Hombre en llamas

Hombre en llamas
Hombre en llamas. Orozco, J.C. Algunos críticos interpretan el mural como una glorificación de los cuatro elementos, otros ven en cada una de las figuras una simbología inherente al hombre mismo: el hombre teológico (que simboliza la tierra), el cual despierta en el mundo y convierte en dioses los fenómenos naturales que no comprende; el hombre metafísico (que simboliza el viento), el cual empieza a tener conciencia, reflexionando sobre la realidad del mundo; el hombre científico (que simboliza el agua), el cual analiza los fenómenos, los objetos, penetrando con su razón en sus esencias. Finalmente el hombre de fuego que debería simbolizar a Prometeo, el que rebelándose a los dioses entregó a los hombres la chispa del fuego, la cual representa al mismo tiempo la razón y la libertad. Así el hombre, ya libre, crea las artes en su constante lucha de superación; el hombre hecho fuego de pasiones, de anhelos de conquistas, pero sobre todo dueño de su vida, de su destino y de sus decisiones.

martes, 16 de diciembre de 2014

En el diario no hablaban del swift

 
La empresa frigorífica decidió unilateralmente aumentar la jornada de trabajo a 10 horas.
Ante el reclamo de los trabajadores, los delegados fueros separados.
A pesar de una orden judicial la empresa no los reincorpora.
Una situación que define el marco de alta concentración y explotación laboral en el que transcurre la producción de carnes en la Argentina.  

Por Lucas Paulinovich / Cooperativa de Comunicación La Brújula.
Por ANRed - L (redaccion@anred.org)
No es difícil burlar la historia desde el poder económico: con un solo gesto, la larga tradición de luchas y conquistas obreras queda por el suelo. Así lo hizo el frigorífico Swift de Villa Gobernador Gálvez imponiendo la elevación de las jornadas a 10 horas. Los 1.300 empleados, ahora, deberán sacrificarse más tiempo para cumplir con las necesidades de la estrategia productiva de la empresa. Un ingrediente más en el panorama de superexplotación que atraviesa al sector de la carne de punta a punta y que tiene en los frigoríficos un actor principalísimo.
Sueldos que van de los 6.500 pesos para los operarios iniciales hasta los 7.500 para aquellos con más experiencia y categoría calificada, pésimas condiciones de trabajo, control estricto de los ritmos de trabajo y, a partir de ahora, más tiempo para las tareas que requieren un alto desgaste físico y generan inmensas ganancias para los accionistas brasileños. Un mapa de la explotación con acento actual.

Prohibido reclamar

Tras la decisión de la empresa de aumentar la jornada, los trabajadores realizaron una asamblea. Como consecuencia, la empresa separó a dos de los delegados. Fórmulas para el amedrentamiento y castigo, ante la inactividad del sindicato que termina en un posicionamiento de respaldo a la patronal y la falta de representación genuina de los intereses de los trabajadores. “Las veces que fuimos al sindicato fuimos apretados por gente que no tiene nada que ver con el gremio. Se manejan de esa manera. Tampoco nos atienden como representantes, nos hacen a un costado. Obviamente se llama a reuniones de cuerpo de delegados y no somos comunicados. Ellos toman que si no pensamos como ellos y estamos del lado del obrero, somos opositores -dice Silvio Aguirre, delegado de la picada de novillos del frigorífico Swift de Villa Gobernador Gálvez-. La sección de picada de novilllo repudiamos las 10 horas. Somos dos delegados que representamos a 300 compañeros. Estamos fuera de la ley laboral. Nos encontramos el martes separados de la planta, sin darnos ninguna respuesta. Lo que queremos es que el gremio nos represente y se ponga al frente de la lucha de los trabajadores”.

Con el enemigo en casa

Las patronales se extienden hacia la plantilla de los trabajadores a partir de la complicidad de las cúpulas gremiales que evitan toda medida de fuerza y reclamo y contribuyen a mantener el orden de explotación. El gremio está jugando para la patronal. El problema mío surge en el 2009 y no es la primera vez que me pasa. Me han iniciado juicio de desafuero gremial y mis representantes no asumieron su rol. Mi lucha es reinstalarme en las 9 horas de trabajo como corresponde. Mis compañeros me han elegido en el 2012, desde afuera lo he ganado, no estando en la planta mis compañeros nos han elegido. El tercero lo gano desde adentro y parte desde afuera. Y el gremio nunca dio una respuesta”, cuenta Aguirre, que logró una medida judicial para su reincorporación que no fue obedecida por la empresa.
Tampoco contó con el respaldo del gremio obligando a cumplir lo dictado por el juez: “hoy la empresa está incumpliendo con lo que el juez firmó que es la reinstalación de las dos horas gremiales que me corresponden. Tomó arbitrariamente la decisión y no está acatando a la justicia. Yo tendría que estar adentro de la planta, más allá de lo que quiera la empresa. Así se manejan, con esa impunidad.”
Como si no existiera la inflación y las condiciones fueran óptimas, amparados en el argumento de no arriesgar las fuentes de trabajo, el gremio cerró un acuerdo a la baja en las paritarias, con un aumento discriminado en 14% para abril, cuando se firmó; 8% de julio a fines de noviembre y en adelante, hasta el 31 de marzo del 2015, otro 8%. También modificó el presentismo atándolo al 8%. No es recomendable, entonces, enfermarse o sufrir algún accidente. Una carrera imposible de ganar.
Lo importante (no) es la salud
Las exigencias de producción imponen un régimen de guardia entre los trabajadores e intensifican los ritmos, consiguiendo incrementar el nivel de explotación. “Los capataces están a la orden del día controlando el ritmo de trabajo”, dice Aguirre.
En la ecuación, la salud de los trabajadores no es una variable a tener en cuenta a la hora de cuantificar las ganancias: “tenemos mucha superexplotación. Estamos sometidos a trabajar a un ritmo muy elevado: tenemos 900 cabezas todos los días en 9 horas. Los compañeros terminan agotados, con dolores en los brazos, las manos y la cintura”, agrega el delegado.
Para evitar que los trabajadores recurran al seguro y estén fuera de la planta durante algunos días, lo que genera pérdidas para la empresa, y con el excusa de evitar accidentes de trabajo, la empresa impone métodos particulares para el cuidado, como la utilización de piletones con hielo para deshinchar los tendones y articulaciones y permitir que los brazos sigan funcionando: “es una rutina que se hace diariamente: la empresa los llama por legajo y dicen a quién le toca meter la mano en los piletones con hielo. Dicen que es para desinflamar los tendones y evitar accidentes de trabajo. Pero la realidad es que se trata de una forma para que rindan al 100% en la productividad y evitar que vayan al seguro y estén tres o cuatro días afuera de la planta por algún problema. Todo para disminuir pérdidas”, sintetiza Aguirre. Paliativos para que los problemas físicos se posterguen y no repercutan en la inmediata producción: esas son las reglas de la eficiencia.
“Esa es la única medida que toman para la salud de los trabajadores. Y si se encuentra algún compañero con alguna dolencia dentro de las horas de trabajo, se lo autoriza a ir al servicio médico y, dependiendo de la dolencia, le dan calor o frío y lo dejan en reposo media hora o 45 minutos y nuevamente tienen que retomar las actividades. Como dice un compañero delegado: falta que nos metan el hielo por la boca y ya estamos curados. Todo se reduce a eso: calor o frío”, añade.
Privilegios de gran actor
La crisis en el sector de la carne llevó a que el grupo JBS-Friboi rediseñara su estrategia apuntando a ganar el mercado interno. En esa maniobra se cerraron varios establecimientos y se concentraron las actividades en el frigorífico de Villa Gobernador Gálvez, lo que aumentó, al mismo tiempo, los niveles de exigencia y explotación. “La empresa argumenta que es un buen momento para que el obrero se gane unos pesos más. También nos dicen que si no se trabaja 10 horas, van a extender la faena a Paraguay. Esa es la presión de la empresa, con esa metodología presionan a los obreros con que si no se trabaja, ellos levantan su equipaje y se van, dice Aguirre.
La presencia de los capitales brasileños es absoluta y su hegemonía fue gestándose a través de la compra de otras empresas en un proceso de sistemática concentración que le dio preponderancia en las cadenas internas de los países en los que tiene presencia, a la vez que se expandió por toda la región, diversificando sus inversiones y contando con mayor capacidad de extorsión y chantaje: “El nuevo esquema de negocios, obviamente, llevó a las célebres reestructuraciones, y así comenzaron a cerrar diversas plantas en todo el país y miles de trabajadores quedaron en la calle sin mayores inquietudes. Este proceso de achicamiento fue acompañado de una sistemática concentración en la industria frigorífica brasileña: JBS compró el año pasado a Marfrig, incluyendo sus bienes en la Argentina, conformando una colosal estructura de 80 mil trabajadores, siendo la más grande del mundo en el sector (el grupo JBS-Friboi es un gigante con negocios extendidos por todo el continente, incluyendo el negocio financiero con los bancos JBS y J&F). De las ocho plantas que este coloso regional llegó a contar en la Argentina, solo quedan operando una, en Villa Gobernador Gálvez, donde concentró todas las actividades; Marfrig también comenzó a cerrar sus plantas, proceso de desinversión que comenzó en 2012, cuando se desprendió de la marca Paty: en el primer trimestre del año pasado reconocía pérdidas por 40 millones de dólares y la aplicación de medidas de achicamiento y cierre de plantas.”

