La economía política del kirchnerismo
Las columnas de Kicillof en Página 12, que acaba de ser adquirido por la burocracia del Suterh (vinculada al pejotismo de la Capital), siguen las pautas del resto de los kirchneristas del diario, que consiste en pintar un panorama impoluto de los doce años de gobierno ‘nacional y popular’, sobre el cual ha caído nada menos que el desenraizado rejunte del macrismo - en cuyas fiilas revisten varios funcionarios de Néstor Kirchner, como Redrado y Prat Gay o hasta Barañao, y en cuyo entorno orbitan otros aún más reputados kirchneristas, como Massa, Bossio y una cohorte de seguidores. En esta vena, Báez, Cristóbal o Boudou son personajes aleatorios de la saga K y los propietarios de los hoteles de la Patagonia son diferenciados de los rentistas que la aplicaron para alquiler. En el camino, Barrick, Chevron y el Club de Paris o Repsol son eliminados del relato, ni qué decir de la conversión del 80% de los jubilados en los receptores de la mínima. De las estadísticas de pobreza ni hablar, porque sería un concepto demasiado complejo como para reducirlo a una expresión numérica. Kicillof debería haber escuchado a Marx acerca de los rayos que caen de un cielo sereno: que en esos casos hay que investigar al cielo.
La primera vez
De acuerdo al ex izquierdista designado ministro de Economía, estaríamos ante “el primer intento de toda nuestra historia (o sea, tanto de la de Kicillof como de la Macri o Prat Gay) de aplicar un durísimo plan de ajuste sin que antes se haya producido una crisis económica” (Página 12, 8.5). Dicho de otro modo, el macrismo puso un huevo que no viene de una gallina o producto de una concepción sin pecado. En la pluma de un universitario, esta aseveración rompe el principio de causalidad que integra el método científico. El profesor, sin embargo, se equivoca por partida doble: el rodrigazo de 1975 tuvo lugar sin que en apariencia hubiera estallado una crisis económica, y lo mismo intentó probar Arturo Jauretche, en 1956 contra Raúl Prebisch (en El plan Prebisch: retorno al coloniaje), en un texto histórico que fue la biblia de la resistencia peronista. Jauretche imputó a Prebisch la puesta en marcha de un plan anti-nacional, pero fracasó en el intento de probar que no había sido precedido por una crisis económica. Ésta había sido reconocida por el propio Perón cuando convocó al Congreso de la Productividad, en 1952, cuyo solo título alude a la aplicación de un plan de ajuste. Kicillof repite a varios predecesores e incurre, como corresponde, en una farsa.
La grosería metodológico de Kicillof no tiene desperdicio, porque antes de perder ante Macri, el kirchnerismo ya había perdido, en 2013, contra Massa - que es cuando la cuenta regresiva comienza. La causa ostensible de esta derrota fue la crisis económica, que el oficialismo de entonces atribuía a la economía mundial. Para neutralizar a Massa y al macrismo, el kirchnerismo promovió a Daniel Scioli - que era el casco de proa de Blejer, Bein y toda una laya de industriales y banqueros, ansiosos por aplicar un plan de ajuste. El “durísimo plan”, que no estaba precedido por una crisis económica, ya venía en las entrañas del candidato de los K. Desde esas entrañas, el mismo Kicillof desató una mega devaluación en enero de 2014, conviertiéndose en el primer argentino que aplicaba un ajuste sin la condición de una crisis previa. La mega devaluación produjo una mega inflación de precios, que Kicillof - siempre él mismo - buscó a aplacar a la Sturzenegger - con una mega tasa de interés para las Lebac. Devaluación, Lebac, blanqueo - todo esto comenzó bajo los K, sin el pregonado requisito de una crisis previa. En mérito a todo esto, además del mate y el dulce de leche, Argentina se habría convertido en el país de los ajustes sin crisis, y de este modo en un violador serial de las leyes de reproducción del capital, ejecutado por sus Executives Officers. El método capcioso de Kicillof es doblemente perjudicial, en la medida en que el macrismo se enfrenta a una limitación insalvable, que es imponer un ajuste en medio de una crisis mundial que crece. Se trata de mostrar las contradicciones de este ajuste y preparar políticamente a los trabajadores para que saquen las conclusiones que corresponden. Al final de cuentas, Kicillof justifica los ajustes si son motivados por una crisis, lo cual legitimaría, por ejemplo, el golpe de los sátrpas del Congreso brasileño contra Dilma Roussef, ya que en el vecino el retroceso del PBI se aproxima al 4% en 2015 y quizás sea mayor en 2016 - y se han producido, bajo Dilma, un millón y medio de despidos.
