Hombre en llamas

Hombre en llamas
Hombre en llamas. Orozco, J.C. Algunos críticos interpretan el mural como una glorificación de los cuatro elementos, otros ven en cada una de las figuras una simbología inherente al hombre mismo: el hombre teológico (que simboliza la tierra), el cual despierta en el mundo y convierte en dioses los fenómenos naturales que no comprende; el hombre metafísico (que simboliza el viento), el cual empieza a tener conciencia, reflexionando sobre la realidad del mundo; el hombre científico (que simboliza el agua), el cual analiza los fenómenos, los objetos, penetrando con su razón en sus esencias. Finalmente el hombre de fuego que debería simbolizar a Prometeo, el que rebelándose a los dioses entregó a los hombres la chispa del fuego, la cual representa al mismo tiempo la razón y la libertad. Así el hombre, ya libre, crea las artes en su constante lucha de superación; el hombre hecho fuego de pasiones, de anhelos de conquistas, pero sobre todo dueño de su vida, de su destino y de sus decisiones.

sábado, 24 de octubre de 2015

domingo, 18 de octubre de 2015

CRISIS DE LA HUMANIDAD

Crisis mundial del capitalismo y crisis civilizatoria de la humanidad

*Contador, Economía Política en la Universidad del Litoral y de Economía en la Universidad de Entre Ríos.
   
contrahegemoniaweb
 
En la década y media que lleva de transcurrido el siglo XXI se pueden observar con claridad la grave situación que vive la humanidad y la profunda crisis que sufre el sistema capitalista internacional. Es preocupante que no se haya tomado conocimiento y plena conciencia de los peligros inminentes que se aproximan, pero tampoco se tenga la más mínima consideración de la miserable existencia de miles de millones de seres humanos condenados a vivir y a morir en condiciones lamentables.


Todo esto pone de relieve la efectividad de los medios de comunicación y los sistemas educativos que predominan en el mundo y en nuestro país, que son garantes esenciales a nivel cultural de un sistema social que no tiene nada que ofrecer a la gran mayoría de la población mundial, que no sea una creciente marginalidad y una mayor depredación global de los bienes comunes del planeta.
En especial la ausencia de un serio debate sobre esta realidad en amplios sectores que vienen luchando de distintas maneras contra las consecuencias de la expansión del capitalismo y la profundización de sus principales tendencias estructurales, constituye una grave falencia dados los momentos históricos excepcionales que vivimos y los que se avecinan, donde la humanidad se enfrenta a situaciones inéditas, a peligros inminentes y a futuros de catástrofes.
La estructura social y la dinámica del funcionamiento del sistema nos muestran que vivimos profundos cambios, con gravísimos problemas actuales y más graves aún peligros futuros. Ya no es sorpresa ver cómo numerosos estudios de las diversas disciplinas sociales coinciden en afirmar que estamos ante una crisis civilizatoria sin precedentes, donde las dificultades estructurales del sistema socioeconómico que rige en casi todo el planeta (el capitalismo) se suman a los horrores generados por ese mismo sistema en términos de sus gravísimas consecuencias sociales y ambientales.
Aunque ya son evidentes algunos de los efectos de la grave crisis, lo que hemos visto hasta ahora es apenas una muestra superficial de la magnitud de las transformaciones globales que se producirán en todos los niveles de la vida, desde las relaciones sociales hasta la manera de interactuar con la naturaleza de la cual formamos parte, incluyendo por supuesto nuestra visión de la realidad, la cultura y las políticas públicas.
Un análisis más serio de la situación actual y de las perspectivas futuras, tanto a nivel de las contradicciones y obstáculos que enfrenta el sistema por sus propias lógicas, como de los impactos del mismo sobre la sociedad, puede ayudar a comprender qué tipo de cambios aparecen como necesarios y urgentes, y de qué manera se debería construir alternativas económicas, políticas, sociales y culturales, que ayuden a transitar hacia destinos más humanos y sustentables.


