Los voceros del presidente electo atribuyen la actitud a un “gesto de autoridad”, de cara a su futuro mandato. Pero esa muestra de poder personal por parte del gobierno que llega no es sólo una réplica al desvencijado kirchnerismo. Es una señal dirigida a las convulsiones políticas que se vienen, como consecuencia de la bancarrota que deja el kirchnerismo y de la salida brutal que el gran capital y sus partidos preparan para ella. Un economista cercano al macrismo, González Fraga, declaró días atrás a María O’Donnell que el “crédito internacional” (sic) mirará con atención “la capacidad del gobierno, por ejemplo, para controlar huelgas”. Macri ya avisó que no le hará asco a los decretazos, que podrían protagonizar las primeras semanas o meses de su gobierno. Los que se ilusionaban con el retorno al “republicanismo” tendrán que esperar una ocasión mejor.
El precio del rescate
La razón de fondo de esta crisis es que el traspaso presidencial no tendrá lugar en un marco indoloro: lo que se dirime es el destino de una bancarrota nacional. Quienes se ofrecen como rescatistas de ella sólo están dispuestos a jugar ese papel al precio de cobrarse enormes resarcimientos, los que provendrán de confiscaciones sociales. De cara a esa realidad, el bastón de mando no sólo le es esquivo a Macri en la ceremonia oficial. Es que la factura completa del rescate -devaluación, tarifazos, ajuste fiscal- parece demasiado pesada para quienes acaban de ser caracterizados como “un movimiento de opinión que se vuelve mayoritario circunstancialmente, pero su victoria no se apoya en un hecho social consolidado” (La Nación, 6/12).
En las últimas horas, el macrismo fue y vino por la eximición del aguinaldo en el impuesto al salario, al tiempo que salió a advertirle a ‘sus’ empresarios sobre las “remarcaciones excesivas” de precios. Los capitalistas, sin embargo, no saben de estas prevenciones políticas, y van por su ´pliego´. En una reunión del nuevo secretario de Agricultura -y estanciero- Buryaile con ruralistas, aquél debió recordarles que (ahora) “trabajo para Macri”. Es que los jefes del campo le acababan de plantear “altas exigencias para romper los silo bolsas” (donde se almacena la cosecha de soja) (Clarín, 9/12). El capital agrario reclama todo el paquete para liquidar sus inventarios -no sólo la anunciada eliminación de las retenciones, sino también la megadevaluación.
Igualmente pesado es el pliego de condiciones del capital internacional para concurrir a un rescate financiero. En un cónclave que el Consejo de las Américas le dedicó a la Argentina días atrás, representantes de los fondos de inversión advirtieron que, para conseguir financiamiento, el gobierno “debería encarar primero el déficit fiscal porque está en el corazón de los otros problemas”. Los usureros esperan el tarifazo y la devaluación (que licúe los salarios y la deuda pública en pesos) antes de “traer los dólares”. En el mismo foro, se dijo que la “transición puede ser más lenta de lo que espera el mercado”. Dicho al revés, el “mercado” podría terminar precipitando la transición, como ya lo está haciendo con la escalada de precios. En suma, el presidente de los “mercados” debuta con un golpe de mercado en ciernes.
Del lado del gobierno que se va, Cristina Kirchner ha redoblado la apuesta, al decidir el boicot de su bloque parlamentario a la jura de “Mauricio” en el Congreso. Pero la orden podría ser desacatada por los pejotistas, lo que pondrá de manifiesto una escisión y el retroceso político del camporismo. Después de la jura, vendrán otros choques, como los de la presidencia del ente de medios (AFSCA), la Comisión de Valores o la TV pública. Pero en el más importante de todos -la presidencia y el directorio del Banco Central- el kirchnerismo parece dispuesto a bajarse rápidamente del barco.
Crisis de poder
El culebrón del bastón y la banda, en definitiva, es la punta de una crisis de poder. Su telón de fondo es una bancarrota capitalista incompatible con el “país normal” augurado por “Cambiemos”. Los métodos de camarilla y de arbitraje proseguirán, entre ellos, los pactos con la burocracia sindical. Junto al programa de reivindicaciones obreras, denunciamos el carácter conspirativo de todo el régimen estatal que pretende pilotear el ajuste, y planteamos la elección popular de jueces y fiscales, de los directores de medios oficiales y de sus organismos de control.
Discutamos un programa para enfrentar el ajuste
El movimiento obrero atravesará de inmediato desafíos enormes. De entrada, enfrenta una combinación de carestía y recesión. Ambas cosas estarán en el núcleo del ajuste.