Acumulación de capital
Kicillof hace hablar al Indec para justificar la bonanza que habría precedido a la victoria de Cambiemos, el cual da una tasa anual de crecimiento del PBI del 1%, a partir de 2011. Es una tasa de recesión, sin considerar el margen de error estadístico o el fraude contable del Indec. Implica una recesión industrial, dada la suba de la producción agraria y en condiciones de déficit fiscal, que en principio abulta la demanda agregada monetaria. No es casual que Kicillof no individualice a la industria, ni que tampoco se refiera al PBI potencial, o sea el nivel que correspondería a la capacidad instalada. Kicillof tampoco diferencia al empleo registrado del trabajo en negro, ni al empleo productivo de los planes sociales. Entre 2002 y 2009 el crecimiento del PBI había registrado tasas anuales de entre el 6 y el 8 por ciento. En un lector de Marx, sorprende que Kicillof no mencione una sola vez la tasa de inversión privada, que mide, hasta cierto punto, la acumulación de capital. Esa tasa no ha sido nunca superior al 12% del PBI y llega al 18% con la inversión pública, cuando no debería ser menor al 25% para una economía a velocidad de crucero (en China ha sido del 40/45% anual). Como se trata de inversión bruta, queda una acumulación de capital del orden del 2% del PBI una vez que se descuenta el 10% de amortización de bienes y equipos. Otra falacia del dato es que el 12% incluye construcciones (la mitad), que no tienen, en gran parte, uso productivo, y transporte, en muchos casos de tipo personal y en parte regresivo - porque es más caro que el ferrocarril y porque destruye la infraestructura vial. La crisis de inversión es un fenómenos mundial - de ahí la caída persistente de la productividad del trabajo en los países desarrollados. Esta crisis obedece a una fuerte tendencia descendente de la tasa de ganancia del capital. Kicillof, en cambio, le atribuye a su gestión la quiebra de la velocidad del sonido. Patético. El cambio de frente de la burguesía nacional y del capital internacional del kirchnerismo al massismo, en 2013, más el macrismo, en 2015, se explica por esta anemia prolongada de la acumulación de capital y por la crisis irrevocable del financiamiento del Estado, que se manifestó en la inflación y el agotamiento de las reservas internacionales - incluso más: en la quiebra patrimonial del Banco Central.
En el punto del financiamiento, Kicillof propone que se calcule el déficit del Tesoro “como se hace en todo el mundo” - es decir, el FMI. Así, descalifica el déficit al sótano del 2.3% del PBI anual - de nuevo, ‘as everybody else’. Kicillof no solamente distorsiona, porque el método del FMI no computa los intereses de la deuda pública, ya que lo que le interesa es establecer cuánta plata hay para pagarla. Kicillof pasa luego de la metodología de ‘todo el mundo’ a la que llama “habitual”, o sea la kirchnerista, que considera como ingresos y no como deuda los aportes de la Anses y del Banco Central. Estos procedimientos le permiten bajar el déficit del Tesoro del 7 al 2%, o sea de $230 mil millones a alrededor de 100 mil millones. Obviamente, aquí no se computan los déficits de las provincias, ni deudas como las de YPF, que el kirchnerismo dice haber convertido en estatal.
La lucha popular contra el capitalismo en bancarrota
En resumen, el déficit es abismal como para que el Tesoro pueda habilitar un financiamiento estatal de la acumulación de capital - la viga maestra del capitalismo. Este impasse se manifiesta en la inflación de precios, que es el resultado de la oferta productiva insuficiente, por un lado, y de la emisión monetaria sin respaldo, por el otro. El fisco K ha dejado al BCRA empapelado en u$s70 mil millones de dólares en concepto de adelanto para el pago de la deuda externa y a la Anses en u$s25 mil millones para ese mismo pago y otros gastos del Estado. El 66% de las reservas en efectivo eran deuda con otros bancos centrales, o sea de uso limitado, en especial en una corrida cambiaria. El recurso a la emisión de Lebac para absorber la emisión de moneda, a altísimas tasas de interés, no es sino la contrapartida de la emisión de moneda sin respaldo, porque el respaldo consiste en papeles o certificados que pueden ser revendidos en el mercado y producir un reflujo del dinero sin costo. En concreto: cero de acumulación de capital; bancarrota fiscal; bancarrota de la banca central; en el límite, bancarrota de la moneda como expresión dineraria del valor. Se ha producido una descapitalización gigantesca en combustibles y energía, con una clara caída de reservas comprobadas y la dilapidación del subsidio del estado hacia negocios capitalistas ajenos a esos rubros. El macrismo y el massismo y el sciolismo han sido, políticamente, una reacción capitalista a este cuadro de quiebra.
