Hombre en llamas

Hombre en llamas
Hombre en llamas. Orozco, J.C. Algunos críticos interpretan el mural como una glorificación de los cuatro elementos, otros ven en cada una de las figuras una simbología inherente al hombre mismo: el hombre teológico (que simboliza la tierra), el cual despierta en el mundo y convierte en dioses los fenómenos naturales que no comprende; el hombre metafísico (que simboliza el viento), el cual empieza a tener conciencia, reflexionando sobre la realidad del mundo; el hombre científico (que simboliza el agua), el cual analiza los fenómenos, los objetos, penetrando con su razón en sus esencias. Finalmente el hombre de fuego que debería simbolizar a Prometeo, el que rebelándose a los dioses entregó a los hombres la chispa del fuego, la cual representa al mismo tiempo la razón y la libertad. Así el hombre, ya libre, crea las artes en su constante lucha de superación; el hombre hecho fuego de pasiones, de anhelos de conquistas, pero sobre todo dueño de su vida, de su destino y de sus decisiones.

miércoles, 29 de junio de 2016

CARTA ABIERTA: EL ULTIMO SUSPIRO

Lo que ha sacado al colectivo Carta Abierta de un piadoso silencio de siete pesados meses, han sido las bolsas voladoras del señor López. Como a un televidente del montón, los ha afectado una escena mediática. Esto explica que hayan decidido trenzarse en una ‘guerra de relatos’, tardíamente, en lugar de hacer un balance crítico del gobierno anterior y del posterior apoyo de la mayoría de sus bancadas y dirigentes sindicales al paquete macrista.


No deja de ser significativo que un colectivo de intelectuales que le adjudica a la izquierda revolucionaria un carácter “testimonial”, publique la 21 versión de su credo bajo un encabezado que reza: “Dar testimonio”. Sólo le faltaba agregar “urbi et orbi”. Se trata de una justificación de hechos consumados, como lo ha venido haciendo, a través de textos barrocos, agobiados ahora por la televisación de múltiples episodios de corrupción. Tampoco podría ser de otra manera por parte de personas que gozaron del ejercicio de la función pública en distintas modalidades. Sea como fuere, efectuar un ejercicio testimonial, después de más de una década de gobierno y de siete meses de coalición parlamentaria con el macrismo, describe una descomunal bancarrota, tanto intelectual como política. Esto explica que el testimonio no le dedique siquiera un austero párrafo al Frente Ciudadano que convocara su conductora. Mal podrían haberlo hecho cuando el país es testigo, precisamente, de la desintegración del Frente para la Victoria e incluso del justicialismo, desde el primer día de la gestión ‘neoliberal’ y de ningún modo a partir de las bolsitas de José López.