Un mundo en crisis y la humanidad en peligro

La crisis mundial actual es innegable, y su gravedad implica peligros que no podemos ignorar a la hora de pensar en impulsar actividades y formas de interacción alternativas al sistema vigente. Esta crisis mundial es la sumatoria de varias crisis coincidentes (alimentaria, sanitaria, energética, laboral, económica, cultural, ambiental, humanitaria, etc), y puede sintetizarse en dos grandes cuestiones: crisis del sistema como tal y crisis de la humanidad. (1)
La marcha del capitalismo como forma de organización social que se ha impuesto prácticamente en todo el planeta (con escasísimas excepciones) ha llegado a situaciones límites en términos de su propia lógica de funcionamiento, pero también en función del impacto horroroso que genera sobre la humanidad y sobre el entorno que permite nuestra supervivencia. Y si toda crisis supone siempre una situación de transición que desemboca en nuevas realidades (muy diferentes a las preexistentes), la actual no es una excepción. Todo lo contrario, lo más probable es que casi nada quedará igual.
Dentro de sus tendencias estructurales, este sistema tiende a y requiere de un crecimiento permanente, fenómeno que involucra un proceso de extracción cada vez más grande y más rápido de muy diversos recursos, a la vez que genera desechos que contaminan de forma irreversible el ambiente. A la vez, para mantener ese crecimiento permanente necesita de un consumo cada vez más masivo e irracional, que cumple la función de ser fuente de demanda imprescindible para que la máquina voraz se mantenga en movimiento. Pero ese crecimiento permanente no puede continuar de manera indefinida puesto que se produce en el marco de un planeta finito. Y según el consenso científico, esos límites inexorables e insuperables que pone la finitud de los recursos disponibles están siendo superados por la actividad económica desenfrenada.
Desde la década del ’70 del siglo XX sobrepasamos la capacidad del planeta de soportar las altas tasas de extracción de recursos y de absorber la gigantesca cantidad de desechos y residuos que arrojamos. Hoy la huella ecológica negativa supera en un 50% las posibilidades que tiene nuestro único hogar para permitirnos continuar en él, lo que es lo mismo que decir que si deseamos que las futuras generaciones puedan habitar la Tierra deberíamos disminuir un 50% el nivel de actividad actual. No obstante, la casi totalidad de los países del mundo tienen una prioridad en sus políticas: lograr el máximo crecimiento posible (porque además, así lo requiere la lógica de este sistema demencial). Por lo que la decisión de los gobiernos es suicida: más o peor de lo mismo.
Entre los varios límites que ya hemos superado se puede señalar en primer lugar al cambio climático. Según el Panel de Expertos Intergubernamentales por el Cambio Climático de las Naciones Unidas, la emisión de gases de efecto invernadero ha sido de tal magnitud que está elevando la temperatura media del planeta, temperatura que permitió el surgimiento y la evolución de los humanos (y de muchas otras vidas) por cientos de miles de años. En estos días los gobiernos de todos los países están preparando su participación al encuentro mundial a realizarse en diciembre próximo en París, con un objetivo básico y esencial: comprometerse a reducciones efectivas y significativas de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Será quizás una de las últimas oportunidades de actuar antes de pasar el límite del no retorno.
Sin embargo, los científicos coinciden en señalar que queda muy escaso margen para evitar que en pocas décadas se alcance y superen los dos grados que se toman como límite, superado el cual no se sabe como va a reaccionar el planeta ni cómo serán los efectos sinérgicos y en cadena que pueden generarse. Porque las emisiones ya realizadas comienzan a tener efecto en una o dos décadas y permanecen por cientos de años en la atmósfera. En tanto que la cantidad de gases de efecto invernadero alcanzaban a 280 partes por millón (ppm) hasta hace poco más de un siglo, la revolución industrial y el uso masivo de combustibles fósiles ha elevado peligrosamente ese porcentaje. Y si se pensaba que el límite máximo seguro no debía superar las 350 ppm, ya hemos alcanzado las 400 ppm. De ahí que las estimaciones del consenso científico de lo que sucederá con el ambiente para las próximas décadas sean muy pesimistas. (2)
Otro de los límites que aparecen como ya superados y con graves consecuencias para un futuro muy cercano, tiene que ver con el seguro colapso energético. La energía es esencial para la vida, y tanto a nivel mundial como en nuestro país la base del consumo energético actual está en los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) que representan alrededor del 85% del consumo total. Si bien es cierto que la utilización masiva e irracional del petróleo ha significado un cambio sustancial en las condiciones de vida para una parte de la humanidad, esos recursos están disponibles luego de procesos naturales que llevaron decenas de millones de años para generarse. Y los estamos liquidando en menos de dos siglos. Ya llegamos al cénit del petróleo (alrededor del 2006), y en poco tiempo más llegaremos al cénit del gas y luego del carbón. Pero no existe ni remotamente la posibilidad de reemplazar ese elevadísimo consumo por otras fuentes energéticas, lo que nos conducirá a escenarios de catástrofes, que requieren urgentes y profundos cambios si se desean evitar las peores perspectivas. (3)
También se están poniendo de manifiesto otros graves problemas ambientales, vinculados a la pérdida constante e irrecuperable de suelo fértil, que hará cada vez más difícil producir alimentos para todos, existiendo estimaciones que señalan que muchos de los nutrientes que no se reponen dejarán poco margen para mantener la producción mínima necesaria para el futuro. Algo más grave aún sucede con el agua potable, elemento esencial para la vida, y que está siendo contaminada en cantidades gigantescas, en un proceso que no se detiene ni un instante en todo el mundo; mientras por otro lado se van destruyendo las fuentes generadoras, que son los glaciares de altas montañas (por el calentamiento global y la megaminería, entre otros procesos) y los humedales (ya se han destruido un 50% de los existentes a nivel mundial). Según organismos internacionales, ya existe un déficit de abastecimiento de agua potable en condiciones higiénicas para más de dos mil millones de personas, que hoy deben beber aguas contaminadas, con todos los riesgos sanitarios que ello implica.
Por otro lado, seguimos arrojando desechos y productos en cantidades crecientes que no pueden ser absorbidos por la naturaleza, y provocan graves daños en el ambiente. Sucede con los plásticos, cuyos desechos en el medio del Océano Pacífico han conformado el llamado “séptimo continente”, con una superficie similar a la península ibérica (España más Portugal). Sucede con los desechos electrónicos, que se acumulan peligrosamente y no aparecen vías de solución a la vez que se siguen generando, usando y tirando a ritmos cada vez más veloces. Se pueden mencionar además muchos otros males, como la destrucción de los ecosistemas y de los servicios que brindan a la vida, la pérdida de la biodiversidad tan imprescindible para mantener el equilibrio ecológico, la creciente acidificación de los océanos y los enormes impactos que pueden provocarse, la desaparición masiva de especies vegetales y animales, etc, etc.
Estamos hablando entonces de que en términos de un par de décadas podemos tener que enfrentar a “la tormenta perfecta”: calentamiento global por encima de los límites máximos, colapsos energéticos que dejen sin transporte ni electricidad a grandes urbes y países enteros (con el consiguiente caos y disolución social), carencia creciente de alimentos y agua potable para varios miles de millones, y el peligro mayor que es la posibilidad concreta del fin de la humanidad en el planeta.
¿No merece este futuro cercano, con sus graves peligros, que pongamos en debate hacia dónde vamos, qué mundo queremos, y qué podemos hacer para incidir en el logro del necesario cambio de rumbo?


