Hombre en llamas

Hombre en llamas
Hombre en llamas. Orozco, J.C. Algunos críticos interpretan el mural como una glorificación de los cuatro elementos, otros ven en cada una de las figuras una simbología inherente al hombre mismo: el hombre teológico (que simboliza la tierra), el cual despierta en el mundo y convierte en dioses los fenómenos naturales que no comprende; el hombre metafísico (que simboliza el viento), el cual empieza a tener conciencia, reflexionando sobre la realidad del mundo; el hombre científico (que simboliza el agua), el cual analiza los fenómenos, los objetos, penetrando con su razón en sus esencias. Finalmente el hombre de fuego que debería simbolizar a Prometeo, el que rebelándose a los dioses entregó a los hombres la chispa del fuego, la cual representa al mismo tiempo la razón y la libertad. Así el hombre, ya libre, crea las artes en su constante lucha de superación; el hombre hecho fuego de pasiones, de anhelos de conquistas, pero sobre todo dueño de su vida, de su destino y de sus decisiones.

domingo, 9 de octubre de 2016

Flexibilizaciòn, precarizaciòn, desempleo y persecución laboral: el programa Macri y Cía.

“Con los delegados de base, el movimiento obrero supo tener mucho poder dentro de la fábrica”

Matías Cremonte dirige la Asociación de Abogados Laboralistas. Con él hablamos del programa “laboral” de Macri, la precarización, la persecución en Jujuy y Tierra del Fuego y el rol de los abogados.
Matías Cremonte es abogado de ATE, la Federación Aceitera y otras organizaciones gremiales. Desde hace algunas semanas es, además, presidente de la Asociación de Abogados Laboralistas. La AAL surge en 1958 como una respuesta de abogados laboralistas y sindicatos, de distintas extracciones políticas y gremiales, contra la represión del Plan Conintes. “Por eso uno de los principales valores es el pluralismo político y la autonomía” cuenta Cremonte.
El día que asumió una de sus colegas dijo que “es un tiempo crítico para la profesión: se nos señala a los laboralistas como aquellos que ponemos palos en la rueda al país. La verdad es que le ponemos palos en la rueda a la pérdida de derechos, al fraude y a los incumplimientos laborales”. Hacía alusión al “reto” que había hecho Macri a los trabajadores que se ausentaban o hacían juicios laborales.
Para la Asociación el nuevo gobierno tiene como plan “la recomposición del poder patronal”. De ese y otros temas dialogamos con Cremonte.
LID: ¿cómo ven el panorama a 10 meses de asumido el gobierno de Cambiemos?
MC: Creo que el programa de este gobierno son las editoriales de La Nación. O por lo menos hacía allí quisiera ir. El modelo de relaciones laborales del macrismo es un modelo con una tasa de desocupación importante que empuje para abajo los salarios, con salarios por debajo de la inflación. Idealmente sería un modelo de negociación colectivo en lo posible por empresa o regionalizado. Los editoriales de La Nación llegan al extremo de decir que se tienen que terminan las indemnizaciones por despidos. Vos fijate una de las reformas que están planteando: riesgos de trabajo. En los 90 se crearon las ART, tomando el criterio de que una empresa privada lucre con la salud de los trabajadores. Si esa legislación se fue desactivando con fallos judiciales, la reforma del kirchnerismo fue un retroceso. Pero ahora se quiere retroceder más. Por otro lado la ley de empleo joven y el proyecto de “Ley Pyme”, donde la forma de generar empleo es subsidiar al empleador. El convenio con Mc Donalds es una barbaridad. La falta de empleo es un problema, la falta de empleo joven también. En este gobierno no hay una política para generar empleo, es una política para generar desempleo.
Todo está encaminado a eso. La posibilidad de que eso avance en concreto depende del movimiento obrero, de la resistencia. Más allá de la unidad o no de la CGT, creo que la clase trabajadora no va a permitir que se avance a esos niveles, que pueda concretar su plan el macrismo.
LID: Ya lo dijo Pagani (Arcor), lo dijo Rocca (Techint): “hay que bajar los salarios, los costos”, “hay que cuidar el trabajo y no el salario”...
MC: El tema es “cómo obtengo más rentabilidad”. El salario real ha sufrido un golpe. Pero no es la primera vez, en 2014 se sufrió un golpe al salario real con la devaluación de Kicillof. Ahora la mayoría de las paritarias cerraron en abril, mayo, junio. Gran parte de la inflación del 35 o 40% se va a discutir en la paritaria del año que viene. Es una falacia la idea del gobierno de discutir el 17%.
LID: Bueno, esta línea del gobierno nacional ha envalentonado, o es seguida, por gobernadores de otros signos políticos...
MC: Sí. En general cuando un gobierno nacional instala una línea determinada, muchos gobiernos provinciales se suben a la ola y plantean lo mismo, sean o no del mismo signo político. El caso de Jujuy seguramente sea el más paradigmático de la desvirtuación absoluta del Estado de derecho. Que Milagro Sala este presa no resiste el menor análisis jurídico, porque además está con prisión preventiva. Más allá de lo que se la termina acusando, la detienen por un acampe acusando de sedición.
LID: Lo dijo hasta Joaquín Morales Sola (La Nación): “no se puede detener a una persona y después buscarle causa”...
MC. Uno puede defender lo de Sala por lo injusto que es. Pero además es una cuestión de autodefensa, porque si es así se lo pueden hacer a cualquiera. Pero no es solo eso lo que ocurre en Jujuy. Pero el Estado políciaco que se instaló en Jujuy, hasta los abogados de Sala están procesados. Mandan a alguien a hacerte una denuncia, y te pueden detener. Es gravísimo. Lo de Tierra del Fuego es gravísimo también, como se termina deteniendo a la gente de noche, reprimiendo. Pero en Mendoza a la Secretaria General de la CTA y al Secretario General de ATE le aplicaron el Protocolo de Bullrich, los procesaron por ese decreto. Al Sindicato de Ledesma le aplicaron una multa millonaria “por no cumplir la conciliación”. En un conflicto en la ANAC, con los controladores aéreos, entraron con la PSA a sacar a los controladores de las torres.
El Estado políciaco que se instaló en Jujuy. Es gravísimo.
LID: Hablando de precarización. Los 90 implicaron un salto en la precarización, pero muchas de esas conquistas patronales se mantuvieron durante el kirchnerismo. ¿El macrismo intenta profundizarlas?
MC: El gran momento precarizador fue el 24 de marzo de 1976. La dictadura, al mes, reforma la Ley de Contrato de Trabajo. Más de 90 artículos derogados, y otros tanto modificados. La deuda que la democracia tiene con los trabajadores no la cumplió nunca. El gran trabajo de la dictadura fue doblegar al movimiento obrero. Hay una frase de Roberto Aleman, el Secretario de Hacienda de la dictadura, que es clarísima: “nuestro objetivo era derrotar al movimiento obrero, todo lo que se hizo después fue gracias a nosotros”.
LID: Bueno vos planteas un tema importante. Victor De Gennaro siempre decía que la dictadura vino a cambiar el modelo económico; eso es verdad pero a medias. Lo que la dictadura vino, como la frase que decís de Aleman, a derrotar el movimiento obrero.
MC. Creo que van de la mano... Pero en la dictadura creo que empezó todo. Precarización hay muchas formas. Está la ilegalidad, el fraude laboral, pero está la precarización en el marco de la ley. Está el trabajo en negro, donde hay una responsabilidad del Estado; de este y del anterior. La otra son los sindicatos, que tienen que controlar y pelear contra estas situaciones de ilegalidad.
Pero hay otras que se dan en el marco de la legalidad, como la contratación por agencias como Manpower, la tercerización que casi no se discute en el país y es una de las cosas más graves. Quienes defienden el modelo sindical dicen que el modelo de sindicato único y personería defiende la unidad y que los que plantean un modelo distinto atomizan. Pero la situación que más atomización genera se da dentro de este modelo sindical y sindicatos con personería gremial. En una fábrica tenés 5 o 6 convenios, firmados todos por sindicatos con personería gremial. Esa es la mejor forma de atomizar. Ese es el problema de la tercerización. Que haya los sindicatos que quieran, pero todos firmando un mismo convenio por actividad, y con todos los trabajadores negociando juntos en el mismo momento.
La tercerización en nuestro país está permitida, pero la ley de 1974 si bien la permitía se aplicaba el convenio de la actividad y la representación sindical la tenía el sindicato de la actividad. La tercerización es una estrategia empresaria: dividir, pagar menos, atomizar, es una estrategia del capital, que arrancó sobre todo en los 70. Ese es el mayor problema de la precarización, por eso me preocupa más la “precarización legal”.
El gran momento precarizador fue el 24 de marzo de 1976
LID. Otro tema que muchas veces precariza es la situación salarial. En ese punto hay una experiencia interesante sobre qué significa el “salario mínimo vital y móvil”. Los aceiteros, con conflictos duros, han abierto un debate sobre qué significa para ellos y cuánto debería ser.
MC. Ese es un ejemplo de lo que les decía antes, de algunos derechos que existen formalmente. Esto que parece una locura, que es el planteo salarial de los aceiteros, es simplemente decir “el artículo 14 bis de la Constitución plantea un salario mínimo vital y móvil, la Ley de Contrato de Trabajo define lo que es el salario, “la mínima retribución que debe recibir un trabajador sin cargas de familiar que le debe asegurar alimentación adecuada, vivienda digna, vestimenta, transporte, educación, esparcimiento”. Según nuestro sistema legal hoy, la fuerza de trabajo vale, como mínimo, eso. El solo hecho de trabajar para alguien te debe implicar una retribución que es la suma necesaria para cubrir todas esas necesidades. Finalmente depende de la relación de fuerzas, es cierto, pero yo tengo el derecho a un salario mínimo equivalente a esto, haga la tarea que haga, desde el peón. Los aceiteros lo calcularon y todos los años algunos medios dicen “los aceiteros piden un 40, un 50%...”; pero no es un porcentaje. Ese salario mínimo y vital es $20.615, según lo calculado el año pasado. Todos tienen ese derecho. Esa es la importancia de cómo la plantean los aceiteros y otros sindicatos, más allá de los porcentajes. Pero además plantean que ese es un derecho de todos los trabajadores, no delos aceiteros porque trabajan para una multinacional que puede pagarlos.
Y esto nos lleva de nuevo a la discusión sobre la dictadura y el golpe contra la clase trabajadora. En 1973 o 74, mucha fuerza del movimiento obrero, ningún trabajador dudaba que el salario mínimo le alcanzaba para eso. Hoy no está en discusión que teniendo trabajo aún podés ser pobre, y tenés que tener dos trabajos. Creo que lo que plantean es reconstruir la conciencia de cuánto vale la fuerza de trabajo, estando en el capitalismo. Termina siendo revolucionario por la situación, pero es dentro de los marcos del sistema.
LID: ¿Qué se plantea ante este panorama hoy la Asociación de Abogados?
La agrupación que conduce la Asociación de Abogados Laboralistas creemos en el rol del abogado y que es muy importante para la clase trabajadora poder desenvolverse en el Estado de derecho. No es lo mismo un escenario de represión e ilegalidad, que se respete la legalidad. Pero no somos de los que creen que el derecho es lo más importante: los protagonistas de las posibilidades de las luchas y el cambio social son los trabajadores, sus organizaciones. Nuestro rol es apoyarlos, acompañarlos, todas las experiencias de lucha y organización.
Yo siempre digo que el neoliberalismo, el avance de la flexibilización laboral, hizo mucho daño en terminos reales. Pero en términos formales no tanto. En la Constitución sigue estando el artículo 14 bis, aunque la mitad no se cumple. Y es mejor que esté. Los tratados internacionales, los convenios de la OIT, no van a cambiar la realidad de los trabajadores, pero el hecho de que estén para invocarlos, es importante. No es solo relaciones de fuerzas. Sobre todo esto se dispara cuando hay momentos de resistencia. Cuando el capital avanza, el Estado avanza, la represión avanza, es cuando más necesitas la legalidad para defender a los trabajadores.
El otro que asumimos, una compañera de la Asociación dijo “vamos a ponerle palos en la rueda a la flexibilización, al retroceso en los derechos”.
Los protagonistas de las luchas y el cambio social son los trabajadores, sus organizaciones. Nuestro rol es apoyarlos, acompañarlos
LID: hace poco decías en un artículo que la democracia política, surgida de la revolución burguesa, había llegado solo hasta la puerta de los lugares de trabajo, donde seguía la monarquía...
Si. Es una vieja discusión. El poder de dirección patronal nunca se puso en discusión, en general. En las décadas del 30 y 40, etapa en que se reconocen las organizaciones sindicales, la acción colectiva, la huelga, pero lo que obtiene a cambio el capital es eso: el poder de dirección sobre la producción. El poder disciplinario es mío, dentro de la fábrica mando yo. En el Congreso de la Productividad del 55, el planteo de la CGE (Confederación General Empresaria) a Perón para convocarlo, es eliminar la figura de los delegados y recuperar el poder en la fábrica. Gelbard tiene una frase famosa que dice “no puede ser que un negro toque un pito y se pare una fábrica”. O cuando asume el Secretario de Trabajo, después de Frondizi, que dice “mandaban los que tenían que obedecer, venimos a poner las cosas en orden”. Porque hubo momentos en que el movimiento obrero, a partir de los delegados de base, pudo tener mucho poder dentro de la fábrica. Y volvemos a la dictadura: desde ese momento los empresarios buscaron recuperar todo el poder dentro de la fábrica.
Entonces, una política sindical de elegir delegados en todas las fábricas es una política que quiere disputar el poder en la fábrica. Una política que propone comités mixtos de seguridad e higiene y poner a discutir la vida y la salud de los trabajadores, es la que pone en discusión el poder en las fábricas. Discutir la tercerización...es discutir el poder en las fábricas. Ahí renguea la democracia, no garantiza eso.
Una política sindical de elegir delegados en todas las fábricas es una política que quiere disputar el poder en la fábrica.
LID. Hay veces, como ocurre en Santa Fe, que esos comités mixtos “te quitan el poder”, porque el que termina definiendo es un “árbitro” que lo pone el empresario. Es poco efectivo en el sentido concreto.
MC: Pero eso depende de los sindicatos, que lo impulsen y exijan. Un triunfo de la ultima paritaria aceitera son los comités mixtos en todas las fábricas de todo el país, con tutela sindical para los delegados. Pero eso va de la mano de una voluntad política. Si una máquina está rota no se labura, no se prende...
LID. Bueno, esa capacidad de paralizar la producción, que seguramente en la ley no está contemplado, depende de la fuerza gremial. En la Línea 60 discutieron eso: comité mixto pero con capacidad para paralizar el servicio si no hay condiciones. En Santa Fe sigue habiendo muchas muertes laborales.
MC: Yo creo que la conciencia es fundamental, y para eso también es importante el rol que jueguen los sindicatos. Que tenés derecho a entrar y salir igual del trabajo, por lo menos en términos de accidentes. “Igual” no porque dejás horas de tu vida, la alienación...pero vos tenés derecho a salir indemne.
LID. Los rotos en la industria, por ejemplo en el Neumático, es brutal. En las autopartistas, como Lear y Kromberg. Todo es importado, menos las manitos que los arman. Pibas con 25 años y dos pibes que no los pueden levantar. Eso es brutal. Ahí el sindicato del Plástico y el Smata no es nada
MC: Por eso la desocupación, agrandar el ejército de desocupados, hace que el que tiene trabajo no se fije en las condiciones que trabaja con tal de no perderlo.