El porte del ajuste del macrismo es enorme, esto porque busca, uno, atacar el deficit fiscal a costa de los gastos sociales, por un lado y, por el otro, convertir la deuda del Tesoro con el Banco Central en deuda con el capital privado. Dos, ese aumento enorme de la deuda pública líquida debe, a su turno, aumentar el déficit del Tesoro por el peso de los intereses, lo que augura una bancarrota subsiguiente y nuevos ajustes. Tres, la escala de la crisis de financiamiento pretende ser resuelto por una transformación de la deuda doméstica en internacional y por un aumento adicional de la deuda externa - pública y privada. Dada la volatilidad financiera internacional, esta política incrementa la vulnerabilidad financiera de Argentina y, de forma mayúscula del Banco Central y las reservas internacionales.
Un método político
El análisis apologético de Kicillof, de sí mismo y del kirchnerismo, es un tiro en contra de los mejores intereses de los trabajadores, por la simple razón de que vela la crisis del capitalismo en lugar de clarificarla, y convierte al macrismo en un mal subjetivo en lugar de una de las expresiones de la reacción capitalista al embarramiento de la acumulación de capital, incluso una destrucción de fuerzas de producción, por lo pronto potenciales. Con este esquema no puede ni podría explicar la tanda de deserciones que ha sufrido el kirchnerismo desde antes de Massa hasta la reciente de Ottavis y Pérsico o el distanciamiento del ‘Chino’ Navarro, ¡pero por sobre todo el masivo apoyo del PJ y de la mayoría del FpV al pago a los fondos buitres!
La derrota de la tentativa macrista es imposible sin una explotación implacable de las contradicciones cada vez más agudas del capitalismo, es decir, a través de un proceso objetivo y colectivo, y de ningun modo especulativo, discursivo y desde la trinchera de la gestión capitalista que ha perecido en el intento.
Jorge Altamira
("EL CHAMUYO DE KICILLOF" 16 Mayo 2016)
60 DÍAS DE MACRISMO, UNA CARACTERIZACIÓN DE CONJUNTO
Luego del verano del gobierno por decreto, Argentina empezó a transitar hacia un régimen de coalición a la carta.
La separación de Graciela Bevacqua del Indec es un síntoma oportuno de la crisis que se desarrolla en el nuevo gobierno, cuando ha cumplido poco más de dos meses de mandato. El ministro Frigerio y el director Todesca parecen haber coincidido en la necesidad de recurrir, ellos también, a la manipulación estadística. Ocurre que la salida del cepo no ha resultado ser tan indolora como se la quiso presentar. La devaluación de partida del peso, cuya cotización llegó a caer por debajo de los $13, empina con paso firme a los $16 - nada menos que un 60%, cuando aún no ha concluido la liberación, que se ha querido ‘graduar’, de las importaciones y del giro de utilidades al exterior. La tendencia devaluatoria ha doblegado asimismo al cepo que se pretende imponer por medio de las elevadísimas tasas de interés de referencia del Banco Central, que superan holgadamente el 30/32 por ciento. De acuerdo a la información periodística, los exportadores y grandes acopiadores siguen reteniendo cereales en disconformidad con un tipo de cambio inferior a los $16. Las reservas en divisas han caído más de u$s1.5 mil millones desde la inauguración del mandato macrista. Cuando a todo esto se suma el ‘tarifazo’, al que también se describe como ‘gradual’, se diseña en el escenario nacional el fenómeno conocido como ‘rodrigazo’. En junio de 1975, la salida simultánea de varios cepos - cambiarios y tarifarios - dio paso a la primera de las hiperinflaciones que caracterizarían a la historia argentina, por ahora hasta el año 2002.
