El patrón: radiografía de un crimen, dirigida por Sebastián Schindler
(Argentina/Venezuela, 2014), narra la historia de Hermógenes Saldívar,
un hachero santiagueño que llega a la ciudad y consigue trabajo en una
de las carnicerías del señor Latuada. Viviendo junto a su esposa Gladys
en una piecita en el fondo del negocio, Saldívar es salvajemente
estafado y explotado por Latuada a lo largo de los años. La tensión
entre el trabajador y su patrón se agudiza cuando Latuada, en uno de sus
arranques misóginos, echa a Gladys (que está embarazada) de la
carnicería, es decir, de su casa.
La película se basa en el libro homónimo del criminólogo Elías Neuman,
quien representó al verdadero Hermógenes en los años ’80. Neuman,
fallecido hace cuatro años, fundó en la universidad una cátedra de
Victimología, que analizaba los casos desde el lado de las víctimas.
Para él, "los graduados (de Derecho) ni siquiera saben cómo hablar con
los cientos de miles de personas excluidas. En el fondo es un problema
de clase" (Página/12, 9/4/11). En el epílogo del texto (que se puede
leer online en http://www.vivilibros.com/excesos/10-a-02.htm), Neuman
compara a Saldívar con personajes de la literatura gauchesca y concluye:
"Fierro, Moreira y Carabajal se emparentan con Víctor Saldívar en el
común denominador de la muerte, propia o ajena, como única salida
posible a la opresión dramática de sus vidas. No parece haber otras
opciones. Sólo muerte. La consigna ‘matar o morir’ se traduce en una
forma de no ceder más, de interrumpir el pacto ilimitado con la
adversidad y aún desafiarla".
La potencia del film se revela especialmente en las escenas
(viscerales, revulsivas, difíciles de ver) donde Saldívar es "entrenado"
para "disfrazar" la carne a fin de que no se note su grado de
putrefacción. Así, en el film se ve cómo un trabajador es obligado a
vender un producto que enferma a otras familias trabajadoras y cómo esta
'labor' repercute en su conciencia.
Hay actuaciones muy meritorias: Luis Ziembrowski hace otro gran trabajo
como Latuada; lo mismo Mónica Lairana como Gladys y Germán De Silva
como "ayudante de cocina". El que más sobresale es, indudablemente,
Joaquín Furriel como Saldívar, en un impresionante trabajo de
composición. Con sus palabras, sus silencios y su cuerpo, logra encarnar
esa pregunta que recorre todo el largometraje: ¿cuánto puede aguantar
un hombre? "En el sistema capitalista en el que vivimos se da por
sentado que un ser humano tiene que explotar al otro y que todo funciona
así. Y, en este caso, el desenlace termina siendo trágico porque este
sistema es trágico", señaló el actor (Clarín, 28/2).
Por su parte, el realizador afirmó: "Abrimos los diarios todos los días
y, por un lado, lo que más sale son los casos de trata en prostitución
tanto en la Argentina como en el mundo. Pero en la Argentina hay
muchísimo, empezando por “Marita” Verón. Y también vemos talleres
textiles con mano de obra esclava (...). Lamentablemente la esclavitud
en el siglo XXI está más que vigente. Y no es algo exclusivo de la
Argentina" (Página/12, 25/2).
En su alegato de apertura en el film, el abogado de Saldívar sostiene
que aquí no existía una relación "empleador/empleado", sino una
"amo/esclavo". Por un lado, esto es cierto (Latuada retenía el documento
de Saldívar y lo estafaba económicamente inventándole deudas y
pagándole una miseria, de este modo), pero por otro lado Saldívar era
"libre" de irse, libre en el sentido capitalista de perder el trabajo y
morirse él y su familia de hambre. En condiciones extremas y muy
aislado, este obrero sufrió la explotación laboral y las humillaciones
que impone la patronal a todos los trabajadores.
PRENSA OBRERA
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