos. La larga legión de provincias
que están esperando la señal de largada para emitir deuda –Buenos Aires,
Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Neuquén entre otras- por unos 5.000 millones de
dólares se caracterizan por sus presupuestos deficitarios, o sea que esperan
endeudarse en dólares para cubrir sus quebrantos en pesos. Otra de las
operaciones parasitarias es la que se tramita para “recapitalizar” al Banco
Central, reemplazando las letras intransferibles del Tesoro por títulos en
dólares. Esa nueva deuda, que ya tuvo un primer capítulo por 6000 millones,
sólo apunta a blindar al Central frente a eventuales corridas, y otorgarle una
garantía cambiaria a los especuladores.
Así las
cosas, la deuda argentina podría acercarse rápidamente a los dos tercios de su
Producto Bruto. Las expectativas de obtener un financiamiento menos costoso,
por otra parte, se contraponen con las tendencias del mercado internacional,
signadas por una fuga cada vez más intensa de capitales desde los países
emergentes y por el derrumbe de las materias primas –o sea que Argentina carece
de garantías reales para el endeudamiento. El “pacto buitre” es un acto
desesperado para postergar una bancarrota, a costa de confiscar al país y a los
trabajadores.
Desarrollemos
una enérgica campaña de denuncia del pacto buitre entre Griesa, Macri y el
Congreso, y por una salida de los trabajadores al sometimiento nacional.
Marcelo Ramal
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