La cuestión social y la crisis humanitaria

Esta forma tan brutal de destrucción masiva de nuestro único hogar “está llevando a la humanidad hacia el precipicio, y estamos apretando el acelerador” (como lo ha declarado de manera reiterada el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon).
Pero no se trata de que somos demasiados humanos habitando un planeta que no alcanza para todos, sino de la responsabilidad del modo en que vivimos, producimos y consumimos, al que nos ha conducido la lógica de este sistema. Menos del 15% de la población del mundo es responsable de más del 85% del consumo, de la extracción de recursos y de la contaminación global. Es su modo de vida irracional y depredador y la lógica ciega del sistema, la que nos lleva al precipicio. Esto tiene relación con el otro grave problema actual: la crisis humanitaria.
Somos alrededor de 7.200 millones de seres humanos que habitamos la Tierra, pero más de la mitad de ellos viven en situación de pobreza estructural. No hablamos de cien, de mil o de un millón de pobres, lo cual por supuesto que sería preocupante. Hablamos de más de cuatro mil millones de personas que viven en condiciones de carencias e insatisfacción de sus necesidades básicas. Y en ese grupo, alrededor de dos mil millones (según la FAO) pasan hambre todos los días. Dos mil millones de indigentes que sobreviven miserablemente y que mueren de la misma forma. De las 120 mil personas que mueren diariamente en el mundo, se estima que entre 40 y 50 mil son los que se mueren de hambre… cada día. Seguramente a esta masa gigantesca de excluidos les preocupe muy poco que hablemos del peligro del fin de la humanidad para dentro de pocas décadas, porque su final está ahí mismo, al fin del día o de la semana. Pero además de los pobres y hambrientos, están los millones afectados por la inseguridad, los conflictos bélicos, la desocupación, la falta de perspectivas futuras, los acosados por los múltiples males de este sistema desigual y destructor de sociedad, de humanidad, de ambiente y de vida en general. (4)
Desde el inicio de la etapa del capitalismo neoliberal (años ’70 y ’80 del siglo pasado), un proyecto político impulsado por los capitales más poderosos del mundo, los problemas sociales se han venido agravando. La tendencia a la concentración y centralización de capitales, y la tendencia al crecimiento polarizado y desigual, han llevado a nuevos escenarios de crecientes desigualdades en la distribución del ingreso y la riqueza, a nuevas vueltas de tuerca que terminan beneficiando no ya al tercio superior de la población, sino apenas al 5% y al 1% del total, que acumula riquezas gigantescas.
Se fueron destruyendo poco a poco los “estados del bienestar”, hasta alcanzar al “centro” del capitalismo “desarrollado”. Se van desmantelando los servicios sociales y se expulsan de los beneficios del “progreso” no sólo al tercio histórico de menores ingresos, sino a las amplias capas medias que crecieron al impulso del modelo fordista-keynesiano de la segunda posguerra. En EEUU, la potencia más rica del mundo, viven 50 millones de pobres, que se alimentan con bonos estatales. En la rica Unión Europea se acumulan decenas de millones de desocupados, pobres y hasta hambrientos.
Mientras en simultáneo, crecen las fortunas de los multimillonarios, y la riqueza se concentra en un puñado de bancos poderosos y de gigantescas corporaciones transnacionales (diversos estudios publicados informan sobre el tema). Y esta realidad no es estática, sino que los dueños del mundo van y vienen por más, poniendo en peligro la supervivencia de cada vez más amplios sectores de la población y el bienestar de la gran mayoría de los seres humanos en todo el planeta. (5)
Tanto este futuro cercano que amenaza a toda la humanidad, como el presente lamentable que afecta a muchos miles de millones de seres humanos, deben ser objeto de análisis respecto de en qué tipo de sociedad vivimos y hacia dónde vamos, a la hora de pensar nuestra responsabilidad como ciudadanos comprometidos y nuestras acciones para contribuir al urgente e imprescindible cambio social.
Pero además de los grandes males humanos y ambientales provocados por la expansión del capitalismo en su actual etapa neoliberal, el propio sistema capitalista se enfrente a una profunda crisis que le impide volver a generar un crecimiento sostenido, y eso tiene consecuencias a nivel global, que es necesario considerar.


La crisis del sistema capitalista internacional y sus contradicciones

La contraofensiva neoliberal de los sectores más concentrados del capitalismo, iniciada entre los años ’70 y ’80 del siglo XX, logró imponerse con un éxito notable en casi todo el planeta. Anta la caída gradual de la tasa de ganancia en las actividades productivas en los países capitalistas centrales, sucedida hacia fines de la década del ’60, las grandes corporaciones impulsaron un proceso de reestructuración que tuvo resultados tan efectivos que no sólo lograron recomponer la tasa de ganancia a niveles extraordinarios, sino que originaron dos grandes problemas para la lógica del propio sistema (6).
Por un lado, la sobreacumulación de capitales líquidos y las gigantescas burbujas financieras no pueden sostenerse sin una economía que genere de manera creciente nuevas riquezas materiales. Pero por otro lado, la sobreacumulación de capacidad productiva existente no puede desplegarse plenamente sin un mercado que demande una mayor producción. Y eso no es factible luego de la contrarrevolución neoliberal, que dejó mercados agónicos y miles de millones de seres humanos excluidos del ‘progreso’.
El capitalismo necesita expandirse permanentemente, pero si se pensara en algún proyecto neokeynesiano universal, que incorpore una porción significativa de la población mundial al consumismo capitalista, el efecto de ese movimiento se daría de narices con la limitación física que significa un planeta finito que ya no soporta la depredación actual. Y en ese dilema se debate hoy el sistema, donde los sectores más poderosos y concentrados (los dueños del mundo) siguen impulsando acciones y políticas que les reportan enormes beneficios, pero en rumbo de colisión por la falta de sustentabilidad de ese proceso demencial.
Durante el proceso de reestructuración de la economía mundial, que incluyó una nueva revolución tecnológica y un cambio en las estrategias productivas de las grandes empresas transnacionales, se reorganizaron las actividades para alcanzar mayor eficiencia y más altos márgenes de ganancias. No sólo la robotización de los procesos industriales y el desarrollo de la informática aplicada a todo nivel, contribuyeron al logro de ese objetivo. También el cambio tecnológico en la producción de alimentos, de la mano de la transgénesis y la monoproducción en gran escala, permitió obtener inmensos beneficios a las corporaciones del sector que dominan los diferentes eslabones de toda la cadena. Se hizo a costa de la destrucción de vastos sectores campesinos y de la pérdida de la diversidad productiva en muchas regiones del planeta.
También la persistencia del proceso de crecimiento y acumulación a escala mundial agravó el saqueo y la depredación de recursos valiosos existentes en muchas regiones de la periferia del capitalismo, que van a ser objeto de nuevas ofensivas contra sus territorios y los pueblos que los habitan, generando los denominados procesos extractivistas que hoy predominan en la mayoría de los países latinoamericanos, más allá de los gobiernos de diferentes matices partidarios.


La Argentina y las próximas décadas

Nuestro país no está al margen de ese mundo en crisis. Somos parte del sistema capitalista, aunque estamos insertos de manera dependiente. Y nuestra historia como Nación ha sido la continuidad de ese estado, aunque pasando por fases diferentes tanto en su estructura social y dinámica interna, como en su inserción dentro del sistema capitalista internacional. No vamos a estar al margen de los colapsos futuros, pero vamos a tener nuestras particularidades nacionales que es necesario reconocer.
Luego de la profunda crisis a la que fue sometida la sociedad argentina durante más de dos décadas (a partir de mediados de los años ’70), y que llevó al fin de la ISI (industrialización por sustitución de importaciones, una sociedad con significativos avances en comparación al resto de los países de la región), se gestó un nuevo modelo de acumulación (últimos años de la década del ’90), mucho más regresivo, que se va a desplegar con fuerza hacia finales del 2002. Y a partir de entonces vamos a ver una nueva estructura económica y social, con una nueva manera de insertarse en el capitalismo global, que es necesario considerar para prever los escenarios futuros.
Vivimos los años de un modelo de capitalismo dependiente caracterizado por la falta de un auténtico proyecto nacional, puesto que los sectores impulsores del crecimiento surgen de planes y estrategias de las corporaciones transnacionales. Pero a diferencia de la etapa histórica previa a la crisis (modelo ISI), este modelo es extractivista depredador, con peso de las actividades que saquean las riquezas del territorio y no tienen ninguna posibilidad de sustentabilidad en el mediano plazo. Son además capital intensivo y con escasa generación de empleo genuino. Presentan problemas estructurales que en la fase expansiva inicial se pudieron ocultar detrás de los precios extraordinarios de los productos exportados por la Argentina (en especial la soja) y del rol activo del Estado como empleador (sea en forma directa, con trabajos precarios o con cientos de miles de subsidios clientelares).
Pero ni los defensores más acérrimos de las actividades extractivas depredadoras ocultan la falta de perspectivas de las mismas. Los principales defensores del modelo de monoproducción de soja transgénica vienen desde hace años llamando la atención por el creciente deterioro del suelo fértil (ya que no se reponen ni el 30% de los nutrientes que se llevan las cosechas). Las propias megamineras muestran en sus folletos que sus emprendimientos (de destrucción masiva y contaminación) tienen una duración de alrededor de 20 años (en ese lapso después de dinamitar una montaña y contaminar con cianuro los acuíferos, sacan todo lo que encuentran), aunque la formación del mineral en las rocas haya llevado entre 8 y 12 millones de años. Algo peor sucede con el fracking, donde el recurso que se alcanza con la perforación y la explosión subterránea se extrae en un 80% en los dos primeros años, por lo que se requiere hacer nuevos pozos en forma permanente, hasta agotar el suelo y destruir lo que haya con vida en el territorio (donde cada pozo requiere inyectar 20 millones de litros de agua con un cóctel de 600 químicos contaminantes, y pone en peligro los acuíferos de la zona).
Tampoco se puede esperar demasiado de la armaduría automotriz (donde un auto terminado tiene poco más del 20% de insumos nacionales) ya que el fin del petróleo afectará antes que nada al transporte automotor; ni de la mal llamada “industria nacional” de bienes electrónicos, que son islas artificiales que no tienen perspectivas de sostenerse si no es con ingentes e insostenibles subsidios públicos.
La eventualidad del fin de este ciclo expansivo, que ni aún en su etapa “gloriosa” pudo resolver los graves problemas estructurales económicos y sociales, nos obliga a considerar cuáles son los futuros escenarios y qué podemos hacer en ese contexto. Ante este panorama, que no es para nada alentador, surgen múltiples acciones de resistencia pero también muchas ideas, propuestas y prácticas, que buscan alternativas a los horrores que ofrece el capitalismo neoliberal. Acciones y propuestas que deberían potenciarse para impulsar un urgente y necesario cambio de rumbo. Y es en ese marco que creo debería analizarse y debatirse nuestro futuro común, con un mundo y un país que van a cambiar y mucho.
En resumen, sigo pensando que vamos hacia un mundo totalmente distinto al que vivimos hoy, que aparecerá de manera abrupta en cualquier momento. Y que nosotros deberíamos debatir esos probables escenarios, puesto que nos daría mucho más claridad a la hora de definir las cuestiones esenciales de nuestra militancia.
Julio de 2015

lunes, 12 de octubre de 2015

...Y LA POLICIA DETUVO... A 3 MUJERES....


El 30º Encuentro Nacional de Mujeres que se llevó a cabo en la ciudad de Mar del Plata terminó anoche con un enfrentamiento entre manifestantes feministas y grupos neonazis y la posterior represión de la policía bonaerense, que se llevó detenidas a tres mujeres.


Una columna que participaba en la marcha decidió realizar una manifestación frente a la Catedral de la ciudad, donde el grupo de neonazis Foro Nacional Patriótico, liderado por el dirigente de extrema derecha Carlos Pampillón, se convocó para “defender a la iglesia”, que ya contaba con la protección de personal policial.
Los enfrentamientos se produjeron luego de los intercambios de insultos entre ambos sectores, que se arrojaron bengalas, botellas y bolsas de basura. Aunque los separaba una reja, la presión ejercida por los militantes católicos hizo que la estructura de la misma cediera y los grupos quedaron enfrentados en medio de cantos, insultos, piedrazos y golpes.

Fue en ese momento cuando la policía y la Infantería reprimieron de manera violenta a los manifestantes con gases lacrimógenos y balas de goma, que derivaron en varias personas descompensadas y al menos seis mujeres heridas. La policía detuvo a tres mujeres por "desacato", que fueron liberadas esta mañana.

"La represión fue para las activistas feministas", afirmó la periodista Florencia Alcaraz, participante del acto, y agregó: "No había operativo de seguridad para cuidar a las mujeres. Estaba todo preparado para custodiar a los violentos". En ese sentido, indicó que "la policía no colocó vallado y dejó ingresar a los violentos a la catedral", por lo que los efectivos "fueron cómplices de la provocación" de los nacionalistas "católicos".

Final con sesenta mil mujeres en las calles

El Encuentro Nacional de Mujeres culminó ayer en Mar del Plata con una masiva marcha de 60 mil mujeres que llegaron de todo el país. Por primera vez en la historia de estas reuniones, la manifestación de cierre fue reprimida.
 Por Marta Dillon
Desde Mar del Plata

Sobre el duelo, el Encuentro. Con la memoria inmediata de dos femicidios perpetrados en los últimos dos días, una activista atacada por un grupo de skinheads y la denuncia de una violación a una de las asistentes que dormía en el campus universitario como tantas mujeres que vinieron a Mar del Plata; la marcha de mujeres más grande de la que tenga memoria la ciudad con la convicción, expresada de distintas maneras, inventada desde distintos imaginarios pero confluyendo en lo mismo, de decir basta. Contra la irritación que se sintió en la ciudad frente a la cantidad de mujeres que llegaron sin permiso y que anoche se exhibió en gestos de patrones de vereda que salían a patotear a las manifestantes por sus pintadas, la creatividad de los cantos, el sonido de los tambores, la evidencia de la organización de las mujeres, su persistencia. Anoche sí que fue imposible ignorarlas a las 60 mil que confluyeron desde todo el país para pensarse y pensar de qué manera es posible construir alternativas para asegurar sus derechos y su autonomía. Y el contraste entre su agitación y la violencia que se desplegó a través de distintos hechos y con una represión al final de la marcha parecida a una retaliación da cuenta de un aire de época, de las tensiones que produce en un sistema patriarcal que se hace invisible cuando se lo naturaliza, cuando se insiste en que hay lugares predeterminados para varones y mujeres –y el resto son deformidades a las que a lo sumo hay que tolerar–, que las personas vulnerables imagen en conjunto sus propias respuestas, deseos, límites. Las decenas de miles de asistentes al XXX Encuentro Nacional de Mujeres marcharon anoche para decir “no”. No a la violencia machista, no a la enajenación de los cuerpos cuando se niega el derecho a decidir, no a las inequidades que recortan los derechos de las mujeres. Y también para decir sí a sus decisiones libres y autónomas. No pasaron desapercibidas, el corazón de Mar del Plata estuvo cruzado por las columnas que marcharon juntas hasta llegar al centro y se desplegaron después, cuando las calles se angostaban, por distintas vías para terminar, algunas en la mítica playa Bristol y otras frente a la Catedral, donde los cruces con los militantes católicos apostados ahí, desde donde salieron los vándalos que atacaron a las activistas de Socorristas en red más temprano, terminaron con la detención de una manifestante dentro del templo, gases lacrimógenos y balas de gomas que impactaron en algunos cuerpos para dispersar a la manifestación. Algo completamente inédito en los Encuentros de Mujeres, en los que siempre se sintió la resistencia conservadora pero nunca desplegó la violencia institucional como anoche.
El XXX Encuentro Nacional de Mujeres cierra hoy después de dos días de intensos debates en 65 talleres que abarcan casi todos los temas que atraviesan la vida de las mujeres, lesbianas y trans y otras actividades paralelas que tuvieron su epicentro en la plaza Mitre y que congregaron miles de mujeres para escuchar a feministas latinoamericanas dar cuenta de sus propias trayectorias en la organización feminista popular o para escuchar la experiencia de una combatiente del ejército kurdo que lucha contra el Estado Islámico pero también “contra nuestra propia formación patriarcal, contra nuestras propias prácticas anquilosadas”, como dijo mientras era traducida en simultáneo en una radio abierta al aire libre que sostuvieron una decena de programas feministas que se emiten desde distintos medios alternativos. Pero ese panorama se volvió más oscuro que la noche encapotada de nubes cuando se desató la represión en la puerta de la Catedral, lugar emblemático de cada ciudad donde el ENM encuentra sede para que las encuentreras manifiesten su bronca por el modo en la Iglesia Católica pretende condicionar la vida de todas con su dogma. Al cierre de esta crónica, al menos cinco mujeres jóvenes quedaban retenidas dentro del templo católico hacia donde habían sido arrastradas por la policía. Otras más mostraban los impactos de balas de goma en diferentes partes del cuerpo –una de ellas periodista del suplemento Soy, de este diario–, en algún caso muy cerca del ojo. Nunca en treinta años de Encuentros se había disparado contra las asistentes aun cuando el modo de manifestarse al cierre de éstos siempre tuvo la misma tradición de manifestarse frente a las distintas catedrales. Y nunca tampoco como ahora, se detuvo a un grupo de mujeres dentro de un templo; algo que se parece más a una detención ilegal que a la intención de dispersar una manifestación.
Como si los dos femicidios que se sucedieron mientras decenas de miles de mujeres de todo el país debatían sobre sus trayectorias, sus resistencias, alianzas y vulnerabilidades no hubieran sido violencia suficiente, como si no pudiera leerse de qué modo se actualiza la consigna Ni Una Menos cada día aun desde la impotencia de saber que el conteo de víctimas no se detiene; el clima en la ciudad supuestamente feliz fue hostil durante todo el fin de semana contra quienes asistieron al Encuentro. Se cubrieron los murales que se pintaron para saludar estas tres décadas de Encuentros con pintadas fascistas, salieron a la vereda hombres encabritados contra las manifestantes dispuestos a irse a las manos contra quienes hacían pintadas en la vereda, se atacó a las activistas de Socorristas en Red –un grupo que en todo el país asiste a las mujeres que necesitan abortar y no ecuentran ayuda en los hospitales públicos– al tarde y muy cerca de la plaza feminista con golpes y amenazas con palos. También se recibió la denuncia de una mujer que habría sido violada la noche del sábado aunque no se pudo terminar de chequear esa información, la mujer quedó internada en el hospital zonal.
Sin embargo y como se cantó a lo largo de la marcha que duró tres horas y copó literalmente la ciudad de banderas y cantos antripatriarcales, “a pesar de todo, les hicimos el Encuentro”. Porque las mujeres están empoderadas, porque saben que poner el cuerpo en la calle hace la diferencia y que hay un capital político abierto el 3 de junio que es necesario capitalizar. Por eso ahora la consigna a favor del derecho al aborto se sostuvo pero enmarcada en que la criminalización y la clandestinidad es una forma de violencia hacia las mujeres que igual que en los femicidios puede terminar en muerte, en la muerte sobre todo de mujeres pobres. De esta manera los reclamos confluyen y se renuevan, convergen y se potencian porque la voz es una sola: Basta. Y es a ese basta, como suele suceder con la violencia machista que sostiene el patriarcado, que como todo sistema de dominación necesita tener elementos de coerción para subsistir.
El ENM salió igual fortalecido, nunca como antes hubo tantas mujeres que llegaron por primera vez a encontrarse con otras. Hoy con las conclusiones de los distintos talleres, llegará también la designación de la próxima sede y también la esperada declaración en contra de la represión sufrida anoche, en la que participó, como testigo privilegiado en las escalinatas de la catedral del lado de los católicos, Carlos Pampillón, un dirigente de ultra derecha con estrecha vinculación con el candidato que ganó las Paso, Carlos Arroyo, de Cambiemos.

Pagina 12, Qué digital, Infonews

Encuentro de Mujeres: El Confederalismo Democrático del Kurdistán


Encuentro de Mujeres: el sueño revolucionario de Kurdistán

Melike Yasar pertenece al Movimiento de Mujeres por la Liberación de Kurdistán. Atraída por la historia de pelea de las mujeres latinoamericanas vino desde Medio Oriente para compartir “una misma utopía: la liberación de las mujeres y la sociedad”.
10/10/2015

Melike Yasar, la militante kurda dará una charla en el Encuentro Nacional de Mujeres.
Autor: Juan Manuel Salas QUE DIGITAL.
jmsalas@quedigital.com.ar @juasalas
Kurdistán es un país sin Estado; el pueblo kurdo se encuentra dividido en Iraq, Irán, Turquía y Siria y si bien son alrededor de 30 millones, desde que en 1923 se trazaron las fronteras de los pueblos que integraban el Imperio Otomano, reclaman su territorio en una de las zonas más conflictivas de Medio Oriente: la antigua Mesopotamia.
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Melike Yasar es una militante el Movimiento de Mujeres por la Liberación de Kurdistán y viajó más de 13 mil kilómetros para estar en Argentina este fin de semana y poder participar del 30º Encuentro Nacional de Mujeres. “Latinoamérica es referencia por la historia revolucionaria que tienen sus mujeres”, dice la kurda que este sábado, desde las 18 dará una charla en la Facultad de Derecho.
Melike se expresa en español, hilvana frases que construye con sus manos y se reflejan en sus dos ojos de un negro profundo que desbordan ideales y sueños. Cuando su español no puede decir todo lo que piensa, Soledad, una militante social que estuvo tres meses en Kurdistán para aprender el idioma y empaparse con la lucha y la revolución de ese país, oficia de traductora.
El objetivo del viaje de Melike es construir una relación entre las mujeres kurdas, argentinas y de América Latina, ya que considera que “si bien hay diferencias culturales, la violencia contra las mujeres y la situación de las mujeres es la misma en todo el mundo, solo cambian los métodos del patriarcado”.
En Kurdistán, con su población dividida en Turquía, Siria, Irán e Iraq, para Melike la situación y la violencia que reciben las mujeres es un poco diferente según el país ya que “Turquía es cosmopolita, en Irán el islam es muy fuerte y en Siria e Iraq la cultura árabe es la preponderante”.
“En Kurdistán y Medio Oriente la mentalidad feudal y la influencia del islam es muy fuerte. Las mujeres kurdas luchamos contra el Estado Islámico y eso un ejemplo para el mundo”, asegura e inmediatamente aclara que “se necesita saber que el Estado Islámico no ataca a las mujeres kurdas, ataca una ideología de liberación que es un ejemplo para el mundo”.
Melike considera que “la violencia contra las mujeres en el Medio Oriente es más concreta, son más visibles los golpes. Pero las mujeres en Europa sufren una violencia psicológica y una violencia más terrible que en Kurdistán”.
Hay una creencia falsa de libertad y eso es más peligroso. Hay mucha contradicción, en Europa del Este podemos luchar por derechos de las mujeres, pero la situación de las mujeres en Medio Oriente es muy terrible. En América Latina es diferente, hay una tradición revolucionaria y hay una tradición revolucionaria de las mujeres, en todos los países podemos ver la lucha de las mujeres. Las mujeres kurdas tomamos esa referencia para la lucha”, dice la militante que viajó 13 mil kilómetros para conocer, entender y asimilar esa “tradición revolucionaria”.
REVOLUCIÓN POR UN ESTADO DE KURDISTÁN, EL CONFEDERALISMO DEMOCRÁTICO
Los kurdos desarrollaron un sistema que es una alternativa al capitalismo: el Confederalismo Democrático. En medio de tantos conflictos, muertes y guerras, Kurdistán asoma en Medio Oriente con promesas solidarias, de liberación e igualdad para conformar un país.
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Melike tiene 31 años y vive en Turquía, en “la ciudad de los profetas” de Urfa. Esta ciudad está en la frontera con Siria y un muro la divide en dos. El pueblo kurdo, que tiene su propio idioma y cultura, no solo está separados por países, sino por muros.
Los kurdos son parte del mundo árabe, pero son un pueblo milenario anterior al islam. “El partido de Trabajadores de Kurdistán luchó contra la asimilación cultural y ahora los kurdos, divididos en cuatro países, tenemos un sistema autónomo y una organización autónoma llamado Confederación Democrática”, dice Melike y explica que es “un sistema sin Estado, democrático, con bases ecológicas y que tiene en su centro, el paradigma, en la liberación de las mujeres”.
“Kurdistán ya tiene su lugar, siempre hemos vivido en ese territorio, entre el Tigris y el Éufatres. Siempre nos han querido correr, apropiarse de ese territorio. Pedimos que se reconozca la nación kurda y el derecho legítimo de vivir en nuestras tierras”, dice con firmeza.
“Podríamos ir a otro lugar, a la Argentina, y hacer el Confederalismo Democrático acá, pero ya tenemos tierras. El ejemplo que damos y el modelo de ciudad que queremos construir es muy peligroso para los Estados imperialistas”, remarca.
-¿Por qué peligroso?
-Porque es un sistema que se erige sobre la autonomía democrática y los organismos asamblearios de decisión del pueblo, donde tienen como pilares básicos la democracia participativa, la ecología y la liberación de la mujer. Eso es peligroso para la dominación capitalista. Cada persona trabaja para su propia liberación como individuo, sale de esa dominación del individualismo que propone el sistema capitalista.
-¿Cómo plantear una propia liberación sin ser individuales?
-El Confederalismo Democrático no tiene individualismo, sino que es todo sobre la base de una vida comunal. Hay una política de autodefensa para protegerse de los ataques del imperialismo de todo tipo. La autodefensa es un derecho para defender lo conquistado.
-¿Cómo se logra construir el sistema que proponen?
-Si nosotros identificamos que este sistema capitalista ya no va más, que la humanidad ha sido arruinada por los valores del imperialismo, la única forma es cambiar desde las raíces. Para eso se necesita cambiar la conciencia del individuo a la vez que se busca el cambio social.
El sistema, explica Melike, fue construido en medio de la situación de guerra y asegura que “la gente de todo el mundo pone los ojos sobre la construcción del Confederalismo Democrático, no pueden creer que en esta situación se pueda crear este sistema sin Estado”.
Melike cuenta que a partir de este proceso revolucionario, “las mujeres están teniendo un proceso de reorganización muy fuerte y llevan adelante la reconstrucción de la vida de sus pueblos y comunidades“, ya que “alrededor de la mujer se organiza la vida comunitaria y comunal”.
 LA TRAGEDIA DE LA HUMANIDAD EN UNA FOTO
Uno ve la foto y lleva tiempo asimilarla, pero hay que reaccionar. Un nene de tres años yace muerto a la orilla de una isla que no es su isla, de un país que no es su país, de un continente que no es su continente por intentar huirle a una guerra que no es su guerra.
Extracto de “La foto que lloró el mundo”, editorial de QUÉ en la radio, 4 de septiembre.
En septiembre, la foto de Aylan, el pequeño niño kurdo de Siria que fue retratado muerto en la costa de Grecia recorrió el mundo y puso en evidencia una situación de injusticia que supera cuatro décadas de lucha prácticamente invisible para el resto del mundo.
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-¿Qué sentiste al ver la foto de Aylan?
-La foto de Aylan no es solo una foto, es una tragedia de la humanidad ahora. Creo que después de esa foto tenemos que sentarnos y pensar qué hacemos, por qué Aylan muere.
-¿El pueblo kurdo recibió más apoyo tras esa imagen?
-Europa dice que está contra el Estado Islámico y después cierran las puertas para ir a Europa, es una política de asimilación. El mundo no puede centrar la cuestión en la familia y en la situación de la familia sin reparar en la crisis de la humanidad y en preguntarse qué es lo que sufre un pueblo para verse obligado a irse de esa manera. ¿Quién le plantea la posibilidad a esta gente de dejar su lugar y quién fuerza esta situación a que tanta gente llegue a la muerte como este nene?
-¿Sentís que el mundo reaccionó ante la foto de Aylan?
-Por todo el mundo se desparramó la foto de Aylan, pero nuestro pueblo ve como ISIS le corta la cabeza a un montón de gente para después jugar al fútbol con esas cabezas. El dolor no es mayor para nosotros por esa foto, es un dolor que perdura en el tiempo. Aylan es el punto final, la gota que rebalsó el vaso.
-¿Esperás un futuro mejor ahora que el tema se volvió mundialmente conocido?
-Los países imperalistas no querían que esta foto se desparramara de esta manera. Hablan de la foto y cierran el tema. Por 40 años sufrimos asesinatos y masacres, el mundo no se hizo eco de esas muertes.
GOBIERNOS SILENCIOSOS, PUEBLOS REVOLUCIONARIOS UNIDOS
La situación de Kurdistán parece no ser de agenda internacional. El primer país y prácticamente el único que publicó apoyo a Kurdistán fue Bolivia. Mientras que el conflicto de Palestina, superficialmente similar, consigue apoyo en la Naciones Unidas, el reclamo de los kurdos aún pide a gritos atención.
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Melike cuenta que la causa de Kurdistán recibe apoyo de movimientos anticapitalistas y antisistémicos, militantes van hasta Medio Oriente para compartir esa perspectiva de lucha y ayudar en el territorio. Sin embargo, asegura que no reciben ningún otro tipo de ayuda. “Lo que dicen Estados Unidos y Rusia, que bombardean ISIS para ayudar, para nosotros no es una ayuda. Queremos tomar un rol protagónico sobre nuestro proceso revolucionario“, aclara.
Es justamente por esa falta de apoyo internacional y falta de visibilidad del conflicto kurdo que militantes como Melike viajan por el mundo, para dar a conocer el sistema de Confederalismo Democrático y el conflicto en el que viven desde hace más de cuatro décadas.
“Nuestro trabajo aquí no es tanto para conseguir apoyo de gobiernos y estados, que es importante para hablar en Naciones Unidas y lo necesitamos, pero nuestra prioridad es el contacto, vínculo y apoyo de movimientos sociales revolucionarios“, remarca Melike y asegura: “Mientras más países acepten nuestro sistema mejor; si no, no hay problema, porque cuando tengamos la fuerza del pueblo también podremos cambiar la situación de Kurdistán“.
FEMINISMO, AUTOCRÍTICA Y PROYECCIÓN 
“Los niños kurdos nacen como militantes”.
Dicho para describir a los kurdos en Medio Oriente.
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Melike es militante por el Movimiento de Mujeres por la Liberación de Kurdistán desde sus 16 años. En Kurdistán un militante es un patriota que vive para la liberación de su pueblo. El militante kurdo no tiene hogar, no contrae matrimonio, no tiene hijos y vive en casas de diferentes kurdos, quienes le cuentan sus problemas, y así mantiene contacto con la gente, a la que le transmite los valores de su revolución.
No podemos dejar las discusiones solo en estos tres días de encuentro. Después hay que continuar y luchar juntas. Solo si después del encuentro todos los días seguimos luchando juntas, es que vamos a poder generar cambios reales en sociedad”, asegura Melike, quien esta tarde, desde las 18, dará una charla en la Facultad de Derecho.
Melike dice que le tiene mucho respeto al Encuentro de Mujeres, pero remarca que en Argentina “se sufren femicidios, violencia y hay problemas en el sector de las mujeres trabajadoras“. “Las perspectivas que emerjan y que surjan para la lucha es necesario continuarlas en el día a día. Ese es nuestro método de lucha, llevarlas adelante cada día”, explica desde su experiencia.
Para las mujeres kurdas el arma más importante es la crítica y la autocrítica. La guerra no es solo con el afuera, sino también hacia adentro, cada día establecemos una guerra interna y a través del estudio y la formación transitamos las discusiones y el desarrollo de esa militancia en un plano individual”, dice.
Si no establecemos esa batalla contra nosotras mismas, es imposible que el cambio se proyecte y se haga grande. Una de las cuestiones que observamos de las corrientes feministas es que se han quedado muy encerradas en sí mismas y no han tenido proyección en el resto de la sociedad, no se ha logrado una perspectiva muy amplia y solo han discutido para adentro conceptualizaciones”, critica Melike y diferencia a su movimiento al decir que “las mujeres militantes kurdas todo el tiempo están en vinculación con mujeres de su pueblo, pero a a la vez abiertas para conocer distintas experiencias de todo el mundo“.
Melike, justamente por eso es que está en Argentina, para conocer diferentes experiencias. También irá a México y a Cuba a seguir sembrando su revolución en tierras latinoamericanas, que históricamente son fértiles para cosechar ideas de cambios y liberación.

domingo, 11 de octubre de 2015

HACE 96 AÑOS en ESPAÑA

Jornada de ocho horas

Pancarta exigiendo la jornada de trabajo máxima de 8 horas, Melbourne, 1856
La jornada de ocho horas hace referencia a la reivindicación del movimiento obrero por la reducción de la jornada laboral y el establecimiento de las ocho horas de trabajo diarias o 48 horas a la semana, también conocido como el movimiento por la jornada reducida, que tuvo su origen en las penosas condiciones de trabajo de la Revolución Industrial en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII.                                             

Pancarta exigiendo la jornada de trabajo máxima de 8 horas, Melbourne, 1856

La jornada laboral en la revolución industrial

Durante la Revolución industrial la producción en grandes fábricas transformó la vida laboral tradicional, tanto de la mano de obra de origen rural como gremial, imponiendo largas jornadas y condiciones de trabajo próximas a la esclavitud.
No se aplicaba la regulación, establecida desde 1496 en Gran Bretaña, según la cual la jornada de trabajo duraba como máximo 15 horas, desde las 5 de la mañana, hasta las 8 de la noche. Las condiciones de trabajo sin regulación ni control deterioraban la salud, el bienestar y la moral de los trabajadores. Entonces el uso de trabajo infantil era
común.
...a las 2, a las 3, a las 4 de la mañana, se sacan a la fuerza de sus sucias camas a niños de 9 a 10 años y se les obliga a trabajar para ganarse un mísero sustento hasta las 10, las 11 y las 12 de la noche...1