Las bolsitas de López, instrucciones de uso
Lo que ha sacado al colectivo Carta Abierta de un piadoso silencio de siete pesados meses, han sido las bolsas voladoras del señor López. Como a un televidente del montón, los ha afectado una escena mediática. Esto explica que hayan decidido trenzarse en una ‘guerra de relatos’, tardíamente, en lugar de hacer un balance crítico del gobierno anterior y del posterior apoyo de la mayoría de sus bancadas y dirigentes sindicales al paquete macrista.
No los precipitó al ‘ejercicio reflexivo’, el voto del FpV al endeudamiento obsceno de la gobernadora bonaerense y al pago de los fondos buitres y la hipoteca adicional de u$s 8 mil millones, ni el pasaje de una mayoría del armado de los K a la coalición de hecho con el gobierno de los Ceo’s y banqueros. Tampoco los conmovió que esos mismos personajes avalaran el veto de Macri a la ley anti-despidos, a pesar de que contaban con una mayoría calificada en el Senado y podían obtenerla en Diputados. Ahora, esta coalición a la carta de que forman parte una mayoría del FpV y ex kirchneristas con el macrismo, se apresta a votar un blanqueo para los evasores impositivos, luego del Ok a dos candidatos a la Corte, enemigos jurados del derecho al aborto. Carta Abierta habría debido explicar este derrumbe de los K, que se ha producido como un castillo de naipes, en tiempo record, en lugar de esconderse detrás de las bolsas voladoras.
Al pasaje de los gobernadores y un número creciente de legisladores del FpV a la coalición con el macrismo, lo describe, con una demora de siete meses, de esta manera: “Un panorama de pasajes y veloces constricciones, ampara nuevas mayorías en Diputados y Senadores, con el vértigo forzado que le otorgan las almas recientemente catequizadas…”, bla, bla bla. Nosotros, los del PO, denunciamos esta “coalición a la carta” desde diciembre. Las “constricciones” de Carta Abierta dejan afuera la represión que aplican Alicia Kirchner y la fueguina Bertone para defender sus respectivos programas de ajuste. Tampoco incorporan el endeudamiento en serie que están lanzando los gobernadores del FpV. Como testigos de un proceso político que observan desde el limbo, mencionan, apenas de paso “el voto copartícipe (¿?, desconocen el término cómplice), de algunos legisladores (¿?, suficientes para darle mayoría al macrismo) que representaban lo que debía ser la oposición”. Se refieren de este modo al voto del FpV a la creación de la Agencia de privatización de bienes públicos de la Ciudad, olvidando que se trata de una alianza inquebrantable de ocho años en todo lo relativo a la especulación inmobiliaria. El lenguaje encubridor que usa la Carta para estos tránsfugas apenas disimula la intención de un ‘reencuentro nacional y popular’ con ellos en el futuro.
El “panorama de pasajes y veloces contricciones” no tiene nada que ver con “almas catequizadas”. El arreglo con los buitres y la mega-devaluación ya estaba inscripta en el programa de Scioli. Lejos de giros bruscos, la posición de los legisladores fue anunciada con mucha anticipación. Por eso, el Frente de Izquierda llamó a votar en blanco. Esas medidas eran exigidas por la burguesía nacional desde la instalación del ‘cepo’, y fueron adelantadas por la devaluación de Kicillof de enero de 2014. La ‘sintonía fina’ para las tarifas fue planteada una y otra vez por la ex presidenta, por lo menos desde su elección, en 2007, en compañía de Cobos y de los ucedeístas Boudou y Massa. El ‘ajuste’ prometido en ese momento fue interrumpido por el estallido de Lehman Brothers en 2008. La devaluación y la sintonía fracasaron apenas quedó a la vista que provocaría una reacción popular; entonces Kici llevó las tasas de interés por arriba del 30 por ciento. En definitiva, el FpV se ha coaligado con el macrismo en función de una misma estrategia de salida al impasse dejado por los K, y por sobre todo para preservar la gobernabilidad de Cambiemos, que se hubiera pulverizado de no haber arreglado con los buitres, devaluado el peso, eliminado (no por completo) el ‘cepo’ y aplicado el tarifazo.
Si no fueran suficientes los doce años K, cuando los banqueros se la llevaron con pala, la deuda pública aumentó en más de u$s 100.000 millones y se trucó el IPC (Indice de Precios al Consumidor), perjudicando en $ 200.000 millones el FGS (Fondo de Garantía y Sustentabilidad) de la Anses, lo ocurrido en estos siete meses es una prueba contundente del carácter de clase capitalista del peronismo en su conjunto. ¿Cómo se puede sustentar en el tiempo una redistribución de ingresos con semejante sangría financiera? Si el Chino Navarro ha roto con el Frente Kirchnerista, seguramente no debe haber sido por su condición de ‘alma catequizada’, sino por la dependencia del Movimiento Evita de los fondos públicos, que ahora manejan Macri y Vidal.

