Perspectivas 2015-16, (1). Apocalipsis o reinicio. ¿Qué política financiera y económica nos depara el 2016?
Original en alemán. Ernst Wolff: "Apokalypse oder Reset? Was uns 2016 finanz- und wirtschaftspolitisch erwartet". Publicado el 30-12-2015 en Telepolis.
Traducción del alemán para blog del viejo topo: Tucholskyfan Gabi.
Traducción del alemán para blog del viejo topo: Tucholskyfan Gabi.
Fuente y fecha de esta traducción: blogdelviejotopo, 1-1-2016.
Uso de esta traducción: licencia CC BY-SA. Reproducir esta ficha documental, conservando los enlaces (hipervínculos) que figuran, tanto al original en alemán como a la traducción de este blog.
Imágenes, negrita y subrayado: son añadidos nuestros.
_______________
Apocalipsis o reinicio. ¿Qué política financiera y económica nos depara el 2016?
Ernst Wolff(Trad. Blog del viejo topo por Tucholskyfan Gabi)
En estos días de Año Nuevo, a la mayoría de la gente les invade cierto temor al futuro. Sienten que nuestra sociedad ha llegado a un punto donde no cabe continuar como veníamos haciendo. Urge pues hacer un balance para reposicionarnos.
El mundo que habitamos ha cambiado sustancialmente en los últimos años. El punto de inflexión fue la crisis en 2007/2008. Al cabo de tres décadas de desregulación financiera, la desenfrenada especulación había dado lugar a gigantescas burbujas de deuda. El colapso del mercado estadounidense de viviendas financiadas por créditos hizo que reventara una de esas burbujas llevando a la ruina la banca internacional, las grandes aseguradoras y empresas en todo el mundo.
Entonces, los inversores a la sombra de estas instituciones/empresas en quiebra, obligaron a la política a no liquidarlas, manteniéndolas vivas mediante los impuestos recaudados en el marco de la mayor redistribución patrimonial de toda la historia humana. A las clases trabajadoras que habían ganado las inmensas sumas necesarias para tamaño rescate [“bail-out”] se les explicaba que todo ello se hacía por su bien, ya que las empresas salvadas eran demasiado grandes para quebrar [“to big to fail”].
Si bien los políticos prometieron entonces domar los mercados financieros o al menos ponerles coto, nada parecido ocurrió. Todo lo contrario: So pretexto de reestimular la economía, los principales bancos centrales del mundo comenzaron después de la crisis a imprimir dinero a raudales entregándolo a tipos de interés cada vez más bajosprecisamente a aquellos que habían originado el derrumbe.
Y estos, a su vez, invirtieron el dinero barato no en la economía ralentizada, sino en el sector financiero mucho más lucrativo pero también más peligroso inflándolo aún más. Siendo así que desde el 2008 a los grandes inversores, en caso necesario, se les volverá a considerar “demasiado grandes para quebrar”, por lo que serán rescatados nuevamente, están dispuestos a asumir riesgos cada vez más grandes.
Las consecuencias de la última crisis a largo plazo las soportan los trabajadores.
Los efectos del rescate 2007/2008 a largo plazo, en vez de responsabilizar y pasarles factura a los causantes, pasan a ser soportados por los trabajadores: Para poder llenar los agujeros que el rescate de la banca ha causado en las arcas estatales, los trabajadores deben aguantar en el marco de una “política de austeridad”despidos masivos, salarios y pensiones más bajas, impuestos más altos y prestaciones sociales cada vez más reducidas. El resultado de esta involución es el constante aumento de la desigualdad social que ya alcanza un nivel histórico: En 2015 una minoría de cien personas ya disponía de más patrimonio que la mitad de la humanidad.
La constante impresión de dinero por los bancos centrales, junto a los tipos de interés cada vez menores, ha venido produciendo burbujas crecientes en los mercados de valores, bonos e inmobiliarios que desfiguran y distorsionan totalmente la realidad económica. Antaño estos mercados solían ser el barómetro para valorar el estado de la economía real; hoy nos reflejan ante todo el grado de manipulación e intervención por parte de los bancos centrales. Más dramático aún evoluciona el mercado de derivados (puros productos financieros totalmente ajenos a la economía real). A pesar de que han puesto en peligro existencial el sistema financiero global ya en dos ocasiones anteriores (1998 y 2007/2008), su magnitud (que a falta de regulación sólo cabe calibrarla aproximadamente), y con ello el peligro que entraña desde la última crisis no para de crecer.