En busca de la rentabilidad perdida

Si las condiciones no son favorables para la realización de los negocios, los capitales amenazan con abandonar sus establecimientos, sin ninguna consideración por las fuentes de trabajo. Poco importan las necesidades internas y el desarrollo productivo, lo importante es la magnificación de las ganancias y siempre hay mejores geografías para amplificarlas: así lo dejó en claro en 2012 Wesley Batista, presidente de JBS, anunciando que la empresa comenzaría a abandonar a la Argentina ante la política de carnes que estaba “asesinando la industria de la carne”.
El proceso de concentración que se produjo en la Argentina en los últimos años dotó a los grandes capitales del dominio total de la cadena y los transformó en los actores capaces de determinar las políticas del sector e influir en todas las instancias de la producción, desde la compra de las cabezas hasta la fijación de los precios en las góndolas para consumo.
Las inversiones se dieron en distintos países de la región como Paraguay y Uruguay, que cuentan con mejores animales que Brasil, y de esa forma, gozan de la posibilidad de buscar nuevos destinos para sus actividades cuando el rumbo político no es beneficioso. La expansión regional de los capitales brasileños dueños de los frigoríficos les permite una posición hegemónica desde donde extorsionan a los trabajadores e, incluso, al poder político que permitió ese avance, amenazando con levantar sus operaciones y trasladarlas a otros países donde las condiciones para sus negocios sean mejores.

Aguantar en el mercado interno

El 28 de mayo JBS anunciaba la presentación de una oferta por 6.400 millones de dólares para quedarse con Hillshire Brands, empresa líder en el negocio de los Estados Unidos. Su especialidad son los derivados cárnicos. La oferta fue realizada por intermedio de la subsidiaria Pilgrim’s Pride
Corporation, en la que JBS controla un 75% y cuenta con ingresos anuales por 4 mil millones de dólares, tiene sede en Chicago y una planta de 9 mil trabajadores. La estrategia global es fortalecer la presencia en el segmento de productos con valor agregado que se comercializa en los mercados internos. Esa disposición se replica en la Argentina y fue la que derivó en la concentración de actividades en Villa Gobernador Gálvez. JBS es la mayor productora de proteína animal, pero también vende cueros, productos de higiene, limpieza y biodiesel, acumulando alrededor de 300 mil clientes en 150 países. Un gigante mundial contra el que un grupo de delegados debe batallar.
En el país se encuentra en ese proceso de reacomodamiento, acaparando otros establecimientos que trabajan a su servicio y absorbiendo todas las instancias de la cadena de producción. Esa es la relación de fuerza en la que se produce el conflicto.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Ley de Seguridad Ciudadana o Ley Mordaza. ESPAÑA Y ARGENTINA ?

"Situación y futuro de la Democracia"

 



Entrevista a Noam Chomsky

Thought EconomicsTraducción: Red Kite

Una mirada al Reino Unido, Estados Unidos y Europa. 

Pregunta: ¿Hasta qué punto son libres y democráticas nuestras sociedades? 
Noam Chomsky: Atendiendo a estándares históricos, estas sociedades son bastante libres. Son democráticas en el sentido de que tienen elecciones formales que no están amañadas y todo eso. No son democráticas en cuanto a que hay otras fuerzas, que no tienen nada que ver con lo popular, que afectan de manera determinante a quién puede presentarse a unas elecciones. Estados Unidos es el caso más extremo a este respecto. En este momento, las elecciones en Estados Unidos están básicamente compradas. No puedes presentarte a unas elecciones a menos que dispongas de una enorme cantidad de capital, lo que significa que, aunque no representan ni al 1% de la población, son sobre todo las grandes corporaciones las que proporcionan ese respaldo de capital. En las elecciones de 2008, por ejemplo, lo que llevó a Obama a la victoria final fue una sustancial ayuda procedente de instituciones financieras que son ahora el núcleo de la economía. Se estima que las próximas elecciones costarán unos 2.000 millones de dólares, y solo hay un sitio al que acudir en busca de una suma de dinero semejante. (clic abajo en Más información)

Antes solía haber un sistema de asignación de puestos en los comités del Congreso a los que se accedía por veteranía y todo eso. Ahora mismo, generalmente se exige que quienes aportan fondos estén en el comité del partido, lo que significa que incluso esos puestos están, en gran medida, comprados. Esto significa que la opinión popular está mucho más marginada. Esto se ve muy claro en cualquier asunto del que se trate. Se dice que el gran problema ahora mismo, a nivel nacional, es el déficit. Pues bien, la gente tiene ideas sobre cómo acabar con el déficit. Por ejemplo: gran parte del déficit es el resultado de un sistema de salud altamente defectuoso cuyo coste per cápita es cerca del doble que en otros países y que, en modo alguno, obtiene mejores resultados; de hecho, los resultados son bastante más pobres. La población se ha mostrado desde hace tiempo a favor de cambiar a un tipo de sistema nacional de salud, que sería mucho menos caro y (a juzgar por los resultados) nunca peor, incluso puede que mejor. ¡Solo eso ya eliminaría el déficit! ¡Y ni siquiera se ha considerado! 
P: ¿Qué es lo que realmente mueve nuestra política exterior y cómo nos afecta eso a nosotros, los ciudadanos? 
NC: La política exterior del Reino Unido y Europa tiende a seguir a Estados Unidos; no completamente, pero EE UU sigue siendo el principal conductor de la política exterior. No es ningún secreto qué es lo que mueve la política exterior. Bill Clinton, por ejemplo, fue bastante explícito sobre ello. Su postura, expresada con claridad en el Congreso, fue que EE UU tiene derecho a llevar a cabo una acción militar unilateral, apoyado en ocasiones por una –así llamada– coalición de los dispuestos, para asegurarse recursos y mercados y que debe tener fuerzas militares desplegadas –lo que significa bases extranjeras en Europa y en cualquier otra parte– para modelar los acontecimientos en nuestro interés. Nuestro interés no significa el del pueblo americano, sino el interés de quienes diseñan la política; fundamentalmente, las grandes corporaciones. 
La política exterior puede emprenderse por vías que puedan perjudicar a la seguridad. De hecho, no es infrecuente, después de todo. Si seguimos la Comisión Chilcot [la comisión del parlamento británico encargada de investigar el papel del Reino Unido en la Guerra de Irak. N. del T.], la jefa del MI5 testificó –como mera extensión de algo que ya se sabía– que tanto Estados Unidos como Gran Bretaña reconocían que Sadam Husein no era una amenaza y que la invasión aumentaría, muy probablemente, la amenaza del terror. Y de hecho, ¡lo hizo! Aproximadamente siete veces en el primer año, según estadísticas cuasi oficiales. Así que se emprendió una invasión que provocaría daños a los ciudadanos de los países invasores, como en efecto ocurrió. Al principio, por supuesto, los motivos se presentaron con las coletillas habituales, es decir, con el dossier informativo que acompaña cada uso de la fuerza, con alusiones a la democracia y a toda clase de conceptos maravillosos. Cuando empezó a verse claro que los objetivos de la guerra no iban a alcanzarse con facilidad, hacia el final de la invasión, ciertas políticas se establecieron con claridad. En noviembre de 2007, la Administración Bush emitió una Declaración de Principios que establecía que cualquier acuerdo con Irak habría de garantizar la capacidad ilimitada de las fuerzas norteamericanas para operar allí –esencialmente, bases militares permanentes– y que dicho acuerdo debería también asegurar la posición de privilegio de los inversores de EE UU sobre los sistemas de energía. En 2008 Bush reiteró, y de hecho, reforzó, este aspecto en un mensaje al Congreso, en el que dijo que haría caso omiso de cualquier legislación que limitara la capacidad norteamericana para usar la fuerza en Irak o que interfiriera con el control norteamericano sobre el petróleo iraquí. Esto se declaró muy clara y explícitamente. En realidad, EE UU tuvo que dar marcha atrás en sus objetivos como consecuencia de la resistencia iraquí; pero los objetivos en sí mismos fueron claros y explícitos, y no tenían nada que ver con la seguridad de los norteamericanos. Esto mismo es cierto en cualquier otra parte. Un eminente especialista en Pakistán revisó recientemente las políticas norteamericanas en Pakistán y Afganistán, revelando una vez más que estas políticas están aumentando de manera significativa la amenaza del terror y hasta posiblemente del terror nuclear. Sus conclusiones fueron que los soldados norteamericanos y británicos están muriendo en Afganistán para hacer el mundo menos seguro para los norteamericanos y los británicos. Esto no es tan infrecuente. La seguridad no es, típicamente, una prioridad esencial de los Estados. Hay otros intereses. 
P: ¿Hasta qué punto están influenciados los medios por los objetivos del Gobierno y de las empresas? 
