TRIBUNA ABIERTA
La culpa no es del cielo
Artículo publicado en la edición impresa del diario Clarín el pasado martes 17 de febrero. Con la autorización del autor lo presentamos en la sección Tribuna abierta de La Izquierda Diario porque consideramos que aporta a comprender las causas profundas de las inundaciones que sufrió Córdoba el fin de semana pasado.
Al hablar sobre la tragedia en Córdoba el gobernador José Manuel de la Sota dijo: "fue un tsunami que nos cayó del cielo". Evidentemente desconoce lo que pasa en la provincia, donde sus gestiones y la de Juan Schiaretti facilitaron los desmontes y la destrucción de cuencas hídricas. Más de 300 milímetros de lluvia caídos en 12 horas sobre Sierras Chicas depredadas, loteadas por inmobiliarias y sin poblaciones preparadas hicieron la tragedia. Córdoba es la provincia con peor gestión ambiental de Argentina. Queda menos del 5% de la superficie original de bosque nativo y en 1998-2002 tuvo la más alta tasa de desmonte de Argentina y una de las mayores del mundo, -2,9%. Solo entre 2004 y 2010 se desmontaron 269.000 hectáreas, sin contar lo destruido por incendios. Cuando la universidad y otros actores sociales hicimos un proyecto de ley de bosques para proteger a la provincia de estas tragedias, el gobierno impuso otro proyecto, ahora vigente, que protege en realidad a los señores de la soja.
La provincia y sobre todo la zona serrana ya no tienen el ambiente nativo suficiente para reducir el impacto de las lluvias, facilitar la infiltración de agua y reducir el escurrimiento. Córdoba es ahora una fábrica de crecientes rápidas y dramas previsibles. Lo que pasó en Sierras Chicas y Villa Allende anticipa tragedias mayores. Urge detener el desmonte, regular el crecimiento urbano y frenar la sojización salvaje. Debemos administrar en serio las cuencas hídricas y detener la creciente impermeabilización de las sierras, pero también preparar a los cordobeses y turistas.
En Córdoba no hubo tsunami, y el cielo no tuvo la culpa. Sus verdaderos responsables son funcionarios más interesados en hacer campaña que gobernar, intendencias que no planifican y productores codiciosos. ¿Cuántas personas más deberán morir?
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