El debate sobre si “vamos bien o mal”
Las distintas formas de evaluar el primer semestre del gobierno macrista
José Castillo*
Especial para BAE Negocios
Especial para BAE Negocios
Hay una parte de la discusión en que todos los economistas de distintas formaciones e ideologías acordamos: los números del primer semestre son malos, tanto en nivel actividad (en general e industrial), en consumo, en inflación e incluso, e increíblemente porque era el “caballito de batalla” del gobierno, en inversiones. Podemos “estirar” un poquito más las coincidencias: difícilmente haya cambios sustantivos en el tercer trimestre e incluso es muy poco lo que se verá en el cuarto. Pero acá se acaban las coincidencias.
No vamos a meternos en las diferencias de pronósticos acerca de un eventual crecimiento económico o baja de la inflación en 2017. Tampoco al debate de si la situación actual es producto de la llamada “herencia recibida” o provocada por las políticas del macrismo.
Queremos concentrarnos en algo diferente: los actores específicos de nuestra economía y la repercusión de las políticas económicas. Hay una serie de sectores optimistas: la imagen del presidente Macri en la Sociedad Rural, o los foros empresarios de estos meses lo manifiestan. Y, efectivamente, tienen motivos para estarlo. El sector agroexportador (que, digamos de paso, está fuertemente concentrado en unos pocos oligopolios mayoritariamente transnacionales), ganó con la devaluación primero y con la eliminación (o baja en el caso de la soja) de retenciones después. El sector de la minería a cielo abierto también fue beneficiado con ambas medidas.
Los sectores empresarios tienen
motivos para expresar optimismo
Los bancos obtuvieron ganancias récord en base a arbitrar con la devaluación, a las super-tasas de las Lebac y a la eliminación de límites a los costos de sus servicios.
El sector financiero bursátil en general resultó ganancioso por la eliminación de trabas a la entrada y salida de capitales especulativos, además de algunos “regalos” fruto del gobierno anterior, pero ejecutados por éste, como el de las operaciones de dólar futuro. Todo esto se materializó en fortísimas subas en la Bolsa de Valores de Buenos Aires. Sumémosle la liberación de hecho de precios que permitió la feroz remarcación realizada toda la cadena comercial (también fuertemente oligopolizada en unos pocos hipermercados), las petroleras y gasíferas que disfrutan de diferenciales de valores superiores a los internacionales, los fondos buitres que cobraron en efectivo y las “ventajas” que se vienen con el blanqueo. Evidentemente hasta acá tenemos a unos cuantos que ya pueden festejar, independientemente de la existencia o no de “lluvias de inversiones” a futuro.
Los asalariados formales tuvieron
aumentos inferiores a la inflación
Del otro lado tenemos a los que perciben ingresos fi jos. Los asalariados formales bajo convenio en todos los casos tuvieron aumentos por paritaria inferiores a la inflación (en promedio perdieron entre un 10 y un 15% de su poder adquisitivo). Los trabajadores tercerizados y los informales recibieron incrementos aún menores y por lo tanto perdieron más. Los jubilados se tuvieron que conformar con el incremento de marzo, que se quedó a kilómetros de la suba del costo de vida. Los perceptores de planes sociales están en idéntica situación. A ello sumémosle los que directamente han perdido su empleo: el Ministerio de Trabajo reconoce ofi cialmente, de diciembre a mayo, una caída de más de 100.000 puestos de trabajo. Si le agregamos el 42% informal (y sabiendo que los trabajadores en negro son los que primero y más sufren el flagelo del despido) la extrapolación nos da más de 200.000 nuevos desocupados. La recesión ha generado además, una “sequía” de dinero en los barrios populares que hace que se derrumbe toda la economía de la “changa” de la que vive muchísima gente: los remiseros, plomeros, vendedores de comida, e incluso pequeños kioscos y comercios están prácticamente paralizados. Sumemos, por últimos, que todavía no terminaron de pegar de lleno en la economía popular los tarifazos de los servicios públicos.
Cuál es el balance: 30.000 millones de dólares transferidos desde los bolsillos de las clases populares a manos de los sectores más concentrados de la economía. Acá está la “verdadera” explicación de la caída del consumo y la recesión. Esta es la auténtica radiografía de ganadores y perdedores. Es por eso que, efectivamente, no hay una única respuesta a la pregunta de si “vamos bien con la economía”. La respuesta una vez más, será distinta si el bolsillo del que responde, se enflaqueció o se agrandó.
*Profesor e Investigador de la UBA
www.diariobae.com
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