En el plan oficial, el impacto de la devaluación y el tarifazo, de nuevo, todos ‘graduales’, debía ser contenido por medio de un acelerado endeudamiento internacional. El crédito externo financiaría el déficit fiscal, en reemplazo de la emisión de moneda. Esto ‘anclaría’ el nivel interno de los precios y permitiría encarar las paritarias hacia la baja, y la reducir en forma ‘gradual’ la tasa de interés. La llave maestra para este andamiaje económico y político es el arreglo con los fondos buitres. Este arreglo se encuentra, sin embargo, trabado; por eso Macri busca, como antes CFK y el ‘resistente’ Kicillof, la mediación de Obama - él mismo acosado por esos fondos, que reportan a la derecha del partido republicano, en un año electoral. El fondo Elliot tiene en su cartera algunos bonos cuyo diseño le aseguran intereses estratosféricos, que no estaría dispuesto a resignar, sobre el valor original. La incertidumbre sobre lo que reporta este bono descalifica los cálculos apresurados de las consultoras macristas acerca del monto total de la deuda. Elliot quiere cobrar, asimismo, en los mismos términos del acuerdo con Repsol, con bonos que se puedan vender a valor nominal y con tasas de interés elevadas. En cualquier caso, Argentina debería endeudarse por cifras que van de u$s11 a 18 mil millones, a tasas de interés no menores al 7-8 por ciento. Más allá de esto, los buitres ‘duros’ quieren que Argentina derogue primero las leyes cerrojo y de pago soberano, algo que Macri no conseguiría del Congreso si no presenta antes los términos del acuerdo. La arquitectura político-financiera del gobierno macrista - el arreglo con los buitres y su aceptación por el Congreso - no ha conseguido poner aún su propia piedra basal. El mapa genético del régimen político que procura establecer el nuevo gobierno, está siendo escrito por el capital financiero internacional.
Cuando se observa que Argentina debe unos u$s15 mil millones por importaciones y giros de utilidades pendientes, y además otros u$s15 mil millones, aproximadamente, a los buitres, y que tiene obligaciones con bancos centrales por más de u$s10 mil millones por contratos de canje de monedas, más una deuda externa reconocida con acreedores privados del exterior de uSs150 mil millones, es difícil entender a los especialistas que aseguran que Argentina es un país ‘desendeudado’. Un país ‘desendeudado’ no necesita apelar a un rescate financiero internacional, ni a créditos extranjeros para respaldar su propia moneda; al revés, podría ofrecer socorro financiero a otros estados. Un monto de u$s200 mil millones de deuda externa, a tasas de interés enormes, frente a un PBI que la devaluación redujo a u$s500 mil millones, es un soberano 40 por ciento. Ahora, la deuda dolarizada es mucho mayor si se anotan los u$s70 mil millones que el Tesoro le debe al Banco Central; los u$s20 mil millones a Anses; y la deuda en dólares o ajustadas al dólar de la mayoría de las provincias.
La deuda publica anda por los u$s250.000 millones; 145.000 millones son con Banco Central, ANSeS y otros organismos públicos; 65.000 millones con acreedores privados; 30.000 millones organismos financieros internacionales
El macrismo acaba de dar una muestra redonda del carácter externo de la deuda en dólares del Tesoro con el Banco Central al convertir u$s6 mil millones de ella en bonos internacionales y poner en la lista de espera a otros 10 mil millones. La deuda ‘inter-estatal’ se ha convertido, por medio de una anotación contable, en una deuda externa. Un préstamo internacional de u$s16 mil millones, cuyo única finalidad es reforzar las reservas del Banco Central, está lejos de constituir una inversión productiva como pregonan los ‘desarrollistas’ del oficialismo; solamente sirven como un seguro de cambio para respaldar a los especuladores de divisas. Ese préstamo obla un 6.5% de interés, muy por encima del establecido en los canjes de monedas con los bancos centrales de China y Francia, o del 0.5% de interés que pagaba el Tesoro al BCRA. Argentina asiste a una bancarrota financiera internacional que la convierte en rehén del capital extranjero. El macrismo es la expresión política de esta dependencia económica.
Ha quedado desmentida la especie de que el endeudamiento del gobierno con Anses, el Central, el Nación, el Pami y la lotería era inocuo, por su condición interestatal que permitiría refinanciarlo en forma indefinida. El dinero de esas instituciones proviene de impuestos o diversas formas de deuda, o sea del estado financiero de contribuyentes y usuarios. Un Banco Central no puede saldar su pasivo - deuda con bancos y público - si su activo, deuda pública, carece de valor mercantil. El Fondo de Sustentabilidad de Anses, repleto de deuda pública, tampoco podría hacer frente a caídas en la recaudación impositiva o previsional, si el activo no pudiera ser usado. Esta realidad explica que el macrismo se encuentre pergeñando una reforma jubilatoria que va desde el aumento de la edad de retiro a fuertes restricciones para la jubilación de aquellos que han efectuado aportes inferiores a los requeridos. También explica por qué la reforma de ganancias que se acaba de anunciar acentúa en realidad la presión del impuesto sobre los salarios
A todo lo expuesto corresponde añadir, por un lado, la deuda nacional en pesos y, por el otro, el déficit fiscal, que es extraordinario. Por un lado está la enorme deuda del estado nacional y las provincias con bancos, proveedores y contratistas. La reciente crisis en la Legislatura bonaerense giró en torno a la contratación de deuda por $110 mil millones, la mayor parte para pagar deuda vencida. Los intentos del Tesoro nacional para colocar nueva deuda fueron declarados desiertos, antes con Kicillof, ahora con Prat Gay. El Banco Central tiene una deuda de $500 mil millones con los bancos locales e individuos. Está constituida por Letras ofrecidas a los bancos para absorber el excedente de moneda emitida, al 30% de interés anual, aproximadamente. La naturaleza parasitaria de esta deuda salta a la vista. ¡Es la principal fuente de la colosal ganancia de los bancos - supera cómodamente a las tarjetas de crédito, a pesar de que éstas rinden intereses usurarios!. Otra deuda, ésta de carácter delictivo, son los contratos de dólar futuro, que el BCRA pactó entregar a $10 y a fines de febrero y de marzo estará un 60% arriba - a 16 pesos. Esto solo lo obligará a emitir entre $150 y 200 mil millones, porque los contratos no admiten pagos en bonos. El déficit del Tesoro está calculado en $400 mil millones - un 8% del PBI, que deberá ser financiado con emisión y deuda. El costo de esta financiación es abismal, pues corresponde a la tasa de interés vigente. Los especialistas disimulan lo que en un régimen de libre cambio, la deuda en pesos es deuda virtual en dólares, intercambiable - cuya cotización los especuladores aseguran por medio de contratos diseñados al efecto, por ejemplo los mencionados “futuros”.
El socorro financiero internacional potenciaría la bancarrota financiera, lejos de resolverla. El ingreso de dólares financieros supone una inflación monetaria equivalente, a cargo del Banco Central, cuya deuda igual supera el total de la base monetaria. Lo obligaría a absorber circulante y a aumentar esa deuda desmesurada. Los ‘ortodoxos’ alegan, por este motivo, que el ajuste - maxidevaluación, tarifazos, corte de gastos sociales, eliminación del déficit fiscal - debe preceder a un nuevo endeudamiento, y no al revés: endeudarse para obtener una financiación externa del gasto público. Como en toda crisis capitalista, exigen la liquidación del capital sobrante y la rebaja del precio de la fuerza de trabajo en todos sus aspectos. Es el desenlace inevitable de la bancarrota capitalista, incluso a nivel mundial - donde los intentos de amortiguarla por medio de subsidios de la Banca Central han llegado al punto de agotamiento. La aparición de tasas de interés negativas, donde el cliente paga al banco por sus depósitos, en lugar de recibir una remuneración (interés) significa la aniquilación del sistema de crédito y convierte a la banca en económicamente superflua para la acumulación capitalista.
El tarifazo, aún inconcluso, del mismo modo que el aumento artificial de los combustibles, tendrá un efecto cascada en los precios, a partir del incremento que producirá en los costos de la industria, o sea más allá del encarecimiento de la canasta familiar que produce el ‘tarifazo’ residencial. El cuadro internacional, por su lado, apunta a una crisis bancaria generalizada, en especial en Europa, que incluye a Alemania (Deustche Bank), Francia (Societe Generale), Italia (Monte dei Paschi, Unicredit). La conclusión que se impone es que el rodrigazo ‘gradual’ se encuentra en vías de extinción. El impasse ha abierto grietas en el equipo oficialista. Si el acuerdo con los buitres se dilata o sus términos bloquean la aprobación del Congreso, se abriría una crisis política enorme. El ‘gradualismo’ podría dar paso a un rodrigazo en toda la línea y a un choque decisivo con los trabajadores. Un recule hacia el intervencionismo estatal, plantearía la misma situación en otros términos. La crisis política podría llevar a la formación de un gobierno de coalición a nivel ejecutivo, y en caso extremo la formación de un gobierno provisional electo por el Congreso.
