A días de su asunción Mauricio Macri ya confirmó a los flamantes miembros de su gabinete económico, comandado por Alfonso Prat Gay, quien ya comenzó las negociaciones con Washington en una misión desesperada por conseguir dólares.
El claro perfil pro empresarial del gabinete, con mayoría de ex CEO’s de multinacionales, presenta serios interrogantes sobre el rol que jugarán al mando de ministerios públicos, sobre la preferencia de las políticas de “shock” para recuperar las ganancias empresarias y sobre cómo afrontarán las contradicciones estructurales de la economía argentina.
Sobre este escenario, sus consecuencias, quiénes ganan y quiénes pierden, La Izquierda Diario conversó con Alejandro Bercovich, el periodista y economista de reconocida presencia en medios gráficos, radiales y televisivos.
¿Para vos qué expresa el gabinete económico que definió Macri?
Para mí el gabinete de Macri representa, ante todo y objetivamente, el mayor desembarco de gerentes de grandes empresas en los principales resortes del Estado de toda la historia argentina. Que eso se termine de revelar como un avance de los intereses esas empresas y de las grandes multinacionales se va a ver en la medida que avancen las primeras medidas de gobierno. Pero ya la configuración del gabinete habla de trasladar la lógica del capital a la gestión pública directamente, y ya sin el intermediario habitual de la política tradicional, que suele presentarse justamente como eso, como alguien que es útil al capital pero que a la vez gestiona en nombre del bien común.
¿Qué opinas sobre las medidas que anunció el futuro ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Ricardo Buryaile de eliminación de las retenciones a las economías regionales, al trigo y maíz y el recorte gradual de 5% a la soja?
Para mí expresa, por un lado, un primer paso a la liberalización total y el fin de la intervención del gobierno para intentar salvaguardar rentabilidad de algunos sectores en detrimento de otros. Y por otro lado implica la victoria final de la burguesía rural, los terratenientes y de los intereses más concentrados del campo, de la batalla que se abrió por la renta extraordinaria en el conflicto por las retenciones en 2008.
Eso de alguna forma quedó en una especie de stand by o de empate mientras duró el súperciclo de los commodities, pero ahora que afloja ese súperciclo el campo hace valer lo que en aquel momento fue una victoria política frente al kirchnerismo y, para mí, frente a todos los que queremos que haya una redistribución del ingreso y de la renta generada por el sector más productivo de la economía argentina.
En un artículo reciente decís que “a Scioli le esperaba un destino incierto, parecido al de Dilma Rousseff, o la quimera de volver a crecer de la mano de una sintonía fina que debió haberse hecho en 2012.” ¿A qué te referís específicamente?
La comparación entre Scioli y Dilma Rousseff es porque me parece que Scioli había sumado promesas de no ajuste y promesas de mejoras, respecto de lo que había prometido inicialmente en su campaña. Y la realidad le iba a terminar imponiendo llevar adelante un ajuste fiscal como el que no dudó en llevar adelante en Provincia en sus ocho años de gestión. Y como el que tampoco dudó en llevar adelante Dilma en Brasil, aunque había prometido todo lo contrario. Esa situación llevó a Dilma al actual 6 % de popularidad y la debacle total de su gobierno. Me parece que ese era el destino que le esperaba a Scioli, más temprano que tarde, durante un 2016 que será un año más complicado por la situación internacional y por cómo se movieron los factores de poder en la Argentina en los últimos dos años.
Cuando digo lo que la otra alternativa era una “quimera”, digo que era justamente inalcanzable, era intentar hacer la sintonía fina que el gobierno debió haber hecho en 2012, cuando optó por patear para adelante los problemas que se empezaban a insinuar desde el sector externo. Y cuando además descubrió el factor inversión que es algo que cualquier economía capitalista necesita, incluso aunque haga como el kirchnerismo que intentó sustituir las inversiones privadas con un fuerte impulso a la inversión pública. Especialmente a manos de YPF, el Plan Procrear y en las empresas donde intervino en el directorio, para forzar decisiones de inversión con los directores que había heredado con las AFJP.