Movimiento por la reducción de la jornada laboral

Desde 1810, Robert Owen difundió la idea de que la calidad del trabajo de un obrero tiene una relación directamente proporcional con la calidad de vida del mismo, por lo que para cualificar la producción de cada obrero, es indispensable brindar mejoras en las áreas de salarios, vivienda, higiene y educación; prohibir del trabajo infantil y determinar una cantidad máxima de horas de trabajo, de diez horas y media,2 para comenzar. Para 1817 formuló el objetivo de la jornada de ocho horas y acuñó el lema de ocho horas de trabajo, ocho horas de recreación, ocho horas de descanso.
El movimiento cartista, iniciado hacia 1838 presentó el 2 de mayo de 1842 al parlamento inglés un conjunto de propuestas entre las que se destacaba la reducción y limitación de la jornada laboral.
El 8 de junio de 1847, en Inglaterra, una ley concedió a mujeres y niños la jornada de diez horas. Todos los obrero francés conquistaron la jornada de 12 horas después de la revolución de febrero de 1848.
La Asociación Internacional de los Trabajadores definió como reivindicación central la jornada de ocho horas, a partir de su Congreso de Ginebra en agosto de 1866, declarando que la limitación legal de la jornada de trabajo era una condición previa sin la cual fracasarían todos los otros intentos de mejoras y la emancipación misma de la clase obrera.3 Se estimaba como «una gran disputa entre la dominación ciega ejercida por las leyes de la oferta y la demanda, contenido de la economía política burguesa, y la producción social controlada por la previsión social, contenido de la economía política de la clase obrera».4 Esta decisión contribuyó decisivamente a generalizar en el mundo, una lucha que ya era adelantada por los trabajadores de varios países.
En Estados Unidos la jornada laboral estaba fijada en 18 horas. En Filadelfia, los carpinteros se declararon en huelga en 1791 por la jornada de diez horas. Desde 1829 se había formado un movimiento para solicitar a la legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Para 1830 la reducción de la jornada laboral se había convertido en una demanda generalizada. El 16 de agosto de 1866 el Congreso Obrero General, en Baltimore declaró como primera y más importante exigencia de los trabajadores, "la promulgación de una ley fijando en ocho horas para todos los Estados Unidos la jornada normal de trabajo".3 La Federación Estadounidense del Trabajo, en su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer promulgar leyes en ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
Así, en 1886, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada Ley Ingersoll, que estableció la jornada de ocho horas, aunque con cláusulas que permitían aumentarla a 14 y 18 horas. Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la Ley Ingersoll, las organizaciones laborales y sindicales se movilizaron para hacerla cumplir. La prensa calificaba el movimiento como «indignante e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco patriotas», y manifestando que era «lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo». El 1.° de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200.000 conquistaron las ocho horas con la simple amenaza de parar. En Chicago donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del país las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo.5 6
A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales estadounidenses accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la Federación de Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical».
En Australia la lucha por las ocho horas se libró ampliamente desde 1855 y la jornada de ocho horas se estableció en el sector de la construcción desde 1858, pero solamente se generalizó paulatinamente en el país.
En América latina la demanda de la reducción de la jornada laboral fue enarbolada por los trabajadores en numerosas huelgas, hasta conseguir durante las primeras décadas del siglo XX la aprobación de leyes laborales que dispusieron la jornada de ocho horas. Así, por ejemplo, el artículo 123 de la Constitución mexicana de 1917 estableció las 8 horas.
En 1919, en Barcelona, ​​después de una huelga general de 44 días, con más de 100.000 participantes que paralizó efectivamente la economía, el gobierno español aceptó las demandas de los trabajadores que incluían una jornada de ocho horas, el reconocimiento de los sindicatos y el reintegro de los trabajadores despedidos. El 3 de abril fue aprobado el decreto y a partir del 1 de octubre de 1919 la jornada máxima total de trabajo en España fue de 8 horas al día y de 48 a la semana.7 El Conde de Romanones fue relevado del gobierno en abril de 1919 después de firmar el 3 de abril de 1919 el llamado "Decreto de la jornada de ocho horas"

Actualmente la defensa de la jornada de ocho horas para los trabajadores, depende de la lucha contra las diferentes formas de disfrazar la relación laboral, mediante contratos de servicios, honorarios u obras, que con sistemas de pago a destajo, por tareas, piezas o peso y con la tercerización, eluden la aplicación de las normas laborales vigentes en casi todos los países y logran de hecho imponer jornadas de trabajo indefinidas.

Evolución histórica de la reducción de la jornada de trabajo

Tabla 1 - Horas de trabajo por año y persona en el Reino Unido (1785-2000)8
Año Población Población
ocupada
Horas
trabajador
año
Horas
trabajador
semana9
Horas
trabajador
día10
Productividad
hora de trabajo
(dólares 1990)
PIB per
cápita
(dólares 1990)
1785 12.681.000 4.915.000 3.000 62 11 1,29 1.505
1820 19.832.000 6.884.000 3.000 62 11 1,69 1.756
1870 29.312.000 12.285.000 2.984 61 10,9 2,64 3.297
1913 42.622.000 18.566.000 2.624 53 10 4,40 5.032
1950 50.363.000 22.400.000 1.958 40 8 7,86 6.847
2000 58.670.000 27.200.000 1.489 30 6 28,71 19.817
El concepto histórico contemporáneo de jornada laboral va de la mano de industrialización de la producción durante la revolución industrial y la conversión del trabajo humano en fuerza de trabajo, como un factor de producción que pasa a formar parte de una economía de mercado con la teoría del valor-trabajo de los economistas clásicos (Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx).
En la Tabla 1 puede apreciarse la evolución de las horas de trabajo por año, semana y día por persona en el Reino Unido desde 1785 al año 2000. En este país se ha pasado en unos 200 años de 3.000 horas anuales a 1.489, prácticamente la mitad; de igual modo ha descendido el horario semanal y diario, si bien con la advertencia de que los días anuales no trabajados han ido aumentado y, a la vez, disminuyendo los días laborales semanales, desde 6 días, en algunos desde 7, hasta 5 los días laborales. Puede apreciarse un constante incremento de la productividad por hora trabajada y PIB per capita y su explosión desde los años 1950 hasta los 2000 período en el que se ha cuadriplicado y triplicado respectivamente.