Todos unidos perderemos
El apoyo de todos los bloques políticos patronales al gobierno, en estas primeras semanas, lleva el sello de la ‘defensa de la gobernabilidad’. Este apremio político determinó la formación del bloque de intendentes bonaerenses que aseguró el presupuesto del endeudamiento de María Eugenia Vidal y desbarató las presiones contrarias que se atribuían a El Calafate. La salida posterior de una veintena de diputados nacionales del bloque del FpV no fue precipitada por ningún episodio faccional: simplemente fueron cooptados para dar señales de que estaría asegurado el quórum para derogar las leyes que bloquean un acuerdo con los buitres. Numerosos otros pejotistas se guardan agazapados en el FpV para hacer lo mismo. En el Senado, el FpV ‘acompañó’ el despido intempestivo de numerosos empleados, incluso de su palo, para luego entregar la presidencia, y con ello la mayoría, de la comisión de seguimiento de los DNU a Cambiemos, a pesar de que con ello legitimaba la derogación inconstitucional de la ley audiovisual, que Macri había infiltrado en la nueva ley de ministerios. La concesión de esa mayoría para el año en curso, se explica por el propósito, por parte del bloque K, de habilitar la aprobación del DNU que avaló el préstamo de u$s6 mil millones al Banco Central, por parte de un grupo de bancos extranjeros. Ahora, los gobernadores dieron su respaldo al protocolo contra los piquetes, incluida Alicia K., que ya había pedido la Gendarmería frente a los cortes de ruta de los obreros de la UOCRA en Santa Cruz. Luego del verano del gobierno por decreto, Argentina empezó a transitar al régimen de coalición a la carta, o sea un régimen de acuerdos diferentes y protagonistas en cada caso, incluida la burocracia sindical. El eje de la coalición a la carta es dar sustento político a un socorro financiero internacional y a medidas de orden público que lo garanticen. Este régimen de coalición a la carta ya había sido visualizado durante la campaña electoral, cuando quedó claro que ningún gobierno obtendría mayoría absoluta en el parlamento, pero su necesidad se ha acentuado con la victoria de Cambiemos. La conferencia de prensa del bloque de diputados del FpV, el jueves 18, encabezada por Recalde y Gioja, dio su contribución a este régimen político singular cuando evitó pronunciarse acerca del voto a un acuerdo con los fondos buitres. Los gobernadores K respaldan con las dos manos ese acuerdo, porque ya están negociando créditos para las provincias con aval del gobierno nacional. La izquierda debe denunciar al conjunto de este régimen de complicidades recíprocas, no ya solamente al gobierno, como una agencia de los capitales financieros internacionales y de los fondos buitres.
Un régimen de coalición a la carta solamente puede funcionar sobre una base provisional, en especial cuando todos sus protagonistas tienen la mirada puesta en las elecciones parciales del año próximo. Plantea una situación de crisis, deliberativa, al interior de todos los bloques protagonistas. En el oficialismo esto es evidente a partir de las críticas que recibe el descontrol de los precios; en el bloque de Massa, las protestas retoman la crítica a la salida, que caracterizaron como prematura, del cepo. La madre de todas las crisis tiene lugar, sin embargo, en el FpV. No se trata de un pase de facturas por la derrota electoral. La cuestión, de nuevo, es la ‘gobernabilidad’, o sea los acuerdos para hacer viable el gobierno macrista, y por lo tanto la salida de la bancarrota financiera, que pasa por arreglar con los buitres; es lo que viene reclamando la burguesía nacional desde finales de 2011. Es, por otra parte, lo que intentó Kicillof a principios de 2014, solamente para rendirse ante los obstáculos que ahora enfrenta Prat Gay, y lo que buscó superar con los acuerdos ruinosos que firmó con Repsol y el Club de París - “volver a los mercados”. Cuando el mismo Kicillof explica en Página 12 los costos enormes que entraña un acuerdo con los buitres, la burguesía le contesta que le resultan más caros los intereses y punitorios que acumula, por el impasse, la sentencia de Griesa y la falta de crédito internacional. Argentina ha salido de la experiencia kirchnerista en un estado de bancarrota, precisamente por la sumisión a la deuda externa, que consumió las reservas financieras del país. Una experiencia histórica de medio siglo de crisis deja en claro que no hay salida al estrangulamiento financiero de Argentina sin el repudio a la deuda externa usuraria.