La canasta básica de alimentos escaló un 25% en las últimas semanas, pero también aumentaron los medicamentos un 15%. Ha empezado la remarcación capitalista preventiva de la devaluación. Se cayó la mentira electoral de que los precios ya habían “descontado” el impacto de la devaluación futura.
Si a esto le sumamos los impuestazos en ciernes -en La Matanza el aumento de tasa municipal llega al 50%- y los tarifazos, hay que caracterizar que el inicio de la gestión macrista estará signado por un traslado fenomenal de la bancarrota kirchnerista a salarios y jubilaciones, bastante antes de las paritarias. Pero Alfonso Prat Gay anunció un “acuerdo social” para el mes de enero. Por lo tanto, la escalada de precios operará en la mesa del pacto social como un colchón inflacionario previo.
Otro verso que se cae es el de la derecha “moderna”. Macri está apelando de entrada a un pacto con la “vieja” burocracia sindical. Esa burocracia llega dividida, pero unida en el entreguismo. Moyano y Venegas negocian cargos en la administración de los fondos de las obras sociales, aceptando desde el vamos el esquema menemista que permitió a Cristina quedarse con 40 mil millones de pesos de los trabajadores Macri nombró en Trabajo un apellido de prosapia burocrática (Triaca) y distintas fracciones negocian posiciones menores en Trabajo para asegurar el “modelo sindical”, o sea, perpetuar el respaldo del Estado a una casta corrupta y desprestigiada entre los trabajadores.
El propósito, no ya de Macri sino de toda la burguesía, es controlar las tendencias explosivas de los aumentazos y tarifazos mediante la recesión económica, para que las suspensiones y despidos actúen como armas de disciplinamiento social. La preocupación respecto de una reacción obrera quedó graficada en las idas y venidas con el impuesto a las ganancias y el medio aguinaldo, donde finalmente echaron lastre.
Intervenir
Ante este panorama, el clasismo tiene que intervenir a partir de dos cuestiones inmediatas: el doble aguinaldo o bono de fin de año y el respaldo a la lucha de Cresta Roja, donde se juegan 5.000 puestos de trabajo y una racionalización empresarial que podría ser modelo de ajuste.
El conflicto de Cresta Roja ha puesto en claro que el kirchnerismo acompañará el ajuste en marcha, y lo propio harán los burócratas sindicales que seguían a CFK. Es lo que evidencian Gerardo Martínez y compañía, ya pasados al bando de la unidad promacrista del movimiento obrero, al igual que las entregas de Caló a los despidos en Peugeot y las siderúrgicas. Toda pretensión de “frente opositor” con el kirchnerismo o la burocracia es criminal para el movimiento obrero. No olvidemos que toda la burocracia -incluidos especialmente los Yasky y los Caló-, acompañó la dilatada tregua electoral 2015, con el ajuste que empezaron CFK y Kicillof, y Scioli y los gobernadores.
Nuestro planteo
Es necesario clarificar sobre las consecuencias de la política que está en marcha. La salida capitalista a la quiebra que dejan los K conduce a una política antiobrera en todos los frentes.
Tenemos que elaborar un programa y plantear una vasta deliberación en todas las organizaciones sindicales, obreras y estudiantiles.
En primer lugar, que las paritarias se adelanten a enero en todos los gremios para afrontar la inflación. Establecer cláusulas de indexación y referir los mínimos a la canasta familiar, como lo hizo Aceiteros. Los paritarios deben ser electos en asamblea, y sus mandatos resueltos del mismo modo. La lucha contra la burocracia es parte integral de la lucha contra el ajuste.
Toda fábrica que cierre o despida masivamente tiene que considerar en asamblea la ocupación. Hay que plantear la prohibición de despidos y suspensiones, repartiendo las horas de trabajo disponibles.
Los contratados, precarizados y monotributistas serán los primeros y más vulnerables candidatos al ajuste, su pase a planta e integración al convenio principal tiene que ser incluida en los pliegos paritarios y las asambleas de lugares de trabajo. Especialmente en el Estado, el primer precarizador.
Que las bases deliberen y decidan. El planteo de un congreso del movimiento obrero, con mandato para enfrentar el ajuste, es una perspectiva general y de método para la etapa, en especial frente a las luchas en curso y al debate planteado entre el activismo antiburocrático. No hay ninguna posibilidad de que la crisis se resuelva sin un choque con las reivindicaciones de los trabajadores. Preparemos al movimiento obrero para enfrentar el ajuste y derrotarlo.
PRENSA OBRERA
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