NC: Hay casos en los que tiene lugar una interferencia directa del Gobierno y de las empresas, pero no creo que ese sea el principal problema en lo tocante a la influencia del Gobierno y las empresas sobre los medios. Tomando a Estados Unidos como ejemplo, los medios son grandes corporaciones, o sea que no es una cuestión de influencia empresarial; son corporaciones que están estrechamente ligadas al Gobierno. Hay un flujo constante de gente entre las corporaciones y el Gobierno; las interacciones son muy estrechas. El entramado de selección de los contenidos sobre los que se debe informar, cómo se debe informar y demás está modelado de manera determinante por los intereses compartidos de las élites del mundo de los negocios, el Gobierno, etc. De hecho, en las universidades no es diferente, y puede verse día tras día. No hay más que fijarse en la zona de exclusión aérea en Libia. En Libia, la intervención –tanto si uno la aprueba como si no– la están llevando a cabo las tres potencias imperiales tradicionales: EE UU, Gran Bretaña y Francia. Hay una participación marginal de algunos otros países de la OTAN, pero los principales países rehúsan involucrarse, y muchos simplemente se oponen a ella. Los BRICS [grupo integrado por cinco países con gran territorio y población: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. N. del T.], por ejemplo, están en contra, y Turquía no quiere involucrarse. Pues bien, estos tres, este triunvirato imperial, dieron gran difusión en su propaganda a una petición de la Liga Árabe sobre una zona de exclusión aérea. La declaración de la Liga Árabe era bastante tibia, y así fue calificada poco después, pero había, de hecho, una llamada en pro de una zona de exclusión aérea. Al mismo tiempo, la Liga Árabe solicitó una zona de exclusión aérea sobre Gaza. En Estados Unidos, literalmente no se informó de eso. Aunque algunos periódicos pequeños puedan haber hablado de ello, no hubo ningún medio importante –ni el New York Times, ni el Washington Post, ninguno de los grandes– que informara de ello. En realidad, en toda la prensa angloamericana, la única mención apareció en el Financial Times.Bueno, se trataba de una zona de exclusión aérea sobre Gaza… algo que no se ajusta a los intereses norteamericanos y, en consecuencia, no era noticia. Al mismo tiempo, la zona de exclusión sobre Libia sí que se ajustaba a los intereses del triunvirato imperial, así que eso era una noticia importante. Y este es el estándar; ocurre a todas horas. 
Uno de los ejemplos más impactantes que nos dice algo sobre la cultura intelectual generalizada tiene que ver con Wikileaks. La filtración que recibió, con diferencia, la mayor atención en términos de titulares y comentarios eufóricos fue que los árabes apoyaban la política norteamericana con respecto a Irán, la hostilidad hacia Irán. Eso estaba por todas partes y fue muy interesante, porque a lo que se refería en realidad era a los dictadores árabes. ¿Y qué hay de la opinión pública árabe? Bueno, eso también fue estudiado, y fue estudiado por las más prestigiosas instituciones de encuestas norteamericanas y publicado por instituciones tan prestigiosas como Brookings. ¡La prensa no informó sobre estos estudios! En Estados Unidos, literalmente no se informó. Creo que hubo un reportaje en Inglaterra. Estos estudios colocan a Egipto como el país más importante de la región, y en Egipto el 90% de la población considera a Estados Unidos como la amenaza más importante. El 80% cree que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. Solo un pequeño porcentaje, puede que un 10%, considera a Irán una amenaza. Esas cifras son bastante similares en toda la región. Pero para los políticos, eso no tiene importancia. Mientras los dictadores nos apoyen, ¿qué más da? 
Esto nos lleva de vuelta a nuestra primera pregunta sobre la actitud hacia la democracia. La actitud es que la población no importa, mientras esté bajo control; y esto se puede comprobar. Este es, por cierto, un problema bastante viejo. Si tuviéramos una información seria sobre estos temas, no solo se informaría sobre la opinión pública árabe, sino también sobre el hecho de que la política de ignorar a la opinión pública árabe ha estado presente desde hace tiempo. En los años 50, el presidente Eisenhower estaba preocupado por lo que él llamaba la ‘campaña del odio’ en el mundo árabe; no por parte de los Gobiernos, sino de la gente. En el mismo año, el Consejo de Seguridad Nacional publicó un estudio que concluía que la percepción entre la gente del mundo árabe era que Estados Unidos apoya a las dictaduras brutales y violentas, bloqueando la democracia y el desarrollo, y lo hace para mantener el control sobre sus fuentes de energía. Acabó concluyendo que la percepción (de los objetivos en política exterior) era más o menos exacta, y que, mientras los dictadores nos apoyaran, ¿a quién le importa que haya una campaña de odio?, siempre y cuando podamos controlar a la población… Eso se ha mantenido como una política consistente, dramáticamente patente hoy día, y como puede verse por la reacción a estas filtraciones e informes con datos cruciales no publicados, se ha convertido en una actitud generalmente aceptada entre los sectores mejor formados. 
P: ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la subversión informativa que se aprecia en los gobiernos y las grandes corporaciones? 
NC: Yo diría que, hasta ahora, hay miles de páginas con información detallada sobre este tema. Sin ir más lejos, miremos los temas que acabamos de mencionar. ¿Es importante para nosotros saber que la invasión de Irak se emprendió con la expectativa de que aumentaría el terrorismo?, ¿que se emprendió con la intención de asegurar que las corporaciones norteamericanas tuvieran acceso privilegiado al petróleo iraquí? ¿y que se convertiría en una base militar permanente de EE UU? Yo creo que habría sido importante para el público saber eso. Creo que sería importante para el público saber que la opinión pública árabe es tan hostil al poder occidental (en concreto, a EE UU) que considera a EE UU como la primera amenaza y cree que la región estaría mejor si Irán tuviera armas nucleares. ¿Es importante para la gente de Estados Unidos y Gran Bretaña saber eso? ¡Yo diría que sí! Y podríamos seguir con otros casos. Por ejemplo, ¿es importante para los norteamericanos saber que, si tuviéramos un sistema de salud similar al de otras sociedades industrializadas, el déficit se eliminaría y no tendríamos que ir contra las pensiones de los maestros o el pago de medicinas para los ancianos, etc? Sí; creo que sería importante saberlo. ¡De hecho, creo que eso debería ser un titular a toda plana! 
Toda esta información puede obtenerse a poco que se investigue, pero ni siquiera se menciona a los ojos del público. 
P: ¿Qué influencia ejercen las grandes corporaciones en la sociedad? 
NC: Las corporaciones juegan un papel determinante en la sociedad. No creo que este hecho sea ni siquiera discutible. Adam Smith ya hacía apreciaciones similares hace tiempo, señalando que en Gran Bretaña los principales arquitectos de la política eran los comerciantes y los industriales, la gente que era dueña de la sociedad, y se aseguraban de que se sirviera a sus intereses sin importar el doloroso impacto para el pueblo de Inglaterra. Esto es mucho más cierto hoy día, con concentraciones de poder mucho mayores; ahora ya no somos solo industriales: tenemos instituciones financieras y corporaciones multinacionales. Tienen una enorme influencia, y esa influencia puede ser no solo dañina, sino letal en muchos casos. 
Tomando como ejemplo a Estados Unidos, las corporaciones han estado realizando grandes campañas propagandísticas para convencer a la población de que el cambio climático no es una amenaza. Esto ha llevado, en efecto, a la mayoría de la gente a estar de acuerdo en que no es un problema real. El capital privado ha sido también el instrumento principal que ha llevado al Congreso a un nuevo grupo de notables, unas figuras que son, prácticamente todas, negacionistas del cambio climático. Estos individuos están a punto de aprobar una legislación que reduzca los fondos del organismo internacional (el IPCC)[Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, el comité de expertos auspiciado por la ONU para tratar este asunto. N del T.] y la capacidad de la Agencia de Protección Ambiental, que puede que ni siquiera sea capaz de monitorizar el efecto de los gases de efecto invernadero ni de llevar a cabo otras acciones que podrían reducir el impacto del calentamiento global, que es una amenaza muy seria. Esto lo han hecho los ejecutivos de las grandes empresas mediante campañas de propaganda y financiando a las figuras políticas que dinamitan esos esfuerzos. Ellos comprenden tan bien como cualquiera que el calentamiento global es una amenaza muy grave, pero aquí entra a jugar el rol institucional. Cuando eres el consejero delegado de una gran empresa, tu tarea es maximizar el beneficio a corto plazo. Eso es mucho más cierto ahora de lo que lo haya sido nunca antes. Estamos en una nueva fase del capitalismo de Estado en la que el futuro simplemente no importa demasiado; ni siquiera la supervivencia de la empresa importa demasiado. Lo que importa cada vez más es el beneficio a corto plazo, y si no es eso lo que persigue un consejero delegado, será reemplazado por otro que lo haga. Este es un efecto institucional, no personal, y tiene extraordinarias implicaciones en la sociedad. De hecho, podría destruir nuestra propia existencia. 
P: ¿Hasta qué punto existe todavía un sistema de clases en las sociedades occidentales? 
NC: Las clases dirigentes están librando constantemente una dura guerra de clases y son conscientes de ello. Si leemos la prensa de negocios, se lamentan del peligro al que se enfrentan los empresarios, del creciente poder político de las masas, de la necesidad de pelear en la interminable batalla por las mentes de la gente, etc. ¡Y actúan al respecto! Continuamente realizan grandes campañas que garanticen que la concentración de poder en manos del sector empresarial siga creciendo. En los últimos treinta años, más o menos, ha habido cambios en la naturaleza de la economía, que se ha desplazado desde el capitalismo hacia el capitalismo de Estado. Gran parte del dinamismo de una economía proviene del Estado; los ordenadores, Internet, la revolución tecnológica, etc. Las aplicaciones vienen del sector privado, pero no la investigación y el desarrollo. Eso sigue siendo cierto en todas las áreas. En los últimos treinta años ha habido un cambio significativo hacia la ‘financiarización’ de la economía. Las instituciones financieras tienen ahora una cuota mucho mayor en los beneficios económicos de la que tenían hace cuarenta años. Se ha dado también otro desplazamiento hacia la externalización de la producción, que, en realidad, coloca a los trabajadores de todo el mundo en competición, con