El sistema financiero global es como un drogadicto.
Las medidas adoptadas después de 2007/2008 con el fin de sostener el sistema financiero global, han creado una dependencia nunca vista: Para que los mercados de valores, bonos e inmobiliarios no colapsen arrastrando con ellos el sistema entero, los inversores han de recibir constantemente nuevos fondos a tipos cada vez más bajos.
Claro está que ese continuo aumento de la masa monetaria ha de llevarnos a la devaluación total y la hiperinflación. El Banco Central Europeo (BCE), por ejemplo, no sólo mantiene esta estrategia, hasta está extendiéndola en la actualidad. La razón por la que a diario bombea unos dos mil millones de euros en el sistema europeo, arroja una luz sobre su estado: sin esta intervención, en su forma actual ya resultaría insostenible.
Dado que el tipo de interés ya tiende a cero o menos aún, ya se están adoptando medidas para impedir que los trabajadores se puedan retirar de él: la drástica reducción de las transacciones en efectivo y el plan de prohibirlas por completo no son otra cosa que barreras para impedir que la masa de clientes bancarios se fugue en el efectivo.
El “bail-in” [la retención de depósitos de ahorradores y pequeños accionistas en caso de quiebra del banco], por otra parte, que aplicarán a partir del 1 de enero de 2016 todos los bancos de la eurozona, no es otra cosa que el paso previo a la masiva expropiación de los trabajadores en caso de que a los banqueros nuevamente se les vaya la olla en los mercados financieros.
Siete años después de la crisis de 2008, el 2015 marca un punto de inflexión:comparables al caso del drogadicto, las medidas ya tomadas surten cada vez menos efecto, por lo que hay que aumentar las dosis constantemente, por no hablar de los efectos secundarios que son cada vez más peligrosos.
Dicho de otro modo: el sistema financiero ha alcanzado un punto donde gran parte de las habituales medidas ya se agotan y donde la vuelta, el invertir puede hacer colapsar en sistema entero. La economía, a su vez, no se puede recuperar, puesto que los réditos que promete no son nada comparables con los que ofrece el sector financiero. Peor aún, las mayores ganancias durante los próximos meses se alcanzarán precisamente ahí donde originen los mayores daños sociales, en el ámbito de la especulación monetaria en los países emergentes.
El mayor peligro no acecha en el sector financiero.
Se plantea la pregunta: ¿Cuánto tiempo puede subsistir este sistema? Y no hay respuesta precisa. Una deuda global de más 200 billones (10 elevado al 12) de US$ no ha existido jamás en toda la historia mundial. Tampoco se habían conocido antes los tipos de interés negativos. Y sabemos que para imprimir dinero no existe límite superior.
Que todo ello nos debe conducir a una hiperinflación, sí o sí, nadie lo duda, pero nadie sabe predecir hasta qué extremo cabe seguir inflando artificialmente los mercados de valores, bonos e inmobiliario hasta que revienten. En caso de que los bancos centrales alcancen los límites de sus posibilidades, queda el Fondo Monetario Internacional (FMI) para intervenir con su propia moneda que son los derechos especiales de giro (DEG). Esta “moneda” que ya se viene empleando a gran escala desde 2008 es concedida exclusivamente a Estados, pudiendo posponer por algún tiempo la emergencia de un “crash”.
Pero a la vista de los múltiples focos de crisis económicas no se descarta que un evento imprevisto (“Black swan”/Cisne negro) haga caer el castillo de naipes entero. Si así ocurriera, el mundo entero, de un momento a otro, estaría ante la mayor crisis enfrentada jamás. El sistema financiero global tiene a todos los países entrelazados tan estrechamente que ningún rincón del mundo se salvaría del colapso y la subsiguiente devaluación del papel moneda.
El mayor peligro actual, sin embargo, NO reside en el sector financiero, NI tampoco en la economía, sino el ámbito político. Los responsables políticos – al igual que los económicamente poderosos – conocen muy bien los peligros económicos y financieros que acechan por doquier, por lo que adoptan dos medidas que ya aprobaron en el pasado: para desviar la atención de los verdaderos responsables y culpables y de su propia corrupción, nos construyen enemigos imaginarios y preparan la guerra.