martes, 23 de agosto de 2016

GEOFINANZAS IMPERIALES. CINCO EJEMPLOS

Lo que no nos cuentan del capitalismo
22 de agosto de 2016

Geofinanzas imperiales en cinco pasos

“Los bancos son los que realmente toman las decisiones y – detrás de la cortina de una respetabilidad fingida – son la fuerza motriz detrás de las interminables guerras”
Michael Hudson
“Los banqueros centrales, cuya independencia está constitucionalmente protegida, controlan la política monetaria en el mundo desarrollado. Gestionan la oferta de dinero a las economías nacionales. Fijan las tasas de interés decidiendo así el valor de nuestros ahorros e inversiones. Ellos deciden si hay que centrarse en la austeridad o crecimiento. Sus decisiones dan forma a nuestras vidas”
Adam LeBor


Geofinanzas imperiales en cinco pasos
Islam Hassan (CC)  

1-Libia. Furia desatada

“Nunca antes había escuchado que se creara un banco central a las pocas semanas de un levantamiento popular. Sin duda parece indicar lo extraordinariamente poderosos que se han convertido los banqueros centrales en nuestra época”. El periodista Robert Wenzel expresaba así su pasmo ante las extrañas prioridades de los insurrectos en la recién iniciada revuelta contra el régimen de Gadafi en febrero de 2011. La virulencia del conflicto libio –que prosigue actualmente con dos gobiernos enfrentados por el control del cuarteado territorio y un sinfín de grupos guerrilleros (la mayor fábrica de terroristas del mundo, según acreditados medios occidentales) campando por un país arrasado después de cinco años de cruenta guerra civil-y la presta y decidida intervención occidental (bajo el liderazgo “otánico” francoestadounidense) parecen reflejar inconfesables intereses en liza. Más allá de la consabida retahíla de razones para cohonestar una guerra “justa y humanitaria” con la que los líderes del mundo libre adornaron su “abnegada” entrega a la defensa de los derechos humanos y la democracia en Libia, afloran sedimentos de propósitos mucho menos honorables. Según el agudo análisis de Ellen Brown, basado en los recientemente desclasificados correos electrónicos de Hillary Clinton, entonces Secretaria de Estado del hegemon –que mostró sus humanitarias entrañas expresando su indisimulado alborozo ante el salvaje linchamiento del ominoso dictador-, la prioridad geopolítica imperial era proteger los intereses del cártel bancario euroestadounidense impidiendo que prosperara el plan de Gadafi de crear una moneda panafricana basada en el dinar libio y en las enormes –fruto de las cuantiosas regalías petroleras-reservas de oro del país. La cuestión no es pues–tratando de evitar la doble trampa de maniqueísmo “conspiranoico” e infantilismo antiimperialista que denunciaba Alba Rico en sus polémicos artículos de 2011- negar la condición de tirano criminal del dictador libio ni la legitimidad de una revuelta popular para derrocarle, sino iluminar la malla de intereses espurios que activan –bajo la consabida pátina del discurso humanitario de los adalides de la civilización occidental- los expeditivos mecanismos del poder imperial: Gadafi –parafraseando la clásica sentencia rooseveltiana sobre el cinismo artero de la política de alianzas de la superpotencia- dejó de ser su“ hijo de puta” –no peor que otros conspicuos déspotas del Tercer Mundo, más dóciles ante los dictados imperiales- para tornarse, en la propaganda legitimadora de los bombardeos otánicos, un nefario criminal asesino de masas y desestabilizador de la región. Eso no siempre fue así.
El taimado sátrapa había templado veinte años antes sus relaciones con Occidente ofreciendo colaboración en materia migratoria e inversiones lucrativas para las petroleras occidentales tras ser anatematizado durante décadas como paria global y huésped de terroristas. Una década después habría iniciado parcialmente la “apertura” de su sector financiero estatal ofreciendo, según Jalife-Rahme –la fuente es un cable de Wikileaks, de nuevo las inoportunas filtraciones dejando al desnudo las vergüenzas imperiales-“oportunidades para una mayor cooperación entre la banca privatizada libia con los bancos de Estados Unidos, lo cual ayudará a entrenar (sic) su próxima generación de banqueros”. Pero no fue suficiente. Como explica Hossein Zadehi: “Estados Unidos y sus aliados esperaban más; querían que siguiera las directrices económicas de los “expertos” de las finanzas globales, es decir, de los “asesores” económicos del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial de Comercio; resumiendo, querían que desmantelara los programas de bienestar social de su país y reestructurara su economía siguiendo el modelo neoliberal”.

La mistificadora maquinaria de propaganda de los mass-media activó la batería de asechanzas y medias verdades legitimadoras de la agresión en ciernes mientras ocultaba cuidadosamente algunos detalles menos ríspidos del denostado régimen: los buenos estándares-certificados por Naciones Unidas- de desarrollo en los servicios básicos se financiaban (¡oh herejía!) a través de un banco central público que emitía la moneda nacional y financiaba estratégicas infraestructuras –el Gran Río Artificial, considerado el mayor sistema de riego del mundo, abastece de agua a las principales ciudades del país-, ofrecía educación y sanidad gratuitas a la población y garantizaba dadivosos préstamos, ¡sin intereses!, de 50,000 dólares para los recién casados.
El taimado sátrapa había templado veinte años antes sus relaciones con Occidente ofreciendo colaboración en materia migratoria e inversiones lucrativas

El viejo principio ejemplarizante pareciera estar de nuevo operando aquí: “Con energía, agua y crédito suficiente para desarrollar su infraestructura, una nación puede ser libre de las garras de los acreedores extranjeros. Y eso puede ser la verdadera amenaza de Libia: puede mostrar al mundo lo que es posible”. A la sempiterna justificación –el latrocinio y expolio de las riquezas del Tercer Mundo- de las agresiones imperialistas “clásicas” parece añadirse la creciente influencia de los poderes financieros y sus adláteres en las criminales fullerías de la geopolítica actual.
“Se trata de una amenaza a la seguridad financiera mundial“. La airada reacción del belicoso Sarkozy expresa el pánico ante la posible pérdida de hegemonía del franco de Africa Occidental bajo la égida francesa si el intento liderado por el gobierno libio de crear un área monetaria independiente en el corazón de la francofonía prosperaba. “Gaddafi inició un movimiento para rechazar el dólar y el euro, y pidió a las naciones árabes y africanas utilizar una nueva moneda, el dinar de oro. Gaddafi sugirió el establecimiento de un continente africano unido, con 200 millones de personas utilizando esta moneda única”.
Tamaña insolencia era mucho más de lo que el pedestre “pequeño Napoleón” y sus poderosos aliados estaban dispuestos a soportar. Nada mejor pues que aprovechar la pintiparada ocasión de la llamarada de efervescencia popular de la primavera árabe de 2011 para que los muñidores de la operación activaran el eterno mantra de una salvífica intervención “humanitaria” que liberara graciosamente al pueblo libio de la férula del oprobioso dictador. El atrabiliario personaje quizás no se percatara de que sus veleidades de liderazgo regional erosionando la hegemonía monetaria de la “banca de la OTAN” representaban un casus belli en toda regla. Pero en su megalomaníaca inconsciencia propició el despliegue de un ejemplo paradigmático del modus operandi de la furia desatada de las geofinanzas imperiales.

2-BPI. El banco “secreto”

En las áulicas dependencias del núcleo del poder financiero global el órdago de Gadafi sería, con toda seguridad, muy mal recibido. Un escalofrío debió de recorrer los magnificentes salones de la sede del Banco de Pagos Internacionales en Basilea ante el desafío al statu quo del díscolo mandatario. La hermética e inviolable institución, fundada en 1930 –para tratar de gestionar los pagos de las desorbitadas reparaciones de guerra alemanas a través de generosos préstamos de los bancos de Wall Street en el marco del Plan Young; plan frustrado por los formidables desórdenes monetarios post-crack del 29-, es el banco central para sus bancos centrales miembros y representa los sagrados principios de la banca “globalista” (la banca de los Rothschild, “los amos del dinero”, teledirigida –según los “conspiranoicos”- desde el archimanoseado Bilderberg Group, pasto de innúmeras teorías conspiratorias a las que su secretismo no deja de dar pábulo).
En la sucinta – aunque carente del encanto veleidoso de los esoterismos fabulados-descripción de LeBor, “El BPI es una institución única: es una organización internacional, un banco muy rentable y un instituto de investigación fundado y protegido por tratados internacionales”.
Sin embargo, como explica James C. Baker, su prístino organigrama no deja de iluminar vívidamente lo que ocurre entre bambalinas: “El BPI fue fundado por los bancos centrales de seis naciones (Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido) y por tres grandes bancos privados estadounidenses –J.P. Morgan, First National Bank of New York y First National Bank of Chicago-. La Reserva Federal de Estados Unidos no se unió inicialmente al BIP pero la representación de sus bancos partícipes fue tres veces superior a la de cualquier otra nación”. ¿Muy astuto, no? No parece pues que haya que expurgar las ultrasecretas actas de la comisión Trilateral y pergeñar calenturientas teorías sobre los “hilos que dirigen el mundo” para obtener el holograma de la cadena de mando de las finanzas globales.
El BPI fue fundado por los bancos centrales de seis naciones y por tres grandes bancos privados estadounidenses

Más allá de las funciones mediadoras entre sus sesenta bancos centrales miembros –desde 2000, los bancos de Wall Street dejaron de formar parte de su “establishment”-, la función clave del BPI es la regulación y supervisión –a través del Comité de Basilea– de los requisitos de capital y liquidez que tienen que cumplir los bancos comerciales. Cuestión aparentemente baladí cuya neurálgica relevancia para “dar forma a nuestras vidas” resume Le Bor: “Difícilmente haya nada más político que ceder los poderes nacionales a organismos supranacionales no electos, mientras que los mecanismos financieros necesarios los elabora y gestiona un banco secreto de Basilea que no tiene ninguna responsabilidad ante los ciudadanos”.
Según Henry Liu:”La normativa del BPI sólo sirve al único propósito de fortalecer el sistema de banca privada internacional, incluso en perjuicio de las economías nacionales: el BPI está construyendo una nueva arquitectura financiera y regulatoria global, demostrando que tiene el poder para dar forma a las normativas financieras del planeta”.
Todo el cañamazo neoliberal -basado en el uso del banco central “independiente” como turbina de la financiarización y ariete de las prácticas de desregulación y reformas de los sistemas financieros nacionales- diseñado minuciosamente en la impenetrable institución helvética choca frontalmente con la existencia de una banca pública de propiedad estatal.
La formidable expansión de la titulización financiera -la vía a través de la cual se movilizan ingentes volúmenes de capital ficticio ansiosos de multiplicarse en el casino global para sostener la “boqueante” tasa de ganancia del capital de la fase neoliberal- queda de este modo agostada al impactar con el dique de la creación de dinero público, sin el dogal de la deuda. Ellen Brown de nuevo: “Los bancos de propiedad pública son también una amenaza para el creciente negocio de los derivados, ya que los gobiernos con sus propios bancos, no necesitan de swaps sobre las tasas de interés, instrumentos de cobertura de incumplimiento crediticio (credit default swaps), o calificaciones de grado de inversión por agencias privadas de calificación con el fin de financiar sus operaciones”. Ello les pone fuera del alcance del modelo de extracción de rentas financieras y de expolio de lo público comandado por la red bancaria internacional dirigida desde Basilea. Tamaño atrevimiento resulta motivo más que suficiente para situarse en el punto de mira de los halcones del Pentágono. Según Ellen Brown, el general estadounidense Wesley Clark se refirió a siete ‘estados forajidos’ –Irak, Libia, Somalia, Sudán, Irán, Siria y Líbano- que serían objeto de ataque luego del 11-S de 2001. “¿Qué tenían en común estos países? Además de ser islámicos, no eran miembros ni de la Organización Mundial del Comercio ni del Banco de Pagos Internacionales. Esto los dejó por fuera del largo brazo regulador del banco central de los banqueros centrales en Suiza “. Irak, Libia, Irán y Siria –cuya destrucción en curso, con destacada presencia imperialista, amenaza con sumir en el mismo caos absoluto en el que quedó Libia a toda la región-, los más renuentes a plegarse a los dictados del “largo brazo” de la turbia argamasa de las geofinanzas globales, han pagado su condición de parias siendo situados en la diana de la maquinaria geopolítica imperial.
Tras el reciente acuerdo sobre la desactivación del programa nuclear iraní, las draconianas sanciones han sido “provisionalmente” retiradas

Con Irán, el más poderoso de los cuatro, las armas de destrucción masiva fluían por otros canales. Como explica Jalife-Rahme: “Estados Unidos desencadenó su bomba financiera de neutrones (sic): la exclusión del sistema financiero y del comercio basado en dólares. La prueba de que las sanciones financieras contra Irán forman parte de la guerra financiera global llegó cuando el 5/2/12 Estados Unidos desencadenó su última arma financiera: los bancos occidentales fueron advertidos (sic) de que serían eliminados del sistema de pagos del dólar si realizaban transacciones con el banco central de Irán. El rial (divisa persa) se desplomó “más de 40 por ciento (…) con hiperinflación, fuga de depósitos y alza de las tasas de interés, con consecuencias de grave malestar popular”. Tras el reciente acuerdo sobre la desactivación del programa nuclear iraní, las draconianas sanciones han sido “provisionalmente” retiradas. A cambio de su “reconexión” al sistema bancario mundial, el banco central estatal iraní pedirá en un futuro muy próximo a sus entidades adherirse a los estándares de capital internacional, conocidos como Basilea III –fijados por el BPI- con el fin de reforzar la solvencia de su balance. Si no es una “vuelta al redil”, se parece bastante.
Así pues, quizás no sería demasiado aventurado elucubrar –en una levísima concesión a las inanes “conspiranoias”- que la drástica operación de cirugía financiera de la comandancia imperial contra la línea de flotación de las finanzas persas contara con el beneplácito de los oscuros funcionarios –encabezados por el español Jaime Caruana, antes gobernador del Banco de España y fiel escudero a continuación del probo don Rodrigo Rato en el FMI: ¡qué magnífico ejemplo de “puertas giratorias”!- que pululan por los magnificentes salones de la compacta y misteriosa Torre de Basilea.

3-Grecia. El golpe blando

Grecia sí es miembro del Banco Internacional de Pagos. Contra los ya sometidos a la férula de los dogmas de la banca central “independiente” y sus cabilderos institucionales –en el caso europeo, el insólito invento de la Troika (BCE, FMI y Comisión Europea)-, los procedimientos para encauzar a los revoltosos difieren de los expeditivos escarmientos manu militari perpretrados contra los parias de las finanzas globales. Empero, la aparente asepsia falsamente neutral de las medidas adoptadas no atenúa su contundencia ni encubre la imperiosa necesidad de atajar el mal de raíz. Ante la leve resistencia mostrada por el “radical” gobierno griego de Syriza en la primavera de 2015 a aceptar los severísimos recortes impuestos por la Troika para volcar el grueso de los recursos del país al pago de la deuda –dejando sin medicinas o en la inanición a la parte más desvalida de la población si era necesario-, los acreedores de la banca franco-alemana no necesitaban reeditar el infausto golpe de los coroneles.
Bastaba una asonada financiera ejecutada limpiamente por el BCE y “cocinada” por sus mamporreros en las agencias de rating – un oligopolio de tres mastodontes de Wall Street, cuyas “objetivas” evaluaciones degradando la nota crediticia de empresas y países “marcan el blanco” para su posterior aniquilación a cargo de la artillería financiera del BCE y los bazookas de los hedge funds– para aplastar el conato de insubordinación y mandar un aviso para navegantes. El fulminante diktat del guardián del euro –“cerrar el grifo” de liquidez de la ruinosa banca griega, previamente degradada su ya deplorable calificación por las “imparciales” agencias- que obligó al renuente gobierno heleno a prosternarse aceptando el baldón de un humillante acuerdo –incluso peor que el que unos días antes el pueblo griego había rechazado en referendo- reflejó de forma palmaria la humillante condición de los actuales Estados “soberanos”, reducidos a meros limosneros del sector financiero global.
Se trataba no tanto de cobrar una deuda -más bien irrisoria, dado el raquítico tamaño de la economía griega-, como de impedir que pudiera cundir el deletéreo ejemplo de oponer cierta resistencia al “austericidio”. Para un miembro del Banco de Pagos Internacionales y del ruinoso euro –en cuyo diseño colaboró activamente, dicho sea de paso, el “banco secreto” de Basilea-, la camisa de fuerza de la aceptación de las reglas del sistema bancario global obligaba al díscolo gobierno -que en su propaganda electoral afirmaba ufano que “iba a devolver la dignidad a su pueblo”- a rendir pleitesía a la retornada Troika o quedar inerme ante el “garrote vil” accionado por el banco del euro. Enviando de paso un nada sutil mensaje a los émulos de la pueril ilusión reformista de Syriza –introducción de nimias medidas paliativas del desbrozamiento neoliberal sin alterar lo más mínimo los cimientos del statu quo– en otros países del Sur de Europa para que tomen nota de “quién está en el puesto de mando”.
El banco central puede encender el interruptor del crédito o apagarlo a su antojo
De nuevo Ellen Brown: “Y el BCE, al igual que la Reserva Federal de los Estados Unidos, marcha al compás de los tambores de los grandes bancos internacionales. El banco central puede encender el interruptor del crédito o apagarlo a su antojo. Cualquier país que se resista a estar de acuerdo con el programa de austeridad de los acreedores puede encontrar que sus bancos han sido separados de esta liquidez esencial, siendo etiquetados por las agencias de rating como no ‘buenos riesgos crediticios’. Esta sentencia condenatoria se convierte en una profecía autocumplida, como está sucediendo ahora en Grecia”. Un año después de su ejecución sumaria en el altar del austericidio, la economía griega sigue en “parada cardiorrespiratoria” y ha desaparecido de la diana informativa de los mass media -palafreneros mediáticos de sus propietarios, los fondos de inversión del gran capital global-. Pero cumple escrupulosamente con los pagos de la deuda, está aplicando ejemplarmente el tercer “rescate” de la “manirrota” Troika y, según la imparcial Comisión Europea –sin esforzarse siquiera por disimular su alborozo-, sigue dando “pasos decididos” en la aplicación del nuevo paquetazo de reformas estructurales y privatizaciones de servicios y bienes públicos. Misión cumplida.

4-Ayuntamiento de Cleveland. Caza menor


El patrón esbozado anteriormente para “doblar el espinazo” a los renuentes a someterse a los dictados de la guardia pretoriana del capital global sigue una pauta calcada en las masivas privatizaciones ejecutadas bajo la égida neoliberal desde los años 70.
"Suéltenos su compañía energética o le arruinaremos las finanzas de la ciudad”