consecuencias obvias. Esos movimientos han puesto en movimiento un círculo vicioso en el que la riqueza esta cada vez más concentrada en una población extremadamente pequeña. En Estados Unidos, el primer factor de desigualdad es la concentración extrema de la riqueza en una fracción del 1% de la población, que incluye a consejeros delegados, directores de fondos de inversión, etc. Según aumenta esa concentración de la riqueza, lleva consigo una concentración de poder político, dado que la riqueza tiene un enorme efecto sobre el sistema político, y el poder político, a su vez, conduce a una legislación que refuerza la concentración de la riqueza. Políticas fiscales, desregulaciones, normas sobre los estatutos de las empresas, etc. Este ciclo existe en todo el mundo, pero en Estados Unidos es demoledor. Como muestra, en la última generación hemos visto repetidas crisis financieras que simplemente no se daban en los años 50 o en los 60, cuando las medidas de new-deal [programas económicos intervencionistas impulsados en los años 30 por Roosevelt para superar la Gran Depresión. N. del T.] todavía estaban vigentes y el sistema financiero estaba mucho más restringido. Las crisis cada vez mayores ya no son un problema para los grandes bancos y los grandes inversores porque pueden confiar en papá Estado para que los rescate. Si tuviéramos un sistema capitalista, las crisis financieras serían graves, pero sus consecuencias se saldarían únicamente con la bancarrota de los culpables, con lo que Goldman Sachs, JP Morgan Chase y Citigroup simplemente no existirían; ¡habrían entrado en bancarrota hace mucho tiempo! Pero como no estamos en un sistema capitalista, han sido rescatados de manera reiterada por el contribuyente. De hecho, se los ha considerado por parte de las políticas reguladoras gubernamentales como “demasiado grandes para caer”, y las agencias de calificación lo tienen en cuenta. Cuando establecen el nivel de riesgo de Goldman Sachs, tienen en cuenta que, si se embarcan en muchas transacciones de alto riesgo y, por tanto, consiguen un enorme beneficio que termina colapsando el sistema, habrá un rescate que hará subir la calificación de esas firmas, lo que significa que podrán obtener créditos más baratos, y así sucesivamente. Mientras tanto, para el grueso de la población de las últimas generaciones –es decir, para la abrumadora mayoría– los ingresos han descendido de manera muy notable, mientras que las horas de trabajo han aumentado y los beneficios se han reducido, lo que ha llevado a una población enfadada, frustrada y confusa que está mucho más distanciada de las decisiones políticas. Decisiones que están, en enorme proporción, en manos de una concentración de poder extremadamente pequeña; y los medios de comunicación colaboran en ello, ya que son esencialmente parte del sistema. Hay algunas voces críticas en la periferia –después de todo, esta es una sociedad libre– pero las fuerzas mayoritarias tienden a apoyar al sistema. Estas son tendencias muy antidemocráticas, y también bastante peligrosas.
Una mirada a los conflictos. 
P: ¿Cuál es su visión de la ‘guerra global contra el terror’? 
NC: El problema es que no existe. No se combate al terror con acciones que se sabe de antemano que aumentarán el terror. La invasión de Irak, de nuevo, se emprendió con la expectativa de que aumentaría el terrorismo, y de hecho lo hizo. Eso no es una guerra contra el terror. No debería haber una guerra contra el terror, sino esfuerzos para debilitar al terror. Los modos de hacer esto son bien conocidos y entendidos. Gran Bretaña es un ejemplo perfectamente válido. Tomemos, por ejemplo, el terrorismo del IRA, que era bastante serio. Mientras Gran Bretaña respondió usando la violencia, contribuyó a una escalada del ciclo del terror. Finalmente –en parte, por la influencia de Estados Unidos y en parte por la presión interna–, la respuesta fue prestar atención a las quejas legítimas que subyacían en las acciones terroristas. Y bien, eso condujo al declive del terror. Por ahora, Irlanda del Norte –aunque no es ninguna utopía– no es, desde luego, como era hace solo quince años. ¡Esa es la manera de abordar el terror! Observar sus raíces, su origen, y hacer algo al respecto. 
Una mirada a la globalización y la sociedad 
P: ¿Cuáles son sus visiones acerca de la globalización y el desplazamiento del poder económico hacia China y la India? 
NC: Antes de nada, deberíamos ser cuidadosos al hablar de “desplazamiento del poder económico”. Es cierto, desde luego, que China y la India han tenido tasas de crecimiento muy significativas, pero se trata de países muy pobres. Echemos un vistazo a su renta per cápita, por ejemplo. Según las cifras del Banco Mundial (que están groseramente subestimadas) China tiene quizá el 5% de la renta per cápita de Estados Unidos, y la India en torno al 2%. Estas cifras deberían multiplicarse por dos o por tres, pero incluso así suponen una pequeña fracción de las occidentales. China ha crecido de manera espectacular, y ha habido un impacto bastante significativo en la reducción de la pobreza y demás. A pesar de todo, China sigue siendo, de momento, una planta de ensamblaje. Si echamos un vistazo al déficit comercial de Estados Unidos con China (algo de lo que se