Los EEUU, el país más potente y desgarrado en términos sociales, apuestan cada vez más por la vía militar por lo que vienen sentando las bases para una guerra contra Rusia desde hace tiempo. Su política frente a Ucrania y los países del antiguo bloque oriental persigue la provocación permanente del gobierno de Putin. Política que se apoya en los más fieles aliados de EEUU en el Medio Oriente, que es Arabia Saudita que desde 2015 se encarga de que el precio del crudo, que ya ha hecho caer a Rusia, siga cayendo más y más, una evolución que el gobierno ruso a la larga no será capaz de sobrevivir.
Pero las demás grandes potencias, tales como Gran Bretaña, Francia y Alemania, se están preparando con creciente interés para el enfrentamiento militar. Tanto Rusia, como China, que después de la caída de Rusia sería el siguiente objetivo de los EEUU, se están armando considerablemente. El motor para semejantes preparativos bélicos a nivel internacional es sólo en apariencia la economía mundial y el sistema financiero global. Mucho más determinante para la evolución del mundo y lo que acontecerá a partir de 2016 es el aumento exponencial de la desigualdad social en nuestro planeta.
Puesto que el mundo se encuentra estrangulado por la industria financiera, que no está dispuesta a hacer la más mínima concesión a los trabajadores y los pobres (recordemos tan sólo lo que pasó este año en Grecia), el drama de la desigualdad social en la época que nos espera se irá exacerbando. Resulta más que probable que acabará en descargas muy violentas, revueltas, guerras civiles y demás enfrentamientos sociales masivos.
¿Qué nos depara el futuro?
Ante tales perspectivas (crash, guerra o guerra civil), ¿no será que el mundo ya se encuentra inmerso en una espiral ya imparable hacia abajo? ¿Será así que cualquier intento de intervenir en el curso de la historia queda frustrado de antemano?
El estado del mundo en 2016 bien podría sugerir tal cosa. Pero existen una serie de tendencias que apuntan en otra dirección distinta. Ni las manipulaciones en los mercados financieros, ni los preparativos bélicos, ni el rearme internacional, ni el embrutecimiento de los cuerpos policiales, ni el hecho de que el islamismo radical sea declarado enemigo número uno de la humanidad con tanto fervor, evidencian precisamente la fortaleza de los poderosos de turno.
Todo lo contrario: nos muestran su debilidad y su miedo al cambio. De ser así que la élite financiera y sus políticos lacayos estuvieran tan firmemente montados, no estaríanobligados a mantener un enorme aparato mediático de alcance global con el único fin de diseñar la opinión publica a favor suyo.
Una mirada a la campaña pre-electoral de los EEUU nos muestra como se gastan millones de dólares en instigar un miedo histérico ante el Estado Islámico. De este modo, se proponen desviar la atención del hecho de que los verdaderos enemigos de la clase trabajadora se encuentran sentados en Wall Street y la Casa Blanca.
Otro tanto cabe decir sobre Francia después de los ataques terroristas en Paris:aunque su causa la haya que buscar en las desoladas condiciones sociales en los suburbios franceses y belgas, al presidente, políticamente ya muy tocado, le sirvieron de argumento para radicalizar las medidas de seguridad y extender sus hazañas bélicas en Siria, si bien resulta más que evidente que de este modo la amenaza terrorista no va a menos, sino a más.
La influencia que los grandes medios ejercen desde 2007/2008 sobre el pensar de las masas ha ido perdiendo fuelle y alcanza en 2015 su mínimo histórico. Los sondeos nos documentan que un creciente número de personas ya no se creen las informaciones que difunden, y de la actitud de los votantes en 2015 cabe inferir que cada vez más están dando la espalda a las fuerzas políticas establecidas. Si bien es cierto que en muchos casos no saben formular un punto de vista propio por carecer de fundadas perspectivas políticas y económicas. Además, se encuentran masivamente desilusionadas y resignadas por lo que experimentaron en el pasado.
Esta desilusión y resignación se verán interrumpidas, sin embargo, por los acontecimientos que se vislumbran: sea un colapso, una guerra o una guerra civil, en el momento que lo experimenten en sus propias carnes, hasta los más desilusionados van a despertar y moverse. Su mayor problema consistirá en la orientación política.
Así las cosas, en el año 2016 será primordial erradicar la desinformación e ignorancia. Quien reconoce que no es el terror islámico que nos arrastra al abismo, sino las hordas de especuladores sin escrúpulos, los políticos corruptos y sus lacayos periodistas, se podrá rebelar y defender de este desafío histórico. Los peligros que nuestro mundo está enfrentando nunca fueron tan enormes. Pero también es cierto que en ningún momento anterior la humanidad dispuso de tantos instrumentos modernos de comunicación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario