(Por Mario Hernández para Red Eco) Buenos Aires
De mala leche
En este
marco la Vicepresidente, Gabriela Michetti, de visita en Brasilia, concedió una
entrevista reproducida por Clarín, donde sostiene que “el gobierno anterior
aumentó la planta de la administración pública nacional, provincial y
municipal, en 1.500.000 personas”.
Al respecto, Le Monde Diplomatique en su edición de febrero publicó un artículo “El empleo público en debate” de la periodista Verónica Ocvirk, fundado en estadísticas y análisis de expertos en la materia. Veamos qué dicen sobre las cifras.
“La mayor parte del empleo público está hoy en las provincias y se trata de una dotación que en aproximadamente un 70% está formada por docentes, médicos y policías. La administración pública en realidad representa una cantidad de empleados bastante baja”, señala Maximiliano Rey, politólogo, co-profesor adjunto regular de la UBA y autor, junto a Horacio Cano y Arturo Laguado Duca, de El Estado en cuestión, una obra de publicación reciente que analiza las características de la administración pública argentina durante los últimos 50 años.
“Es cierto que la cantidad de empleados públicos creció en los últimos años. Pero también fue un período en el que el Estado se agrandó en el mejor sentido del término, ampliando su rol de regulación, diseminando delegaciones de distintos organismos por el territorio, creando universidades y recuperando empresas públicas. Aún así las cifras que indican la cantidad de empleados públicos no son una locura. A mi entender cuando se habla de “ñoquis” hay detrás una mirada ideológica, porque si bien puede haber sectores del Estado donde se trabaja de una forma más flexible, no es la generalidad de los casos”, advierte.
Otro trabajo, Metamorfosis del sector público nacional, que llevó a cabo el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), en base a los empleados de la administración estatal -Presidencia, Ministerios, Congreso Nacional, Poder Judicial, organismos descentralizados y empresas estatales, sin considerar a los trabajadores municipales y provinciales-, contabilizó en 2015 un total de 773.000 empleados, casi 290.000 más que en 2003, cuando había solo 484.000.
El mayor incremento se registró en las empresas públicas. YPF con 22.000 empleados, la Administradora de Recursos Ferroviarios con 20.000, el Correo Argentino con 17.000, Aerolíneas Argentinas con 10.700 y Aguas y Saneamiento con 6.000. Se trata en general de trabajadores que eran contabilizados como empleo privado y que se convirtieron en empleados públicos a partir de la estatización de esas empresas.
En segundo lugar aparece la administración central, que creció 44%, unos 100.000 trabajadores, principalmente en el Ministerio de Desarrollo Social y en el Poder Judicial.
Por último, en la administración descentralizada –ANSES, AFIP, PAMI y otros-, se incrementó 41%, incorporando cerca de 90.000 empleados en los últimos 12 años.
Aclarado que 480.000 no es lo mismo que 1.500.000 como sostiene por ignorancia o de mala fe la vicepresidente, cabe preguntarse…
Al respecto, Le Monde Diplomatique en su edición de febrero publicó un artículo “El empleo público en debate” de la periodista Verónica Ocvirk, fundado en estadísticas y análisis de expertos en la materia. Veamos qué dicen sobre las cifras.
“La mayor parte del empleo público está hoy en las provincias y se trata de una dotación que en aproximadamente un 70% está formada por docentes, médicos y policías. La administración pública en realidad representa una cantidad de empleados bastante baja”, señala Maximiliano Rey, politólogo, co-profesor adjunto regular de la UBA y autor, junto a Horacio Cano y Arturo Laguado Duca, de El Estado en cuestión, una obra de publicación reciente que analiza las características de la administración pública argentina durante los últimos 50 años.
“Es cierto que la cantidad de empleados públicos creció en los últimos años. Pero también fue un período en el que el Estado se agrandó en el mejor sentido del término, ampliando su rol de regulación, diseminando delegaciones de distintos organismos por el territorio, creando universidades y recuperando empresas públicas. Aún así las cifras que indican la cantidad de empleados públicos no son una locura. A mi entender cuando se habla de “ñoquis” hay detrás una mirada ideológica, porque si bien puede haber sectores del Estado donde se trabaja de una forma más flexible, no es la generalidad de los casos”, advierte.
Otro trabajo, Metamorfosis del sector público nacional, que llevó a cabo el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), en base a los empleados de la administración estatal -Presidencia, Ministerios, Congreso Nacional, Poder Judicial, organismos descentralizados y empresas estatales, sin considerar a los trabajadores municipales y provinciales-, contabilizó en 2015 un total de 773.000 empleados, casi 290.000 más que en 2003, cuando había solo 484.000.
El mayor incremento se registró en las empresas públicas. YPF con 22.000 empleados, la Administradora de Recursos Ferroviarios con 20.000, el Correo Argentino con 17.000, Aerolíneas Argentinas con 10.700 y Aguas y Saneamiento con 6.000. Se trata en general de trabajadores que eran contabilizados como empleo privado y que se convirtieron en empleados públicos a partir de la estatización de esas empresas.
En segundo lugar aparece la administración central, que creció 44%, unos 100.000 trabajadores, principalmente en el Ministerio de Desarrollo Social y en el Poder Judicial.
Por último, en la administración descentralizada –ANSES, AFIP, PAMI y otros-, se incrementó 41%, incorporando cerca de 90.000 empleados en los últimos 12 años.
Aclarado que 480.000 no es lo mismo que 1.500.000 como sostiene por ignorancia o de mala fe la vicepresidente, cabe preguntarse…
¿Es demasiado grande la planta de empleados públicos en Argentina?
El índice
de trabajadores públicos de acuerdo a la población económicamente activa (PEA)
puede ser un buen indicador para comparar con otros países. La cantidad de
empleados estatales en Argentina, tomando en cuenta tanto a la Nación como a
las provincias y municipios, se calcula en 3.700.000, lo cual, considerando una
PEA de 22.000.000, arroja que cerca de 17% de los argentinos trabajan en el
Estado.
Esos valores demuestran que nuestro país no escapa a la media de la región latinoamericana y que está por debajo de los países desarrollados como Noruega (34%), Dinamarca (32%), Suecia (26%), Francia (22%), Canadá (20%) y el Reino Unido (18%).
Al observar la composición del empleo estatal argentino puede notarse que son las provincias las que han visto aumentar sus dotaciones de trabajadores de manera más significativa, en general por transferencias de personal de salud y educación desde la Nación en las últimas décadas.
Un estudio de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (Cedlas-UNLP) analiza el papel central que ocupa el Estado en las sociedades y economías nacionales: “Provee servicios básicos como defensa y justicia, ofrece servicios sociales como educación y salud y con frecuencia participa en sectores productivos a través de empresas estatales. Para realizar este vasto conjunto de actividades el Estado emplea a un gran número de trabajadores: de hecho el sector público es, típicamente, el principal empleador en las economías modernas”.
Presentar la idea de un Estado agrandado desmedidamente, como lo hace Gabriela Michetti, persigue generar un clima de opinión favorable a los despidos.
Es normal que se dé cierto recambio en el plantel de empleados públicos al iniciarse una nueva gestión, incluso despidos puntuales en determinadas reparticiones, lo novedoso de la gestión macrista es que se cuentan por miles. Sobre el particular, ayer durante la marcha, el ex diputado Claudio Lozano, indicó que a través del Instituto de investigaciones económicas de la CTA-A, lleva registrados más de 28.000 despidos de empleados públicos. A lo que se agrega que el gobierno reconoció que pueden haber más ya que están analizando alrededor de “25.000 contratos que se habían iniciado en los últimos tres años”.
Esta situación facilitada por un mayor grado de flexibilización, ya que hay una planta permanente muy chica y un enorme sector de contratos de diferente índole: planta transitoria, pasantías, becas, contratos de empleo público, locación de servicio, de obra, con organismos internacionales, con universidades y fundaciones, entre otros, y cada uno con su propia normativa salarial y laboral. Hace 20 años eran más los trabajadores de planta que los contratados, pero esa relación fue invirtiéndose a favor de éstos últimos.
Hugo Godoy, secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), señaló que los despidos masivos son “un disciplinamiento de cara a la próxima discusión salarial”, pero añadió que: “La precarización laboral dentro del Estado, que aumentó durante el kirchnerismo, terminó volviéndose un terreno fértil”. Desde 2009 solo se llevaron a cabo 13.000 concursos, precisamente para blanquear a esos trabajadores informales, contra los que ahora apunta el Ministro de Modernización, Andrés Ibarra.
Esos valores demuestran que nuestro país no escapa a la media de la región latinoamericana y que está por debajo de los países desarrollados como Noruega (34%), Dinamarca (32%), Suecia (26%), Francia (22%), Canadá (20%) y el Reino Unido (18%).
Al observar la composición del empleo estatal argentino puede notarse que son las provincias las que han visto aumentar sus dotaciones de trabajadores de manera más significativa, en general por transferencias de personal de salud y educación desde la Nación en las últimas décadas.
Un estudio de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (Cedlas-UNLP) analiza el papel central que ocupa el Estado en las sociedades y economías nacionales: “Provee servicios básicos como defensa y justicia, ofrece servicios sociales como educación y salud y con frecuencia participa en sectores productivos a través de empresas estatales. Para realizar este vasto conjunto de actividades el Estado emplea a un gran número de trabajadores: de hecho el sector público es, típicamente, el principal empleador en las economías modernas”.
Presentar la idea de un Estado agrandado desmedidamente, como lo hace Gabriela Michetti, persigue generar un clima de opinión favorable a los despidos.
Es normal que se dé cierto recambio en el plantel de empleados públicos al iniciarse una nueva gestión, incluso despidos puntuales en determinadas reparticiones, lo novedoso de la gestión macrista es que se cuentan por miles. Sobre el particular, ayer durante la marcha, el ex diputado Claudio Lozano, indicó que a través del Instituto de investigaciones económicas de la CTA-A, lleva registrados más de 28.000 despidos de empleados públicos. A lo que se agrega que el gobierno reconoció que pueden haber más ya que están analizando alrededor de “25.000 contratos que se habían iniciado en los últimos tres años”.
Esta situación facilitada por un mayor grado de flexibilización, ya que hay una planta permanente muy chica y un enorme sector de contratos de diferente índole: planta transitoria, pasantías, becas, contratos de empleo público, locación de servicio, de obra, con organismos internacionales, con universidades y fundaciones, entre otros, y cada uno con su propia normativa salarial y laboral. Hace 20 años eran más los trabajadores de planta que los contratados, pero esa relación fue invirtiéndose a favor de éstos últimos.
Hugo Godoy, secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), señaló que los despidos masivos son “un disciplinamiento de cara a la próxima discusión salarial”, pero añadió que: “La precarización laboral dentro del Estado, que aumentó durante el kirchnerismo, terminó volviéndose un terreno fértil”. Desde 2009 solo se llevaron a cabo 13.000 concursos, precisamente para blanquear a esos trabajadores informales, contra los que ahora apunta el Ministro de Modernización, Andrés Ibarra.
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