La artillería financiera de la gran banca -en estrecha colusión con los grandes oligopolios privados y los poderes públicos obsecuentes a sus demandas- dirige de forma preferente sus baterías contra todo lo que huela a obtención de rentas monopólicas a través de la fagocitación de servicios públicos. Pergeña para ello voraces maniobras para arramblar con las compañías de suministros de energía -o cualquier empresa pública suficientemente rentable de la que pueda sacar tajada-.
Gracias a los ríos de liquidez proporcionados a los bancos y fondos de inversión por las políticas monetarias de los serviciales bancos centrales, tales prácticas depredadoras, después de treinta años de Consenso de Washington, han alcanzado el paroxismo en la fase actual de desembridada expropiación financiera.
“Suéltenos su compañía energética o le arruinaremos las finanzas de la ciudad”. La suasoria advertencia la recibió Dennis Kucinich, alcalde de Cleveland a finales de los años 70, al negarse en redondo -ante las intensas presiones de los capos de las finanzas locales y sus acólitos en los think tanks y los tabloides- a privatizar la compañía eléctrica y el banco municipales. El cambalache, tal como lo describe Michael Hudson, es paradigmático de la “delicada” forma de operar de los depredadores de las finanzas:
“Los bancos y algunos de los principales clientes de éstos habían puesto los ojos en la privatización de la empresa pública de electricidad. Los privatizadores querían comprarla a crédito (con unos intereses fiscalmente deducibles, que privaban al gobierno de recaudar los correspondientes ingresos fiscales) y aumentar drásticamente los precios para poder pagar exorbitantes remuneraciones a sus ejecutivos, ultrajantes honorarios de suscripción del crédito a los bancos y unas bonitas compensaciones a las agencias de calificación de riesgos. Los bancos le pidieron al alcalde que les vendiera el banco municipal, prometiendo ayudarle a ser gobernador si traicionaba a su electorado. Kucinich se negó”.
Mientras tanto, los bancos y sus principales clientes locales habían invertido fuertemente en el competidor de propiedad privada de Municipal Light, Cleveland Electric Illuminating Company. En una serie de acciones que funcionarios de la ciudad, el Senado de EE.UU. y las agencias reguladoras consideraron inapropiadas (el uso común diría criminales), CEI recurrió al matonismo descarado causando una serie de interrupciones del servicio y trabajó con los bancos y las agencias calificadoras para tratar de obligar a la ciudad a venderle la empresa de servicio público. Al rechazar de nuevo el enjuague el indócil regidor, los bancos –cual vulgares extorsionadores- dijeron que no podrían renovar sus líneas de crédito a una ciudad tan renuente a equilibrar sus cuentas privatizando sus empresas más lucrativas. Recurriendo a las añagazas de sus perros de presa, las agencias de rating -cuyas notas negativas representan, como en el caso de Grecia, sentencias de muerte financieras para sus víctimas- degradaron la calificación crediticia de la ciudad impidiendo con ello su acceso a los canales ordinarios de financiación y provocando tres quiebras en un año de las maltrechas finanzas municipales.
Incluso así, Kucinich se mantuvo firme y osó retar al enemigo convocando un referendo–en perfecta sintonía con el caso griego: apelar a la legitimidad popular contra las mendaces fullerías de los oligarcas; vana ilusión- que confirmó abrumadoramente la propiedad pública de la empresa eléctrica. A pesar de la incontrovertible sentencia del juez supremo de la soberanía popular, los perpetradores del latrocinio no pararon mientes en la enormidad del atropello y el desenlace del desigual duelo siguió el patrón habitual.
Ante la ruina de las finanzas públicas del Ayuntamiento y la formidable presión de la maquinaria mediática calificando al irredento munícipe poco menos que de radical comunista que llevaba a la ruina a la ciudad, el oponente conservador ganó las elecciones municipales de 1979. La pamema subsiguiente es fácil de intuir. Según el New York Times, “Con Kucinich fuera de la oficina, el Gobernador James A. Rhodes, el mando de Senado Estatal, y el Ayuntamiento estuvieron listos para promulgar la legislación que permitiría que la ciudad entrara de nuevo en el mercado de la deuda”. El ayuntamiento volvió al redil al llegar a un acuerdo para refinanciar la descomunal deuda con los bancos y “por primera vez en años” generó un superávit fiscal en 1981. La empresa de suministro eléctrico privado absorbió a la empresa pública. Standard and Poor’s y Moody’s subieron inmediatamente la calificación crediticia del ayuntamiento desde el bono basura hasta el aprobado alto. La conclusión del artículo del New York Times es de una franqueza impagable: “La historia sugiere que la economía de Cleveland era bastante sana bajo Kucinich, y que el factor crítico en la crisis fiscal de la ciudad no era simplemente la economía sino la economía política (sic)”.

5-Dominique Strauss-Kahn. Fuego amigo

Para el fastigio de la plutocracia imperial usamericana hay otro puntal cuyo cuestionamiento desata la incontenible furia del hegemon: el “privilegio exorbitante” del que goza el dólar como herramienta esencial de la “máquina de succión” de la riqueza global hacia la economía estadounidense en su condición de moneda de reserva mundial. Como explica Hudson: “El dólar es la así llamada “divisa internacional” porque la Reserva Federal y sus acaudalados protectores son los directores de la cábala bancaria EE.UU.-Europa-Japón que está en el centro del timo global del dinero fiat [sin respaldo metálico]”.
Para el bloque financierista de Wall Street/La City (Londres) cualquier pretensión de mermar la ineluctable hegemonía geopolítica de la moneda imperial -como pudo comprobar el incauto Gadafi en sus propias carnes- es crimen de lesa majestad y significa un casus belli en toda regla. Aunque ello signifique activar el “fuego amigo” contra los supuestos aliados que cometen el dislate de “tocar la tecla equivocada”.
Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI –el sancta santorum de la ortodoxia neoliberal usamericana-, se metió, como dice Claudio Vargas, “donde nadie le llamaba”. Se trataba–bajo intensas presiones ruso-chinas y un cierto tufillo de chauvinisme antiamericano y nostalgia de la grandeur– de afectar la preeminencia del capo di tutti capi de los bancos centrales –la Reserva Federal usamericana- potenciando el papel de los Derechos Especiales de Giro -una cesta de divisas del FMI formada por el euro, el yen y la libra, con la reciente inclusión del yuan chino, utilizada asimismo, en otra curiosa coincidencia, por el BPI en sus operaciones de arbitraje- en los planes de asistencia financiera del fondo en detrimento del todopoderoso billete verde.
Dominique Strauss-Kahn se metió, como dice Claudio Vargas, “donde nadie le llamaba"

El “cipayo” con ínfulas de cimarrón pretendía aplicar la tesis del economista belga Robert Triffin que argüía que la hegemonía perpetua del dólar provocaría crisis y desequilibrios crecientes en los flujos financieros internacionales: “ningún país debería cargar en solitario con la hercúlea tarea de suministrar liquidez al comercio internacional porque ni es bueno para ese país, ni es bueno para el resto del mundo”. A pesar de la prosapia y grueso blindaje de los de su ralea, su suerte estaba echada. Mike Whitney explica el motivo del sumario defenestramiento subsiguiente: “¿Puedo deciros de qué va esto? Va sobre el dólar. Strauss-Kahn había reclamado una nueva moneda de reserva que transformaría el dominio del dólar y protegería contra la recurrente inestabilidad financiera pero… ¿sabía que sus acciones molestarían enormemente a gente muy poderosa y bien conectada?”. Parece que el osado plan de reforma incluía, según Thierry Meyssan, utilizar el dinar-oro libio como moneda piloto del experimento monetario. Tener tratos con el abyecto dictador africano era mucho más de lo que “la gente muy poderosa y bien conectada” podía soportar. El pedestre final de la historia –encarcelamiento y oprobiosa exhibición pública del alto dignatario, alias “el gran seductor”, acusado de violación de una empleada de su hotel neoyorquino- se convirtió en la carnaza de los tabloides durante semanas. El enjuague tenía inopinadas aristas (“varias personas hicieron depósitos en efectivo -que ascienden a unos 100.000 dólares- en la cuenta bancaria de la víctima en los últimos dos años”) que, una vez apagada la estruendosa faramalla mediática, desinflaron la acusación contra el lujurioso Dominique. Significa lo anterior que, como dice Whitney, “no cometiera violación con la mujer que estaba en su habitación. Obviamente no, de hecho, es muy probable que fuera culpable”. Tras la ignominiosa eliminación del molesto adversario, su obsecuente sucesora –muy plausiblemente, los mandamases de la banca de Wall Street que la nombraron se cuidaron muy mucho de repetir el error- congeló fulminantemente la reforma monetaria manteniendo intacto el statu quo: “la iniciativa no ha prosperado desde entonces”.
Mossen-Zadehi resume brillantemente el reiterado modus operandi ejemplificado anteriormente: “Aunque la forma, el contexto y los medios utilizados para su destrucción pueden ser distintos, el sentido de los temerarios ataques a las condiciones de vida del pueblo libio, iraní, venezolano o cubano es fundamentalmente el mismo que el de las brutales agresiones a las condiciones de vida de los pobres y la clase trabajadora en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros países capitalistas. De modo sutil, esta ofensiva es parte de la lucha de clases unilateral que está teniendo lugar a escala mundial. El hecho de que se recurra a medios militares y bombardeos o se lleve a cabo mediante procesos “no violentos” de carácter legislativo o judicial no supone una diferencia sustancial en lo que se refiere al impacto que estos ataques tienen en la vida y los medios de subsistencia de la gente”.

EL SALMON CONTRACORRIENTE http://www.elsalmoncontracorriente.es/

lunes, 22 de agosto de 2016

LOS INTERESES SOCIALES DETRAS DEL TARIFAZO


El millonario inglés Joseph Lewis, amigo de Mauricio Macri y accionista de Pampa Energía, que compró la mayoría de los activos de dicha empresa apenas subió el macrismo, es el lobbista que ha promovido el tarifazo y uno de los principales beneficiarios de una dolarización de los precios de los servicios energéticos. Se ha quedado con la mayoría del pulpo, al cabo de una década de transferencias de la titularidad de las concesiones. Los subsidios tan vapuleados por los grandes medios ahora, fueron el medio de rescate de las privatizadas cuando quebraron con la convertibilidad. Pampa Energía es dueña de Edenor, que monopoliza el mayor servicio eléctrico.
El 24 de marzo pasado, cuando Barack Obama se trasladó a Bariloche, Macri lo hizo hacia la residencia de Lewis en una aeronave del magnate, luego de bajar del Tango 10, el avión de la flota oficial en que el suele moverse Mauricio Macri.

"Joe" Lewis es un capitalista inglés, cuya fortuna asciende a más de US$ 5.000 millones. Es, por lo tanto, uno de los lobbystas que se encuentra detrás de las gestiones de Malcorra para 'normalizar' relaciones con el Reino Unido y los kelpers..
Pampa Holding le compró activos a Petrobras Argentina: 1.200 MW de generación eléctrica, áreas de exploración y producción de hidrocarburos, en especial bloques productivos de gas y petróleo, complejos petroquímicos, una refinería y una red de 247 estaciones de servicios, además de la utilización de la marca por 18 meses. Es uno de los principales interesados en seguir recibiendo el elevado precio de gas en boca de pozo que inauguró Kicillof y siguió Aranguren.
Pampa se asoció con Petrobras Brasil y con YPF para explotar el área Río Neuquén. Está ahora en el gas y en la electricidad, incluido el fracking. O sea que intega el lobby que no quiere que se dé a conocer el acuerdo de Vaca Muerta.
El tarifazo tiene que ver con todo esto, no con el 'relato' de los columnistas de los grandes medios. El kirchnerismo subsidió durante diez años la continuidad de las privatizaciones menemistas y, luego, el acuerdo secreto YPF-Chevron. Esto explica que se limite a reclamar las Audiencias, para desgastar en ellas al gobierno, pero de ningún modo a rechazar el tarifazo que subsidia los elevados precios por el petróleo y gas del macrismo. ¿No es público que el kircherismo y CFK está negociando una unidad pejotista para 2017, y otra con Massa, que puede ser complementaria del "todos unidos triunfaremos"?

Altamira, Jorge
Prensa Obrera

domingo, 21 de agosto de 2016

León Trotsky, un revolucionario de nuestra época


20 de agosto de 2016 
León Trotsky, un revolucionario de nuestra época
A 76 años del asesinato de León Trotsky, reproducimos el presente artículo de Jorge Altamira, publicado en Prensa Obrera número 1142, de agosto de 2010

Cuando la pica de un asesino sin paralelo ponía fin, hace setenta años, a la vida de León Trotsky, se producía el crimen de lesa humanidad por antonomasia. El ingreso de la humanidad a la mayor barbarie de su historia exigía el aniquilamiento de todos aquellos verdaderamente capaces de ponerle un fin por medio del arma ya probada de la revolución proletaria.

El asesinato de Trotsky tiene lugar en un definido cuadro contrarrevolucionario mundial: las victorias del fascismo, el franquismo, el nazismo y el stalinismo. Estamos en las postrimerías del pacto Hitler-Stalin y en las vísperas de la invasión hitleriana a la Unión Soviética - el escenario de la primera gran revolución obrera de la historia. La escuela del asesino de Trotsky son los crímenes contra los revolucionarios anarquistas y socialistas cometidos por el stalinismo (en primer lugar, Victorio Codovilla, jefe del partido comunista de Argentina), para evitar un segundo Octubre en la España revolucionaria. Antes la victoria del franquismo que  una segunda revolución proletaria - que efectivamente hubiera bloqueado la segunda guerra mundial y cambiado el rumbo de los acontecimientos. Destrozar los cerebros de la revolución curtidos por cuatro décadas de lucha revolucionaria se había transformado en la tarea urgente de la contrarrevolución internacional. Para allanar el camino a la guerra, había que destruir antes a quienes podían transformarla en una guerra civil internacional. Ninguna ‘comunidad internacional' se alzó entonces para declarar la imprescriptibilidad de esos crímenes, los más imprescriptibles de todos porque no serán zanjados en los tribunales de justicia sino en los campos de batalla de la historia. En los años 36-38, Stalin acababa con todo el comité central viviente que había dirigido la revolución de Octubre. La mueca de la historia, implacable ella, había puesto al frente de los tribunales al mismo Vischinsky, un ex menchevique, que en marzo de 1917 había pedido la captura de Lenin (para su eventual fusilamiento) bajo la acusación, en plena guerra, de agente alemán. Este verdugo de todas las estaciones alcanzó su obsesión dos décadas más tarde bajo la batuta de Stalin. El asesinato de Trotsky no ocurrió fuera del tiempo y el espacio sino en condiciones políticas precisas, cuando, solo, se erguía como el último baluarte de la revolución contra la barbarie en marcha de la ilustrada burguesía internacional. El asesinato de Trotsky - el único que previó el holocausto judío apenas Hitler venció, sin resistencia, al proletariado alemán  por culpa de sus organizaciones-  es una pieza política fundamental en el engranaje de la guerra mundial. Esta es la caracterización siempre ausente en el elogio que le prodigan sus epígonos y en los insultos de quienes temen más que nunca su legado. En la pelea contra su asesino hasta capturarlo, Trotsky emerge, hasta su último suspiro, como el gigante del proletariado revolucionario.

Un siglo

Con León Trotsky desaparece la última figura de intelectuales y organizadores revolucionarios socialistas, que debuta con Carlos Marx y las revoluciones europeas de 1848. Durante cien años, la historia del proletariado tuvo su epicentro en Europa y la guía del marxismo. Fue un siglo de discontinuidades, de choques ideológicos y de escisiones históricas - pero cada fase de ellas, así como sus protagonistas, tenía por referencia al marxismo. Con la ventaja de la perspectiva que da el tiempo, sabemos que en los 70 años posteriores no surgió ningún intelectual-organizador de la talla de Trotsky, Lenin, Rosa Luxemburgo o incluso Gramsci (que se esfuerza por pensar como marxista en la celda del fascismo, hostilizado por el stalinismo). Se produce, desde los '40, una laguna histórica en la proyección del marxismo. Este pasa al campo académico, donde siempre había sido rechazado, y abandona la lucha de partido, con lo cual pierde su condición revolucionaria - la academia interpreta la historia pero no pretende transformarla (y la mayor parte de las veces no pasa de una interpretación de textos, algo así como el onanismo intelectual, por lo que ha hecho un culto del repudio a la construcción de partidos revolucionarios). Sin temor al ridículo, el intelectual de centroizquierda se presenta como una ‘variante del marxismo' y hasta como ‘posmarxista'. Las discusiones entre grupos o partidos, por su lado, se fueron convirtiendo en bizantinas, por eso degeneran rápido en escisiones estériles. El proletariado de los países industriales pierde el protagonismo mundial que lo caracterizó en los cien años previos. Se producen interregnos (el mayo francés, el otoño italiano), pero tampoco bajo la influencia del marxismo. Los levantamientos coloniales proyectan un nuevo tipo de dirección política, cuyo lado más débil, el ideológico o programático, conquista a la intelectualidad pequeño burguesa. Es lo que aún ocurre, por ejemplo, con los movimientos que plantean limitar la globalización o con el chavismo. Las esfuerzos gigantescos que ha realizado el proletariado desde su ingreso en la historia para emanciparse como clase y las enormes derrotas que siguieron a sus tentativas más osadas han dejado huellas profundas en su conciencia - que los académicos atribuyen a lo que llaman "los treinta años gloriosos" de recuperación del capitalismo en la posguerra, como si a partir de los aún "más gloriosos", desde 1850 a 1914, o aun de 1890 hasta la primera guerra, la clase obrera no se hubiera afirmado como una clase con conciencia histórica propia y forjado enormes organizaciones socialistas.

Necesitamos nuevos Trotsky. Para ello deberán recoger el desafío de comprender el alcance histórico de la bancarrota capitalista mundial (y dejar de lado a los que esgrimen frustraciones pasadas para deshojar la margarita sobre su perspectiva), así como el de la entrada en escena de los nuevos contingentes gigantescos del proletariado de Asia - y pulir las armas para una lucha revolucionaria que deberá ser decisiva. Como siempre, el proletariado más joven reanimará las fuerzas de los más antiguos. Marx ya había señalado que el proletariado deberá aprender de sus derrotas; que el trabajo de la historia es, muchas veces, extremadamente lento, observaba Trotsky; que a cada derrota hay que oponer un nuevo comienzo. Nos apropiamos efectivamente de la consigna de Rosa Luxemburgo: Socialismo o Barbarie.

De pronósticos y perspectivas

El punto de partida inconmovible de una estrategia revolucionaria es la caracterización de la declinación o decadencia del capitalismo. Esta ha sido la base fundamental de los planteos de Trotsky, como antes fueron los de Lenin y Luxemburgo. El estadio actual de la humanidad confirma esta tesis. Al lado de la bancarrota mundial se desenvuelven guerras cada vez más atroces y se anuncian otras aún peores. La declinación irreversible del capitalismo es la base histórica de la revolución social.

Los últimos treinta años fueron testigos, sin embargo, de un proceso aparentemente inverso: la restauración del capitalismo en aquellas naciones en que el capital fue expropiado por medios revolucionarios. Para un trotskista es un lugar común decir que se trata de la confirmación de uno de los pronósticos condicionados más brillantes de Trotsky. Durante medio siglo, sin embargo, el 90% de los trotskistas ignoró este pronóstico. Ahora lo reivindica como ocurre con un hecho consumado. Pero como ocurre con los pronósticos realmente fundados, éste se ha confirmado a su propia manera. Los epígonos lo repiten sin entenderlo.

Es incuestionable que la restauración capitalista ha abierto un campo enorme a la expansión del capital mundial, pero al mismo tiempo ha acelerado el desenvolvimiento de la crisis mundial del capitalismo. China es un mercado para el capital mundial, pero al mismo tiempo un factor de agudización de la rivalidad capitalista y de potenciación de la sobreproducción. La restauración ha ampliado el campo de operaciones del capital al mismo tiempo que la proyección de su crisis, pero además ha ampliado también el campo de la revolución mundial por medio de la creación veloz de un proletariado enorme y de la confiscación de las masas campesinas. Es cierto, asimismo, que el Estado chino ha pasado a girar en la órbita del capital financiero, pero la restauración no tiene lugar en un marco colonial, como ocurría en el pasado, sino bajo el arbitraje de un Estado surgido de una revolución que conserva la unidad nacional que fuera destruida, en el pasado, durante dos siglos. La restauración capitalista en China ha sido forjada por un compromiso entre la burocracia y el imperialismo - no por una imposición unilateral de éste, como hubiera ocurrido en las condiciones históricas en que Trotsky formuló su pronóstico para la URSS. En el caso de ésta, la restauración ha sido incluso mucho más catastrófica, pues a diferencia de China ha lanzado al país al subdesarrollo. La burocracia ha reemplazado, con la restauración, la pretensión de construir "el socialismo en un solo país" por las ventajas de la integración al mercado mundial; se ha desembarazado de su "utopía reaccionaria", no como resultado de una revolución, sino de una contrarrevolución. Ha zafado de un nuevo colonialismo para ingresar a una dependencia financiera que la condena a la alternativa entre caer en ese colonialismo o salir por medio de la revolución social. La restauración capitalista ha resultado, en definitiva, en una combinación especial de las tendencias analizadas en el pronóstico de Trotsky. Sin embargo, esta misma combinación particular, que permite presentar a la restauración como un éxito en lugar de una catástrofe, demuestra que su tendencia de conjunto no va en el sentido de darle al capitalismo un segundo empuje histórico sino de agudizar sus contradicciones mortales y reabrir la perspectiva de la revolución social.

La V Internacional

No ha pasado un año de su anuncio y la V Internacional chavista ya es un embuste. En su pretensión de superar a la IV Internacional, proclamada por Trotsky, fue apoyada por trotskistas de `fuste`, como El Militante de Alan Woods, el NPA de Krivine-Beçansenot y varios morenistas locales. El inspirador de la maniobra, Hugo Chávez, se está abrazando por estos días con un verdugo de los colombianos para establecer ‘una seguridad democrática' en la frontera común. Esta V nonata viene al caso para entender por qué León Trotsky consideró la fundación de la IV Internacional como una tarea imprescindible e histórica. Se trataba de defender con los últimos recursos la mayor conquista del proletariado mundial, el internacionalismo, ante una perspectiva histórica incierta, entre la barbarie y la posibilidad de una nueva revolución social. La IV Internacional tiene un lugar histórico único - dejar a las generaciones siguientes los instrumentos más desarrollados del proletariado mundial en las vísperas de una tragedia. Ha sobrevivido como programa, o sea como orientación estratégica, a toda clase de alternativas y tentativas. Es obvio que su apuesta histórica sigue abierta; no realizó sus objetivos en 80 años, pero sigue presente en miles de militantes en el mundo entero, muchísimos más de los que la fundaron, y lo que es más importante, como única representación conciente del socialismo revolucionario. Es necesario que se zambulla sin reticencias en la crisis mundial y en las luchas y levantamientos que surgirán de ellos inevitablemente.

El Programa de Transición

El proletariado de todos los países no podrá encarar los desafíos que plantea la bancarrota mundial si no se apropia del programa de transición, el programa de fundación de la IV Internacional. No salió de la nada - fue el resultado de dos décadas de lucha en las condiciones de la bancarrota mundial precedente, la que partió del fin de la primera guerra hasta el comienzo de la segunda. Cada una de sus reivindicaciones tiene un acta de nacimiento en el combate. El núcleo poderoso de este programa es el siguiente: cuando la humanidad parece encontrarse en una situación sin salida; cuando el capital proclama que la única salida deberá ser pavimentada con el sacrificio sin precedentes de millones de trabajadores; en circunstancias semejantes, el programa de transición señala la salida y todos los caminos que conducen a esa salida. El programa de transición señala las reivindicaciones co-ti-dia-nas (esto es lo fundamental) que permite a la clase obrera oponerse a las exigencias de sacrificios del capital y oponer medidas de salida a la crisis a cada una de estas exigencias. Arma al proletariado, en primer lugar, para una lucha diaria, frente a conflictos parciales, para toda ocasión de enfrentamiento. Pero, a diferencia del reformismo vulgar, señala el camino a seguir ante la resistencia inevitable del capital ante cada una de las reivindicaciones obreras; o sea que al método para abordar la crisis desde el punto de vista de las masas, le suma, en íntima relación, el método para quebrar la resistencia del capital a los reclamos y movilizaciones de los explotados en cada circunstancia de la lucha. Es a partir del desarrollo de esta experiencia que hace emerger la necesidad de la lucha por el poder. Con el mismo procedimiento convoca a todas las organizaciones en lucha a pelear por el poder - a constituir un gobierno obrero y campesino, un gobierno de trabajadores, que realice las reivindicaciones que fueron desarrolladas en el curso de la lucha. Frente a estas organizaciones, el programa presenta a los partidos de la IV Internacional como los consecuentes en la comprensión del objetivo general: el establecimiento de la dictadura del proletariado (este es el sentido que para la IV Internacional tiene el gobierno de la clase obrera) para quebrar definitivamente a la dictadura del capital y al capitalismo.