Todo esto revela la limitación insalvable de la caracterización que ha visto en la victoria electoral del macrismo una derechización política del país, sin destacar lo más importante: a saber, que el derrumbe del kirchnerismo expuso la incapacidad de la burguesía para resolver la parálisis de las fuerzas productivas del país por medio de medidas y demagogias nacionales y populares. En toda América Latina, con la salvedad de sus particularidades nacionales, el agotamiento de la experiencia bolivariana ha dejado expuesta una enorme crisis de poder en el marco de una bancarrota capitalista internacional. Este marco convierte a las tentativas de salidas thatcherianas en recursos políticos anacrónicos; en recursos que carecen, comparativamente, de los medios necesarios para alcanzar sus objetivos. El desenlace de la crisis dependerá del resultado de los grandes choques de clases que plantea la nueva etapa.
El kirchnerismo camporista se ha esforzado, en estos dos meses, por alcanzar un objetivo imposible: presentar, por un lado, todo conflicto o choque con el nuevo gobierno como un enfrentamiento entre el ‘neoliberalismo’, de una parte, y la ‘causa nacional’, de la otra; y, por otro lado, anudar un acuerdo con el pejotismo instalado en el FpV, que ha sellado numerosos acuerdos con Macri en un tiempo récord. Se ha movilizado contra el encarcelamiento arbitrario de Milagro Sala, mientras sus socios dejaban correr esa detención y festejaban la derogación de retenciones a la minería y se disponen a avalar los DNU en las cámaras del Congreso. La consigna ahora es “la unidad peronista” con Gioja-Barrick como presidente del PJ y una cómoda mayoría pejotista. Los pulpos mineros tendrían un partido ‘populista’ - Argentina es siempre una curiosidad. El camporismo no ha escarmentado con la derrota que le impusieron sus socios pejotistas, aliados a María Eugenia Vidal, en la discusión del presupuesto en la legislatura bonaerense. El camporismo se alinea como furgón de cola de la coalición a la carta que caracteriza el momento político presente, al ratificar una subordinación estratégica al pejotismo.
En la lucha contra el rodrigazo macrista, los trabajadores deben exponer sus propios intereses de clase y de ningún modo permitir que esa lucha de carácter clasista sea oscurecida y, peor, deformada, como una oposición del kirchnerismo al macrismo. Uno y otro, lo prueba la larga gestión K, son expresiones del capital. Otorgar una expresión política kirchnerista a las luchas contra el ajuste aleja a las enormes masas que fueron llevadas por el kirchnerismo a una situación sin salida y a una gran fatiga política. Un frente único contra el macrismo debe ser completamente independiente del kirchnerismo y profundamente hostil a las manipulaciones de los grupos K en los movimientos populares. Los jefes del kirchnerismo no quieren asumir su responsabilidad política por los desfalcos financieros y ataques contra los trabajadores del Grupo 23, alimentado por el gobierno K hasta el absoluto final.
Después de doce años de protagonismo en la gestión capitalista K, con mineras, petroleras y banqueros incluidos, el conjunto de organizaciones de izquierda kirchnerista no tiene vocación de romper con el aparato capitalista del PJ y constituir una fuerza política independiente. No es casual que en el aniversario 40, el kirchnerismo ortodoxo hubiera criticado la ruptura de la JP con Perón en Plaza de Mayo. De la tragedia, ya se sabe, se pasa a la farsa. Desenmascarar la duplicidad del kirchnerismo en todas sus variantes, es una tarea irrenunciable cuando se trata de desarrollar una vigorosa lucha obrera y popular contra los agentes de los fondos buitres en el gobierno.
1975-2016
Cuando el gobierno peronista desató el rodrigazo hace cuatro décadas, la reacción de la burocracia sindical fue entonces incluso más podrida que la que exhiben hoy Moyano y Caló, entre otros. Fue la respuesta de los trabajadores y sus comisiones de fábrica independientes y clasistas, la que abrió un período de huelga general que duró un mes. Es precisamente lo que más teme el macrismo: que la zafra de paritarias comience con una gran huelga como son capaces de desarrollar los sindicatos y el clasismo docente. La crisis en la paritaria docente expresa esta situación. Es significativo que la resistencia a algunas concesiones que el gobierno estaría dispuesto a dar para iniciar las clases, parta también de los gobernadores kirchneristas. Con aliados como estos los enemigos lucen inofensivos. El rodrigazo es un ‘invento’ peronista, por eso muestra su colaboración con el ajuste macrista.
La burocracia sindical atiende, en primer lugar, a sus intereses materiales, no a los de los obreros. Por eso prioriza la deuda del estado con las obras sociales, cuyos servicios alimentan las fortunas de sus familiares y allegados. Esto explica que haya dilatado una respuesta, con algunas excepciones, a la estampida inflacionaria a la fecha de convocatoria de las paritarias. Que ninguna de las diversas CGTs haya presentado un programa alternativo al ajuste macrista, no indica solamente que se encuentra en uno de los puntos más bajos de su trayectoria como dirección sindical (los tuvo aún peores) - muestra la complicidad política de esa burocracia con el macrismo. No se puede excluir, para nada, que la burocracia se adelante a una reacción de las bases con la intención de contenerla, pero el factor principal será esa reacción y su potencial de desarrollar nuevos liderazgos y también direcciones. Cualquier pronóstico en este sentido se encuentra condicionado a las alternativas de la crisis económica, sus derivaciones políticas y el empeño militante y la claridad política de los trabajadores más avanzados. La resistencia obrera al ajuste tomará una carácter político, en tiempos y ritmos que serán verificados por la propia acción.
El fin del periodo de vacaciones y la marcha del 24 de marzo pondrán de manifiesto el estado de agitación que reina en nuestro pueblo. Existen convocatorias destinadas a reanimar el movimiento de activistas que fue paralizado el año pasado por peleas faccionales y las derrotas de conflictos sindicales donde esas peleas faccionales ejercieron efectos indudablemente negativos. Se plantea el frente único de los agrupamientos independientes y clasistas sobre la base de una clara delimitación política: independencia de clase frente a cualquier variante que tributa al capital o al estado capitalista; caracterización de la colaboración de todas las fracciones del capital, incluso con sus contradicciones, con el plan ajuste del macrismo y el plan financiero; un programa de reivindicaciones inmediatas junto a un programa alternativo al del ajuste capitalista - no importa si ese programa tiene aun un carácter elemental.
Las propias características de la crisis políticas deberá convertir al Congreso y a las legislaturas en un escenario de contubernios y por lo tanto de confrontaciones. A través del régimen de coalición a la carta, el macrismo buscará convertirlo en una escribanía de acuerdos que se tejerán a espaldas del pueblo. Este mismo epicentro podría convertir al Congreso en destino de manifestaciones populares, incluso de carácter general. Por las mismas características de la situación, el método de usar el parlamento para convocar al pueblo a la acción directa y a desconfiar de soluciones legislativas, es más necesario que nunca. La experiencia de la izquierda en los parlamentos en los dos años pasados, demuestra claramente que la acción legislativa, que siempre puede conservar un grado de utilidad, debe subordinarse a la exigencia de impulsar la lucha colectiva del pueblo. Ni qué decir de la importancia que tiene, para esta política, una amplio desarrollo del aparato de difusión de la agitación socialista.
Otra oportunidad histórica
Es casi un lugar común señalar que toda crisis de fondo, en Argentina, cuestiona la vigencia del peronismo y plantea su superación. Fue así después de la Libertadora, en los 60 y 70 del siglo pasado, y volvió a serlo en otras ocasiones, pero en especial en el Argentinazo. Una crisis es tal porque remueve todas las estructuras sociales y políticas establecidas.
“El pasado, sin embargo, oprime como un peso muerto el cerebro de los vivos”. Por eso no sorprende la aparición de una tendencia en la izquierda que, como en el pasado, se adapta políticamente a un peronismo cada vez más residual en el seno de las masas. El macrisimo probó que la derecha atendió a esta realidad con mejores resultados que la izquierda; incluso inventó una sigla independiente para explotar el ocaso del peronismo. Admitir que una lucha sea secuestrada para plantear la dicotomía kirchnerismo-macrismo constituye una política que prepara nuevas derrotas y que bloquea la formación de una dirección socialista y revolucionaria del proletariado. Repetir la política del Frente del Pueblo, en 1985, que se disfrazó con un candidato peronista de izquierda o peronista independiente, es de nuevo pasar a la farsa. Los frentes de lucha son tales cuando exponen el carácter de clase de esa lucha, no cuando los escamotean.
Toda la situación política reclama que la izquierda revolucionaria tome la iniciativa, en principio por medio de una agitación política enérgica. La agudeza de los problemas que plantea la crisis la puede convertir en dirección política en un período corto de tiempo. Es una cuestión que se plantea con toda fuerza a nivel internacional, o sea en la mayoría de los países.
Jorge Altamira
(60 Dias de Macrismo,una Caracterizaciòn de conjunto. Febrero 2016)