Eso es una quimera porque se tendría que haber hecho en 2012, si hubiera habido voluntad política, y un debate más en profundidad sobre cambiar la estructura productiva del país, cosa que el kirchnerismo no hizo.
Teniendo en cuenta el resultado ajustado del balotaje, ¿creés que el equipo económico macrista implementará medidas más "gradualistas" de lo que se imaginaba o de lo que anunciaba el kirchnerismo?
En principio creo que el resultado ajustado no está influyendo mucho en los planes del equipo económico, que tienen un sesgo hacia el shock respecto de la gradualidad. Me parece que sí va a influir ese resultado ajustado en la resistencia que van a generar estas primeras medidas y, sobre todo, un primer semestre del gobierno que yo veo va a incluir un ajuste muy cruento. Por lo menos si se mantiene lo que vienen deslizando hasta ahora como atisbos de las primeras medidas.
Creo que la resistencia va a ser muy tenaz, en función de que el desempleo es bajo y no existe el cuco del desempleo, que sabemos los que leímos a Marx que funciona como un ejército de reserva que presiona a la baja al salario real.
Por eso, creo también que para ajustar al salario, como ya dijeron casi inequívocamente que vienen a hacer; necesitan despidos, mayor desocupación, y ahí veo los primeros conflictos.
¿Cómo pensás que será la devaluación?
Es imposible saber cómo va a ser la devaluación porque justamente ni ellos saben cuántos dólares van a conseguir, ni dónde pueden frenar el dólar. Lo que me parece fue irresponsable anunciarla un mes y medio antes y para peor decir que no va a influir en el costo de vida, cosa que todos sabemos es mentira.
Con respecto al sector empresario y el nuevo gobierno, ¿pensás que van a presionar por la devaluación inmediata o van a darle tiempo para que se asiente?
La clase capitalista, por una cuestión de estética, cultural, de entorno, de clase social, está feliz con el triunfo de Cambiemos. Todos lo votaron y están muy contentos, en general, los que mueven los resortes de la economía. En la Unión Industrial pasa algo raro, ya que más de la mitad votó a Scioli por las ganancias que les generó, específicamente las industrias del mercado interno, la protección comercial que les dio el kirhnerismo. Por eso tienen miedo que el mecanismo disciplinador el macrismo encuentre para los precios sea la apertura indiscriminada como hizo Domingo Cavallo. Me parece que ahí hay un conflicto que se puede llegar a abrir entre sectores, porque además Macri ha tenido muchas veces posiciones muy “antiindustriales” a pesar de que ahora se vende como desarrollista.
El triunfo de Macri envalentonó al derechista diario La Nación con una editorial que fue ampliamente repudiada. ¿Opinás que en la misma sintonía las patronales se están preparando para atacar las condiciones de vida de los trabajadores?
Sí, creo que efectivamente las empresas se están preparando para llevar adelante ese ajuste del salario real. Es algo transversal a todos los sectores, tanto a los que son exportadores y a los del mercado internistas. Pero de ninguna manera con la virulencia que lo hizo La Nación el primer día luego del balotaje. Me parece que eso fue un acto de torpeza, una sobreactuación. Bueno, así les fue. Recibieron un gran repudio y no creo de ninguna manera que 12.900.000 personas hayan votado contra los juicios de crímenes de lesa humanidad, ni por asomo. Me parece incluso que buena parte del elenco gobernante nuevo también está en contra de esas posiciones más “dinosaurias”.
¿Para qué crees que se tienen que preparar los trabajadores en esta nueva etapa?
Creo que los trabajadores se tienen que preparar para resistir en un contexto en el cual la economía va a estar muy complicada, más allá de los diagnósticos. Con un gobierno nuevo que planea un shock de consecuencias redistributivas muy regresivas y, además, intenta fijar la responsabilidad en el gobierno que se va, soslayando el hecho de que el gobierno que se va se las arregló con muñeca política para que los años de recesión o de crecimiento leve como éstos últimos no afectaran al consumo, en la medida en que lo afectan una devaluación brusca o recortes más audaces del salario real.
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