¿Quién puede negar la actualidad de este programa? Los Trotskys del siglo que se ha iniciado se forjarán por el camino que conduce a su victoria

Por Jorge Altamira


76 aniversario del asesinato de León Trotsky

A 76 años del aniversario de la muerte de León Trotsky, publicamos el texto "Trotsky, virajes y perspectivas", de Pablo Rieznik, aparecido en Prensa Obrera número 1236, del 23 de agosto de 2012.
El título de este artículo -"Trotsky, virajes y perspectivas"- alude una obra de Trotsky escrita inmediatamente después de la revolución de 1905. Resultados y Perspectivas plantea las lecciones de aquella revolución y consagra un pronóstico histórico cuyo rigor y audacia sólo pueden compararse con las del Manifiesto Comunista- como lo señaló Isaac Deutscher en su trilogía biográfica sobre Trotsky.
La sustancia de tal pronóstico alude precisamente a un viraje de la historia contemporánea: "En un país económicamente atrasado -concluyó entonces Trotsky- el proletariado puede tomar el poder antes que un país donde el capitalismo esté desarrollado (…) La Revolución Rusa produce condiciones en las que el poder puede (…) pasar a manos del proletariado antes de que los políticos del liberalismo burgués tengan la oportunidad de mostrar plenamente su genio de estadistas".
Un viraje y una nueva transición histórica. En 1848, en el momento de la publicación del Manifiesto, la luz de la revolución democrática burguesa, que había brillado en el París de 1789, tendía a apagarse por la aparición de la clase obrera, que la burguesía consideraba una amenaza peor que la del viejo orden. Por eso, el Manifiesto Comunista preveía que la "revolución alemana (…) será el preludio de la revolución proletaria". En 1905, el papel del movimiento obrero en la revolución mostraba la consolidación de una nueva era, de otra transición, que ponía en el primer plano la revolución socialista.
Para ese entonces, el bolchevismo ya había dado a este viraje de la historia el sello de su propio programa, cuando Lenin señaló que "el capitalismo se transforma en imperialismo en un momento muy alto de su desarrollo, cuando sus características fundamentales alumbran la transición a un nuevo régimen social". Otra vez: viraje y transición.
Estructura y coyuntura
Los virajes y las transiciones no dominan apenas del “tempo” de la historia, sino también el de la situación política y el de la evolución de la conciencia de las masas. Trotsky vio la capacidad de Lenin para apreciar este proceso, cuando aludió a su excepcional "golpe de vista político". Es decir, su rigor para detectar lo esencial y lo accesorio de las manifestaciones diversas de la situación corriente, lo concreto como la "síntesis de múltiples determinaciones". "Golpe de vista", una suerte de intuición construida sobre la base de la experiencia y tenacidad revolucionaria para captar lo esencial de un panorama político. Una cuestión clave: la evolución de la conciencia de las masas que contribuye a precisar la línea de trabajo específica (táctica).
Ese "golpe de vista político" al servicio de la tarea de llevar a la clase obrera al poder es el que, en su testimonio biográfico (Mi Vida) Trotsky estima como una de las virtudes insuperables de Lenin. Una virtud que modeló al bolchevismo en la coyuntura decisiva de 1917 y en la guerra civil.
El propio Trotsky se esmeró en el desarrollo de este recurso virtuoso para caracterizar los virajes y transiciones que dominaron las convulsivas dos décadas posteriores a la toma del poder por los bolcheviques: las derrotas de la revolución alemana del 18 al 23, la huelga general inglesa del 26 y la revolución china del 27; la trágica derrota sin lucha del PC alemán y el ascenso nazi en Alemania; las vicisitudes de la revolución española y del levantamiento del proletariado francés poco después. Por último, pero decisivo, sus planteamientos políticos en el combate final por la IV Internacional, lo que Trotsky consideró la batalla más importante de su vida, la única en la cual consideró que su tarea era “imprescindible”. Otra transición, aún inacabada, por reconstituir la dirección revolucionaria del proletariado.
Hoy
No está mal recoger, desde el ángulo que aquí indicamos, este legado de Trotsky en la situación presente. En primer lugar, porque estamos en una bisagra de la historia reciente. Es nuestra "transición". Apenas "ayer", en el inicio de los noventa y con el derrumbe de la URSS, el capital proclamaba a tambor batiente una suerte de venganza final contra los arrebatos revolucionarios de la clase obrera. La colonización capitalista de China, según aseguraba la burguesía, consagraba un nuevo siglo de supremacía capitalista.
Ironías de la historia: no había pasado una década cuando, en el propio sudeste asiático, el tsunami de una crisis mundial debutó en Tailandia y arrasó con los “tigres”, que se presentaban como testimonio de la siempre renovada capacidad modernizadora del capital. Fue en 1997, al año siguiente el huracán arrasó con la Rusia en restauración, cuando declaró la cesación de pagos y llevó a la quiebra a gigantes del capital financiero en Wall Street, que habían hecho su agosto con los burócratas y mafiosos reconvertidos. El derrumbe bursátil y la bancarrota se extendieron al territorio norteamericano con el estallido de las llamadas compañías tecnológicas y quiebras de corporaciones monopólicas emblemáticas como WordCom y Enron. Los vientos de la crisis entonces volvieron a tomar dirección al sur, esta vez en nuestro continente. Depredaron a Brasil y se llevaron puesto al gobierno de Fernando Henrique Cardoso, y soplaron con más fuerza en nuestro propio suelo. Es la historia conocida de la mayor depresión económica de la Argentina de todos los tiempos y su estallido final en el Argentinazo.
Ahora sabemos (¡pronosticamos!) que la "recuperación" de la economía global entre el 2002/3 y el 2007 estaba condenada a reventar en proporción a la mayor burbuja especulativa que la alimentó. Y reventó. De tal manera que tenemos una bancarrota sin precedentes que, en dos actos, se extiende desde hace más de quince años. La restauración que pretendía ser la locomotora inédita de una nueva época de ascenso, se revela ahora como una carpa de oxígeno para un enfermo terminal. ¡Cuántas palabras se han gastado para ignorar lo se puede plantear en una simple metáfora! Como un fenómeno de boomerang, pasamos ahora de la desintegración de las viejas economías estatizadas (como supuesto salvataje del capitalismo mundial y reversión de su larga declinación a lo largo de un cuarto de siglo, desde la crisis de los años setenta) a la desintegración de uno de los centros claves del capitalismo mundial, la Unión Europea.
Es la bisagra que invierte el signo de los acontecimientos de más de dos décadas y restituye el hilo de la historia, que incluso cuando parece doblarse, retorcerse y aún retroceder, no se dobla. Bisagras, virajes y transiciones. El tema ha sido examinado, otra vez, en el reciente Congreso del Partido Obrero, el cual ha trazado nuevas perspectivas -a partir de los virajes de la revolución árabe, el derrumbe político de los partidos tradicionales de Grecia y las movilizaciones crecientes en España- a lo que se suma la crisis política de conjunto en América Latina.
Desafìo
En este punto, vale la pena también volver a Trotsky cuando señalaba que la revolución socialista seguiría presente, más allá de los reflujos y las derrotas, en la inevitable tendencia a las crisis capitalistas y al "retroceso de las fuerzas productivas". El viraje de la situación se expresa ahora, luego de una década y media de crisis mundial, en el quebrantamiento sin prisa y sin pausa de los regímenes políticos, desbordados por la bancarrota que no cesa, por huelgas y levantamientos populares -con epicentro en el viejo continente y en el mundo árabe- de un alcance que no tiene precedentes en nuestra historia reciente. Los desplazamientos políticos de las clases, la disolución de las formaciones políticas llamadas tradicionales, los cambios bruscos de frentes están a la orden del día.
En definitiva, la agenda política de la clase obrera, con todos los matices que distinguen a continentes y países, está definida por un período histórico de transición -de crisis económicas, políticas e internacionales, que plantean una nueva acción histórica independiente de las masas. La bancarrota del capital desarrolla un salto en calidad en el plano de la subjetividad política y de la conciencia de las masas. Lo vemos en Grecia. La cuestión del viraje domina el momento político, así como la cuestión de la dirección política de las rebeliones populares. Es como resultado de esta caracterización que el Partido Obrero se convoca a sí mismo y a toda la izquierda revolucionaria -que proclama la lucha por la dictadura del proletariado- a desenvolver una orientación en consecuencia. La razón última del faccionalismo y de la autoproclamación, que sigue caracterizando a gran parte de la izquierda revolucionaria mundial, reside en una incomprensión fatal de la nueva transición histórica. Nuestra forma de rendir homenaje a Trotsky es recuperar uno de sus legados teórico-prácticos fundamentales: cómo construir una política revolucionaria en un período de transición.

Especial 76° aniversario del asesinato de León Trotsky


La actualidad y vigencia de Trotsky, a 75 años de su asesinato
Por Lucas Poy, Publicado en Prensa Obrera, 22/08/15
El martes 20 de agosto de 1940 hacía calor en las afueras del distrito federal de México y las nubes en las montañas anunciaban lluvia cuando "Jacson", un supuesto simpatizante de la IV Internacional, ingresó a la casa de León Trotsky. Ese verano, el planeta entero se hundía en la barbarie de la reacción y la guerra mundial. En mayo el Tercer Reich culminaba la invasión de Bélgica, Holanda y Luxemburgo; en junio, también se quebraba la resistencia francesa. Hacía poco menos de un año el ejército franquista había entrado en Madrid y en Barcelona, sellando la derrota de la revolución española, traicionada desde adentro por la dirección del Partido Comunista y los agentes rusos. La Unión Soviética, por su parte, mantenía su alianza con la Alemania nazi, firmada en el tratado Ribbentrop-Molotov de agosto de 1939. Víctor Serge, un viejo revolucionario ruso, caracterizaba a estos años como "la medianoche del siglo".
La casa de Coyoacán era una fortaleza, y había motivos de sobra para ello. En los últimos meses se habían sucedido los atentados contra la vida de Trotsky: el último episodio había sido un ataque con ametralladoras al cual había sobrevivido casi por azar. El stalinismo había desatado una verdadera cacería contra el viejo revolucionario, que había incluido el asesinato de sus hijos y la persecución a los militantes trotskistas en todo el mundo. La revolución española había mostrado a la dirección soviética los riesgos que corría su dominio burocrático en caso de una intervención revolucionaria de las masas: la política criminal del PC español, que incluyó el asesinato de Andreu Nin en 1937, era una expresión de esta cacería. No por casualidad el visitante de la casa de Trotsky, ese 20 de agosto, era un español: su nombre no era Jacson sino Ramón Mercader -no era un simpatizante de la IV Internacional sino un agente de la policía secreta soviética. Esta vez, los militantes que estaban encargados de la seguridad no sospecharon nada extraño, porque Mercader/Jacson ya había estado en la casa varias veces: fracasado el método del ametrallamiento, la GPU intentaba con una infiltración. Esta vez tuvieron éxito: Jacson aprovechó su oportunidad y atacó a Trotsky en la cabeza con un picahielo. Herido, desde el piso, el viejo revolucionario gritó a sus guardaespaldas que no lo mataran, y que lo obligaran a confesar que era un enviado de Stalin. Trotsky, que tenía entonces sesenta años, murió al día siguiente, el 21 de agosto de 1940.
¿Cómo explicar que en medio de las brutales conmociones de la Segunda Guerra Mundial, la poderosa burocracia soviética encabezada por Stalin, que gobernaba sin oposición en toda la URSS
y controlaba los partidos comunistas de todo el mundo, necesitara terminar con la vida del viejo Trotsky, que vivía aislado en su casa de Coyoacán, en la otra punta del planeta? ¿Cómo explicar que los mismos que se jactaban -no faltan quienes lo siguen haciendo- de caracterizar a los trotskistas como "marginales" desataran semejante cacería con el objetivo de liquidar físicamente a un dirigente de sesenta años?
La obsesión del stalinismo por terminar con la vida de Trotsky confesaba la extraordinaria vigencia histórica del líder revolucionario. A lo largo de su vida, Trotsky no solamente dirigió y protagonizó la primera gran revolución obrera de la historia, sino que contribuyó con aportes fundamentales a la perspectiva revolucionaria de nuestra época.
La revolución en nuestra época
Isaac Deutscher, el principal biógrafo de Trotsky y posiblemente el mayor experto en su obra, sostenía que, después del Manifiesto Comunista, el siguiente documento político comparable era un folleto escrito en 1906, titulado Resultados y perspectivas. Se trata de un texto escrito por Trotsky en la cárcel a la cual había sido enviado luego del aplastamiento de la revolución rusa de 1905, en la cual había jugado un papel dirigente, como presidente del soviet de Petrogrado. Resultados y perspectivas era, en primer lugar, un balance de esa revolución. Pero era, sobre todo, una fenomenal caracterización sobre el carácter de la revolución contemporánea.
Uno de los capítulos, titulado "1789-1848-1905", trazaba un recorrido sobre el papel jugado por la burguesía en esos tres procesos revolucionarios. Mientras en la revolución francesa se había convertido en el caudillo que encabezaba la revolución contra el viejo régimen feudal y aristocrático, liderando tras de sí a todas las clases de la nación, en las revoluciones que sacudieron a Europa en 1848 la burguesía ya había puesto de manifiesto sus limitaciones, lo cual se evidenció en la incapacidad de desenvolver una lucha a fondo contra la aristocracia y la monarquía, frente al temor al naciente proletariado. Según su clásica fórmula, en 1848 la burguesía ya no era capaz de dirigir la revolución, mientras que el proletariado todavía no estaba en condiciones de asumir la tarea. Las cosas habían cambiado en el siglo veinte. El significado profundo de la revolución rusa de 1905 es que abría una nueva etapa, y ponía de manifiesto el carácter de la revolución en nuestra época.
Desde ahora, la revolución era una tarea que solo podía estar en manos de la clase obrera: incluso en aquellos países -como Rusia- que aún no habían completado sus tareas democrático-burguesas. "Es posible", escribía Trotsky a los 26 años, doce años antes de la revolución de octubre, "que el proletariado de un país económicamente atrasado llegue antes al poder que en un país capitalista evolucionado".
La idea de "revolución en permanencia", por supuesto, había estado presente en la elaboración de los marxistas desde mediados del siglo XIX, en particular en la "Circular a la Liga de los Comunistas" escrita por Marx y Engels a partir del balance de las revoluciones de 1848. No podía ser de otro modo, porque las caracterizaciones de los revolucionarios no son sino el producto del desenvolvimiento histórico concreto, el resultado del balance de lo actuado y de las vicisitudes del proceso histórico concreto. El mérito histórico de Trotsky, en esos primeros años del siglo XX, fue darle una forma definida y sistemática a la tesis de la revolución permanente, es decir la idea de que era la clase obrera la que tenía que tomar en sus manos la resolución de las tareas democráticas pendientes y al mismo tiempo desenvolver las tareas obreras y socialistas. No solo la revolución rusa de 1917, sino toda la experiencia histórica del siglo XX -la brutal manifestación de la incapacidad de las burguesías, tanto en los países avanzados como en los oprimidos por el imperialismo, para jugar un papel progresivo-, confirmaron todos los pronósticos de ese breve folleto escrito hace 110 años.
"La victoria completa de la revolución democrática en Rusia", resumía Trotsky años después, "sólo se concibe en forma de dictadura del proletariado, secundado por los campesinos. La dictadura del proletariado, que inevitablemente pondría sobre la mesa no sólo tareas democráticas sino también socialistas, daría al mismo tiempo un impulso vigoroso a la revolución socialista internacional. Sólo la victoria del proletariado de Occidente podría proteger a Rusia de la restauración burguesa". Como diría Roman Rosdolsky, a propósito de un texto de Marx, hay párrafos que solamente pueden leerse conteniendo la respiración.
La revolución traicionada
Semejantes aportes a la actualización del programa revolucionario de nuestra época hubieran alcanzado por sí solas para colocar a Trotsky como uno de los grandes revolucionarios del siglo. Pero, tal como escribió Lenin en su prólogo a El estado y la revolución, "es más agradable y más provechoso vivir la experiencia de la revolución que escribir acerca de ella". Y, en efecto, Trotsky fue, junto con Lenin, el dirigente de esa revolución que conmovió al mundo y llevó por primera vez a la clase obrera al poder. Su actividad entre 1917 y mediados de la década de 1920 fue febril y se desenvolvió en todas las áreas: dirigente del soviet revolucionario, encargado de las negociaciones con los alemanes en Brest, comandante del ejército rojo que venció, contra todos los pronósticos, a las fuerzas combinadas de las potencias imperialistas en la guerra civil, dirigente de la Internacional comunista -ni siquiera le faltó tiempo para escribir sobre historia y hasta sobre literatura.
La lucha contra la burocratización stalinista, y contra las consecuencias que la misma implicaba para las luchas revolucionarias en todo el mundo, ocupa los últimos quince años de vida de Trotsky, marcados por una tremenda actividad política, organizativa y teórica, en distintas etapas, y en condiciones cada vez más desfavorables. En noviembre de 1927 fue expulsado del partido. En enero de 1928 debió exiliarse en Kazajstán. Un año más tarde, en febrero de 1929, fue expulsado de la URSS y se asiló en Turquía. De allí se fue, en 1933, primero a Francia y luego a Noruega, finalmente debió irse a México, en 1937.
No se trataba sólo de dar una lucha política y organizativa contra la burocratización, en todo momento. También de realizar un aporte de envergadura histórica a la comprensión de las causas y la dinámica de la burocratización de la Unión Soviética. Lo extraordinario de La revolución traicionada, publicada en 1936, es su capacidad para no limitarse a una denuncia de la burocratización de la URSS, sino desarrollar una explicación de las causas profundas de esa burocratización. Con ello lograba armar a la vanguardia revolucionaria de una comprensión del proceso que había llevado a la primera revolución victoriosa de la historia a transformarse en un infierno burocrático y totalitario -y, al mismo tiempo, de cómo y por qué la URSS debía ser defendida por esos mismos revolucionarios ante los ataques del imperialismo y los intentos de forzar una restauración del capital. A su vez, el balance de la deriva burocrática de la URSS permitía comprender que la política contrarrevolucionaria de los partidos comunistas de todo el mundo -que volvían atrás la experiencia histórica de 1917 y proponían la alianza con las burguesías "progresistas" y la aberrante idea de "socialismo en un solo país"- no obedecía a un giro "teórico" sino que era expresión de la necesidad de sostener, como fuera, un aparato burocrático.
Se equivocan quienes caracterizan que, debido a la trascendencia de esta lucha, el trotskismo no fue sino la contracara del stalinismo, o que ambas facciones no representan sino una disputa por el liderazgo del poder en la URSS. Se trata, en realidad, de una lucha política decisiva en la cual el mérito histórico de Trotsky fue defender, en contra del aparato burocrático que dominaba lo que todavía era un Estado obrero, la perspectiva revolucionaria que ya había sido formulada a principios del siglo. Hay una coherencia y una continuidad implacable entre Resultados y perspectivas y las obras de Trotsky en su lucha contra el stalinismo: su hilo conductor es la consideración de que solamente la clase obrera es capaz de dar una salida a la catástrofe capitalista, y que ello sólo es posible en un marco internacional, como el del capitalismo:
"El triunfo de la revolución socialista", decía Trotsky en La revolución permanente, de 1929, "es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado, nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta".
La revolución permanente
Pero hay más. La lucha denodada y desigual de Trotsky contra el stalinismo en los años treinta no se limitó a armar a la vanguardia con un balance y una caracterización que le permitieran enfrentar la desmoralización del desbarranque burocrático. Fue también una lucha por construir una dirección revolucionaria y dotarla de un programa.
Desde los años veinte la lucha de Trotsky y sus compañeros contra la degeneración burocrática de la URSS se había estructurado en torno a la llamada Oposición de izquierda, que desarrolló una lucha política tenaz al interior del partido bolchevique y en el seno de otros partidos comunistas del mundo -también en la Argentina- hasta que la represión y las purgas internas lo hicieron prácticamente imposible. El punto de quiebre, el hecho decisivo que llevó a Trotsky a la conclusión de que ya era imposible "reformar" a la III Internacional y que se planteaba la tarea de construir una nueva organización, fue la política llevada adelante por el stalinismo ante el ascenso de Hitler.
Las intervenciones de Trotsky sobre esta cuestión son un capítulo -otro más- extraordinario de la tradición revolucionaria de nuestro siglo: sus llamamientos, una y otra vez, convocaban al proletariado alemán a enfrentar la política criminal que promovía el Partido Comunista, opuesto a una acción conjunta con la socialdemocracia para enfrentar el ascenso del nazismo. La llegada de Hitler al poder, en enero de 1933, sin que la poderosa clase obrera alemana presentara batalla, dejó claro que era necesario construir una nueva organización.
Según Trotsky, la política de la III Internacional era una traición "de un alcance histórico al menos igual a la de la socialdemocracia alemana el 4 de agosto de 1914 [cuando votó a favor de los créditos de guerra para el gobierno imperialista]". Pero las consecuencias de esta traición, había pronosticado en 1931, serían "mucho más desastrosas": "con los nazis en el poder, estaría planteada la exterminación de la elite del proletariado alemán, la destrucción de sus organizaciones, la pérdida de confianza en sus propias fuerzas y en su propio futuro [...] sus consecuencias se extenderían en el tiempo por diez o veinte años, [estableciendo] una ruptura con la herencia revolucionaria, el naufragio de la Internacional Comunista, el triunfo del imperialismo en su forma más odiosa y sanguinaria [...] una guerra contra la URSS [...] un aislamiento terrible y un lucha a muerte en las condiciones más lamentables y peligrosas". Otra vez, un pronóstico que obliga a leer conteniendo la respiración.
La política contrarrevolucionaria de la III Internacional no se detuvo con la derrota alemana. A la desastrosa táctica del llamado "tercer período" -aquella que precisamente había conducido, con el argumento de la lucha contra una socialdemocracia caracterizada como "socialfascista", al triunfo de Hitler- la siguió la no menos desastrosa política del "frente popular", que ataba a los partidos comunistas a una alianza con las burguesías "progresistas" de todos los países. Su rasgo común no debía buscarse, decía Trotsky, en una argumentación política, sino antes bien en el objetivo único de proteger los intereses de una capa burocrática que se había hecho con el poder en la Unión Soviética. Sus consecuencias eran igual de trágicas: la política del frente popular llevaría a la derrota de la revolución española, y con ella abría las puertas a la Segunda Guerra Mundial.
Es en este contexto que tenemos que valorar lo que, según su propia caracterización, fue la tarea más importante que tuvo que desarrollar: construir una nueva dirección revolucionaria. La barbarie stalinista se había ocupado de liquidar a toda la vanguardia revolucionaria de octubre de 1917, por la vía de la quiebra política o del asesinato -a menudo, de ambos. Decía el propio Trotsky, en 1935: "la tarea más importante de mi vida, más importante que el período de la guerra civil o cualquier otro (...) No puedo hablar de indispensabilidad de mi tarea, ni siquiera en el período de 1917 a 1921. Pero ahora mi tarea es "indispensable" en el cabal sentido del término (...) Actualmente no queda nadie, excepto yo, para cumplir la misión de armar a una nueva generación con el método revolucionario".
Fue en esos años de reacción y derrotas, aislado y perseguido por el stalinismo, cuando Trotsky impulsó, incluso contra la opinión de muchos de sus compañeros, la fundación de una nueva internacional. Él mismo valoraba de la siguiente forma la magnitud de la tarea, señalando que en numerosas ocasiones históricas la vanguardia había dado sus primeros pasos en forma aislada de las masas: "el mérito histórico de la IV internacional", apuntaba en 1938, "es haber declarado la vigencia de la revolución en un momento histórico en que se alegaba su retroceso histórico definitivo. Ninguna idea progresista ha surgido de ‘una base de masa', si no, no sería progresista. Sólo a la larga va la idea al encuentro de las masas, siempre y cuando, desde luego, responda a las exigencias del desarrollo social. Todos los grandes movimientos han comenzado como ‘escombros' de movimientos anteriores. Al principio, el cristianismo fue un ‘escombro' del judaísmo. El protestantismo un ‘escombro' del catolicismo, es decir, de la cristiandad degenerada. El grupo Marx-Engels surgió como un ‘escombro' de la izquierda hegeliana. La Internacional Comunista fue preparada en plena guerra por los ‘escombros' de la socialdemocracia internacional. Si esos iniciadores fueron capaces de crearse una base de masa, fue sólo porque no temieron al aislamiento. Sabían de antemano que la calidad de sus ideas se transformaría en cantidad. Esos ‘escombros' no sufrían de anemia; al contrario, contenían en ellos la quintaesencia de los grandes movimientos históricos del mañana".
En su "Programa de transición", Trotsky dejó encendida esta llama, planteando un programa de acción para la etapa de decadencia histórica del capitalismo.
Trotsky hoy
Ya pasaron 75 años de la muerte de Trotsky. Ya no existe la Unión Soviética ni la GPU; los partidos comunistas de la mayor parte del mundo se han literalmente disuelto, en casi todos los casos para integrarse en forma directa, sin siquiera la mediación de su aparato, a variantes "progresistas" de la burguesía. Trotsky y el trotskismo, sin embargo, conservan su vitalidad. Ello no se debe -o no solamente- a la indudable tenacidad y ardor revolucionario que propios y extraños reconocen en los "troskos", sino a que seguimos viviendo en la época histórica que Trotsky caracterizó y para la cual planteó su Programa de transición: la época de decadencia histórica del capitalismo. Su legado es la continuidad y la vigencia histórica del planteo que ofrece este programa como herramienta en una época de senilidad del capitalismo, que desnuda la incapacidad de las burguesías de desarrollar las tareas democráticas en la época del imperialismo, que reclama el carácter internacional de la revolución socialista, que sostiene a la dictadura del proletariado como única salida a la barbarie en que vivimos. Un programa que fue una y otra vez negado: por el stalinismo y su "socialismo en un solo país", primero, y su "eurocomunismo" luego; también, más de una vez, desde las propias filas trotskistas, que no dejaron de sumarse a diferentes "modas" políticas, incluyendo en no pocos casos explícitos llamados a abandonar la consigna de la dictadura del proletariado.
Eppur si muove. En lo más oscuro de la "medianoche" del siglo XX, Trotsky fue quien defendió la continuidad y la vigencia histórica de la revolución de octubre, mostrando a los obreros de todo el mundo, que aquellos que se pretendían erigir como sus máximos exponentes no eran más que los enterradores burocráticos del mayor proceso revolucionario de nuestra época. Fue Trotsky quien caracterizó que la burocratización de los Estados obreros, en caso de que no triunfase una nueva revolución obrera, daría lugar a la restauración del capital. Sin la fenomenal lucha política y teórica de Trotsky en las décadas del veinte y del treinta del siglo pasado, la Revolución de Octubre
hubiera sido identificada, en la conciencia de las generaciones futuras, como sinónimo inseparable de la monstruosidad burocrática.
Con todas sus diferencias, el mundo en el que vivimos, el de la crisis capitalista que no se ha atenuado sino agravado con los procesos de restauración en los ex estados obreros, sigue siendo el mundo de Trotsky. El que las futuras generaciones, manteniendo la continuidad histórica con las anteriores, deberán librar de todo mal, opresión y violencia, y disfrutar plenamente.


La vigencia de un legado

por CHRISTIAN RATH
El 20 de agosto de 1940, León Trotsky recibió en su despacho en la casa fortaleza de Coyoacán, México, a quien se hacía llamar Jackson Monard y suponía un camarada. Este lo mató de un golpe de piqueta en el cráneo. Diez años después se supo oficialmente que Jackson era Ramón Mercader, un sicario español al servicio de una operación criminal organizada por la burocracia de la Unión Soviética. Mercader falleció en Cuba en 1978.
 
Al momento del asesinato, la II Guerra Mundial llevaba un año y estaba en vigencia el pacto Hitler Stalin, que se desmoronaría poco tiempo después con la invasión nazi a la URSS. El atentado fue obra de los servicios secretos de Stalin, pero tuvo la aquiescencia del imperialismo mundial. Expulsado de Rusia y luego sucesivamente de Turquía, Francia y Noruega, rechazado por Estados Unidos, el revolucionario ruso se había convertido en un paria internacional hasta que la invitación del gobierno nacionalista de Lázaro Cárdenas le abrió las puertas de México.
 
El 25 de agosto de 1939, casi un año exacto antes de su asesinato y a días del inicio de la Segunda Guerra, la prensa internacional había recogido la advertencia del embajador francés en Alemania al mismísimo Hitler: “Temo que, como resultado de la guerra, haya un solo verdadero vencedor: Trotsky”. Su eliminación estaba en la agenda de la burguesía mundial desde el momento que la guerra imperialista podía llevar a la revolución y la IV Internacional actuaba en esa perspectiva.
 
León Trotsky era, a esa altura, un solitario sobreviviente de la dirección que había dirigido la Revolución de Octubre en Rusia: de los 24 miembros del CC del Partido Bolchevique en 1917 sólo sobrevivían él, en el exilio, y Stalin, en la cumbre del poder: las dos terceras partes de sus miembros habían sido asesinados por la dictadura del Kremlin.
 
El asesinato del revolucionario ruso se produjo en un período contrarrevolucionario caracterizado por las victorias del fascismo, la consolidación del estalinismo en la URSS, la derrota de la revolución española. La muerte del fundador de la IV fue, por lo tanto, sólo un episodio de la saga trágica que se inició una década antes y tiene sus jalones previos en los “juicios de Moscú” y en las matanzas de las bandas fascistas y nazis. La función de las masacres no fue ingenua: formó parte de la preparación de la guerra, al eliminar a militantes y dirigentes que podían convertir la guerra imperialista en una guerra civil internacional.
 
Nadie como León Trotsky vaticinó los crímenes de esta etapa y se erigió en baluarte de la lucha contra el ascenso del fascismo alemán. Fue él quien sostuvo la necesidad de constituir un frente único de los partidos obreros -socialista y comunista- frente a los nazis, denunciando la política criminal de división impulsada por la burocracia del Kremlin. Fue él quien en 1929 -el ascenso de Hitler se producirá en 1933- denunció como “mortal” la política del estalinismo que colocó en un mismo plano a la socialdemocracia y al fascismo y llamó a oponerse a ella desenvolviendo el frente único para aplastar físicamente a las bandas nazis. En 1932 advirtió -¡nueve años antes!- que el ascenso del fascismo en Alemania llevaría a la guerra contra la URSS y fue el primero en advertir el holocausto que se le preparaba al pueblo judío.
 
Trotsky desenvolvió una lucha implacable contra los Frentes Populares, o sea la alianza de los partidos de izquierda con la “sombra” de la burguesía, que se presentaban en nombre de la lucha contra el fascismo y encadenaban la acción de la clase obrera a los límites insalvables de la burguesía “democrática”. Mucho antes de que las experiencias de Francia y España pavimentaran el camino a la victoria del fascismo y revelaran su función contrarrevolucionaria.
 
El vaticinio sobre la URSS
 
“En el futuro será inevitable que (la burocracia del Kremlin) busque apoyo en las relaciones de propiedad… No basta ser director del trust, hay que ser accionista. La victoria de la burocracia crearía una nueva clase poseedora”1. Esto fue escrito en 1936, denunciando la tendencia de la burocracia a restaurar el capitalismo, planteando una encrucijada con dos alternativas: ese retorno o la revolución política que barriera con la burocracia contrarrevolucionaria. 
 
En oposición al planteo del “socialismo en un solo país”, en base al cual la burocracia aseguraba lograr gradualmente su primacía sobre el régimen capitalista, el trotskismo defendió la estrategia de la revolución proletaria internacional desde el momento que “el tractor Ford es tan peligroso como el cañón Creusot, con la diferencia de que este último no puede obrar más que de vez en cuando, en tanto que el primero hace continuamente presión sobre nosotros”.2 Dicho de otro modo, el socialismo no puede subsistir si no le asegura a la sociedad mayor economía de tiempo que el capitalismo. Ello plantea la lucha por extender la revolución internacional, para que la clase obrera pueda apropiarse de las mayores conquistas alcanzadas por la humanidad en lo que refiere al rendimiento del trabajo.
 
León Trotsky tuvo la perspicacia de comprender, en el momento de auge de la burocracia de la URSS, que ésta era un “accidente histórico” que no podía resistir las contradicciones internacionales entre la clase obrera y la burguesía y, fruto de ellas, se orientaría a “restablecer la propiedad privada” y erigirse ella misma “en una nueva burguesía”. Trotsky planteó que se acentuarían las contradicciones sociales de la autarquía y el aislamiento y la presión de la economía y política mundiales reforzarían las tendencias a la restauración.
 
Crisis mundial…
 
Este conjunto de vaticinios, muchos de ellos impresionantes, parten de la comprensión del capitalismo como un régimen social en declinación, que ha desarrollado formas sociales que lo niegan en forma parcial -el monopolio, en oposición al mercado; la socialización de la producción, en oposición a la pequeña propiedad- y desenvuelve una tendencia hacia la catástrofe económica y la disolución de las relaciones sociales. Trotsky lo advierte en las primeras palabras del programa de la IV Internacional: “los requisitos objetivos de la revolución proletaria no sólo están maduros, están comenzando a descomponerse. Sin revolución social en el próximo período histórico toda la civilización humana está amenazada de ser arrastrada por una catástrofe. Todo depende del proletariado y, antes que nada, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”.
 
…y crisis de dirección
 
Cualquier movimiento que se proponga la continuidad del movimiento histórico de lucha de la clase obrera debe partir del legado teórico y práctico del fundador de la IV Internacional. Pero, ¿cuál ha sido la consecuencia y la consistencia de sus seguidores, medidos a la escala histórica de este legado? En el mismísimo debut de la revolución política pronosticada por León Trotsky, la insurrección obrera en Berlín contra el ejército soviético en 1953, la IV Internacional se opuso a la consigna “Fuera el ejército ruso de Alemania” y coronó su declaración con una declaración de confianza en la burocracia (“Viva el renacimiento socialista de la URSS”) , lo que era absolutamente coherente con el planteo de impulsar la revolución a través del estalinismo3. Luego siguió el foquismo, la defensa de la democracia como régimen político, la disolución como organizaciones cuarta internacionalistas, el apoyo a la “V Internacional” chavista4. Por esta evolución política “las direcciones que se reivindican de la IV Internacional fracasaron. Pasaron hacia el campo político de la pequeña burguesía, que es una clase materialmente animada por otros intereses, diferentes de los de la revolución proletaria. La IV no es hoy reconocida por un programa proletario. Se ha identificado con todas las variantes políticas producidas por la pequeña burguesía o creadas por la presión del estalinismo. Ha abandonado, por lo tanto el programa revolucionario”5.
 
El programa para esta época
 
La IV Internacional no realizó sus objetivos, pero su crédito histórico sigue abierto, porque expresa la continuidad del movimiento histórico de la clase obrera y enarbola el único programa capaz de armar al proletariado para hacer frente a los desafíos que le plantea la bancarrota capitalista internacional. El Programa de Transición plantea las reivindicaciones cotidianas que le permiten al obrero de cualquier latitud enfrentar la ofensiva capitalista que pretende descargar la crisis sobre sus espaldas y oponerle una salida y un método, que enlaza esas reivindicaciones con la lucha por el poder obrero. Si no se hubiera fundado la IV Internacional, aún en el marco de las gigantescas derrotas y traiciones de la época, la causa del socialismo habría retrocedido en una escala histórica por el asesinato de Trotsky y la Segunda Guerra Mundial. La crisis posterior de la IV no puede anular este acierto.
 
En un texto sin terminar encontrado en el escritorio de Trotsky ese 20 de agosto de 1940 se podía leer: “frente a nosotros se encuentra una perspectiva favorable, que da todas las justificaciones a la militancia revolucionaria. Hay que aprovechar todas las ocasiones que se presenten y construir el partido revolucionario”.
 
De eso se trata.
 
 
 
1. León Trotsky: La Revolución Traicionada, Ediciones Crux, Buenos Aires.
2. León Trotsky: El gran organizador de derrotas, Editorial Olimpo.
3. “Declaración del Secretariado Internacional de la IV Internacional”, 25/6/1953.
4. Sobre V Internacional ver Prensa Obrera N° 1.121, marzo de 2010.
5. Jorge Altamira: Teoría marxista y estrategia política, Ediciones Rumbos, Buenos Aires, 1998.