ha hablado mucho) y lo calculamos con exactitud, en términos de valor añadido, resulta que el déficit comercial con China está sobreestimado entre un 25 y un 30 por ciento. El déficit comercial con Japón, Taiwán y Corea del Sur está subestimado en la misma proporción. El motivo es que, dentro del dinámico sistema de producción de Asia del Este, los componentes de alta tecnología vienen de la periferia –de Japón, Corea del Sur y Taiwán– y China los monta. Con el tiempo, esto cambiará, a medida que China vaya escalando peldaños en la escalera tecnológica, pero en este momento es así. Esto es aún más claro en el caso de la India, que tiene cientos de millones de personas que están excluidas por completo del sistema. Los suicidios de campesinos aumentan aproximadamente en la misma proporción que la creación de millonarios. Un par de cientos de millones de personas han obtenido ganancias, mientras otras muchas no, y su situación ha ido empeorando. Existen, además, enormes problemas ecológicos que no son contabilizados como costes, aunque deberían serlo. Lo que está ocurriendo allí es bastante espectacular. 
Se ha hablado mucho de que China posee una parte de la deuda de EE UU y de lo que eso implica, y todo eso. Japón posee aproximadamente la misma cantidad de deuda norteamericana, lo que no otorga a Japón ningún poder sobre Estados Unidos. Hay muchos comentarios engañosos sobre estos temas. 
P: ¿Cómo cree que será el mundo dentro de 25 años? 
NC: Bueno, están ocurriendo varias cosas. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era abrumadoramente dominante; su poder ha ido declinando desde entonces, y continúa en declive en este momento. En parte, este declive tiene que ver con el crecimiento cada vez mayor de la producción asiática; no debemos exagerarlo, pero es ciertamente una de las razones. Otro factor es el ataque interno a la salud de la sociedad norteamericana; la ofensiva de las corporaciones que ha tenido lugar en la última generación ha debilitado seriamente a la sociedad norteamericana. Hay un ataque al sistema educativo que tendrá graves efectos a largo plazo sobre la economía; hay un ataque generalizado contra la clase trabajadora: el círculo vicioso que antes describí es beneficioso para un pequeño sector de la población, pero es dañino para todos los demás. Las infraestructuras están en un estado lamentable. ¡Cualquiera que viaje a Estados Unidos desde Europa o incluso desde Asia piensa a menudo que está llegando a un país del tercer mundo! Y esto va a peor. No supone un problema para el pequeño sector de ricos y poderosos que externalizan la producción y se dedican a la especulación financiera; para ellos, realmente no importa si el país está en declive. Pero está en declive, y sufre ataques internos. Estados Unidos tiene una crisis financiera –el problema del déficit y de la deuda– debida a dos motivos. Uno, un presupuesto militar enormemente abultado, que es aproximadamente el mismo que el del resto del mundo junto, y en segundo lugar, un sistema sanitario desregulado, privatizado y altamente deficiente. Esos dos elementos están siendo protegidos, y eso, junto con el círculo vicioso que he mencionado, conduce a graves problemas internos que harán que el declive continúe. Además, el problema medioambiental es muy serio. Si Estados Unidos no se pone en cabeza, el resto del mundo no va a hacer demasiado. Si Estados Unidos mina los esfuerzos para atajar los problemas ambientales –como está sucediendo ahora–, la cosa va a ser aún más grave, y eso es exactamente lo que tenemos enfrente de nosotros, por las razones institucionales que he mencionado. Dentro de treinta años, eso será mucho más importante. 
Por desgracia, existe además una amenaza cada vez mayor de guerra nuclear e incluso de terrorismo nuclear. Es por eso por lo que antes mencioné la política de EE UU en Afganistán y Pakistán. Parte de esa política aumenta el riesgo de que materiales fisionables puedan caer en manos de islamistas radicales. Hay que decir que el islamismo radical ha sido fuertemente apoyado durante mucho tiempo por Estados Unidos y Gran Bretaña para combatir el nacionalismo secular. Estados Unidos también ha apoyado los programas nucleares de Pakistán, India e Israel, los tres no firmantes del Tratatado de No Proliferación. Todo eso supone una mezcla explosiva. 
También va a haber cada vez más conflictos por los recursos. Los recursos se están exprimiendo hasta el límite, y con un crecimiento cada vez mayor, la competencia será dura, lo que conducirá a graves conflictos por los recursos y puede que a guerras de algún tipo. Puede que no se trate de guerras militares, pero algún tipo de conflicto. Si miramos, por ejemplo, a la reserva de energía más importante del mundo, en Oriente Medio, ¡en este momento esos recursos están yendo más al Este que a Occidente! Estados Unidos tolera esto de buen grado; quieren que el petróleo saudí vaya a China para socavar las iniciativas de China en Irán. Eso forma parte de la estrategia geopolítica norteamericana, pero provocará conflictos, y es también cierto para otros recursos como el hierro, el cobre, el litio, etc. Este es un problema grave y creciente, y da una predicción bastante sombría del futuro, a menos que haya cambios significativos.