Derrota anunciada
El derrumbe del kirchnerismo no lo han provocado las bolsas del señor López; esas bolsas son una coartada para no pasar revista a las causas de conjunto de ese derrumbe. En 2013, CFK perdió la posibilidad de la re-reelección cuando Massa derrotó a Scioli en la provincia de Buenos Aires, con el respaldo de banqueros y contratistas que habían llenado sus bolsas con el kirchnerismo. Se cayó “el bonapatismo tardío”, que nosotros caracterizamos, de 2011. La candidatura de Scioli a la presidencia fue un tremendo recule de los K. La nueva derrota del bonaerense, esta vez frente a Macri, fue el último clavo del ataúd. El kirchnerismo no fue derrotado “por la desmesura oprobiosa que adquirió este caso”, como dicen los ‘testimoniales’, que en definitiva endilgan al valijero la responsabilidad por una derrumbe político previo. Ese valijero era, además, la “mano derecha de De Vido” – a su vez, “mano derecha” de CFK, junto con Zannini. El FpV no perdió por un punto en el balotaje; perdió veinte puntos entre 2011 y la primera vuelta de 2015. Si esto no es una debalce, ¿cómo llamarla? El viraje de la burguesía nacional kirchnerista hacia la oposición, desde 2011/12, fue respondido, de parte del gobierno de turno, por una adaptación hacia esa presión, en primer lugar con las candidaturas de los Scioli, Insfrán, Gioja, Urtubey, y con la devaluación de 2014, con el impuesto creciente a los salarios, con la autorización a la fuga de capitales por medio del llamado ‘contado con liquidación’ y, al final, con el negociado del dólar futuro. Aníbal Fernández, instrumento activo del fracaso, lleva en la mochila la responsabilidad política por los asesinatos de Kosteki y Santillán y de nuestro compañero Mariano Ferreyra.
Para Carta Abierta, las bolsas del señor López no mitigan las obras públicas del kirchnerismo, presentadas como una suerte de revolución social, como si los sobreprecios y las cometas hubieran sido posibles sin ellas, y como si no hubieran sido concebidas con esa finalidad. La patria contratista ha sido construida, a lo largo de décadas, con la licitación de obras públicas. El macrismo es un descendiente directo de esta burguesía del sobreprecio. Kicillof repitió, más de una vez, que pretendía desarrollar una burguesía desde el Estado -como en Corea del Sur, como si ignorara que allí fue financiada por Estados Unidos y por una feroz explotación social, que sigue en pie. La obra pública K fue desarrollada pagando los salarios más bajos del país, luego de la agricultura: los de la construcción.
Reivindicar este desarrollo de una burguesía nativa, ya altamente cartelizada y con fuertes lazos con el capital internacional y la mayor parte de su capital alojado en paraísos fiscales, en nombre de la defensa de la “existencia colectiva” contra la “expropiación general” -como dice el texto con todo su fárrago- es simplemente un embuste. Las bolsas del señor López fueron acompañadas por los Sueños Compartidos, por Skanska, por la colocación en Suiza de los fondos de Santa Cruz, por la venta a precio vil de los terrenos del Calafate. Fueron acompañadas por el desfalco de Cristóbal López a la Afip, con la complicidad de Echegaray, y con el negocio del juego, difundido hasta la obscenidad. Hasta cierto punto, el kirchnerismo destruyó el sistema de la obra pública al privatizar su realización, en especial con la vivienda, entre sus acólitos ‘sociales’. El desarrollo de una burocracia ‘social’ privilegiada es tan reaccionario como el de la burocracia sindical patrocinada por el Estado.
Las bolsas de López y la corrupción de la que se quiere delimitar Carta Abierta, no pueden ser desligadas de un entramado dirigido fundamentalmente contra la clase obrera. Los negociados del ferrocarril mostraron una mafia de kirchneristas y concesionarios, defendidos a muerte por CFK, que remató en el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra y la masacre de Once. Los ‘cartistas’ ni aluden a esto en su texto. Era un montaje de obreros tercerizados, explotados por empresas de la burocracia sindical, de capitalistas que jugaban con la vida de los usuarios y del conjunto de la Secretaría de Transporte –los Luna y los Schiavi. Carlos Tomada fue luego premiado con una candidatura, lo mismo que ‘Hannibal’, que había supervisado la liberación, por parte de la policía, del escenario en que actuaría la burocracia de Pedraza. La corrupción no es una rueda que se suelta por una falla de gobierno, sino un mecanismo íntimo del engranaje de la acumulación capitalista y el Estado. Ha quedado al desnudo, desde hace tiempo, que la violencia del ataque del gobierno K contra los trabajadores del Hospital Francés, respondía directamente a los intereses de la mafia de los medicamentos, que contaba con el respaldo de Capaccioli y Alberto Fernández.
El blanqueo macrista, que legitima la corrupción capitalista, no es más que una réplica ampliada del que armaron Guillermo Moreno, Kicillof y CFK.

El mito del eterno retorno
“Los derechos sociales” que reivindica la marcha peronista, tienen poco que ver con los que reivindica el kirchnerismo. Aquellos tenían que ver con el derecho y la calidad del trabajo; estos con la asistencia en un cuadro de creciente miseria social. Esto pone en evidencia la degradación histórica que ha sufrido el nacionalismo de contenido burgués. La carta habla de “los vientos regresivos de la historia” que tuvieron que enfrentar los gobiernos bolivarianos, pero ni menciona el más prosaico “viento de cola” que le brindaron los precios de la soja, del hierro o del petróleo, que alcanzaron las mayores cotizaciones de las materias primas desde la crisis petrolera del ‘74. Los “términos del intercambio”, casi siempre negativos desde antes de los años ‘50, se habían invertido. La mejora extraordinaria del ingreso nacional, según CFK, “se la llevaron con pala” los banqueros; se pagaron u$s170 mil millones de deuda externa. El chavismo descubre, recién ahora, cuando los precios de exportación se desploman, que Venezuela no superó el rentismo petrolero. Es lo que omite Carta Abierta cuando insiste en que “el kirchnerismo se hizo cargo de un país devastado. También omite que la devastación la habían provocado los futuros K que habían gobernado con Menem, unos, y con De la Rúa, otros, y todos con Cavallo. Tanto Lula como los K se apartaron del FMI cuando la economía reclamaba gastar los dólares que entraban.
Para empeorar las cosas, en pocos días más nos enteraremos que el crecimiento ‘chino’ siquiera fue tal, sino un engaño del IndeK. De acuerdo a un estudio de las universidades de Harvard y Buenos Aires, el PBI de Argentina fue en 2015, un 12.5% inferior al oficial, bien antes de la reciente devaluación, unos u$s80 mil millones menos. El ingreso por persona no era de u$s12.510 sino de u$s7.399; la tasa de pobreza no habría sido del 4.7%, en 2013, como pregonaban ‘Hannibal’ y Moreno, sino de 29.5 por ciento (Folha de Sao Paulo, 28/5). Para consuelo de kirchneristas, digamos que lo mismo acaba de ocurrir en Gran Bretaña, donde el gobierno reconoció que había inflado el PBI en u$s90 mil millones. Como ocurrió en Estados Unidos, hasta la crisis hipotecaria, y luego en Brasil, a partir de 2006, el crecimiento del consumo, también en Argentina, obedeció a un fuerte incremento del crédito personal. El ‘populismo’ que critican los Melconian, redundó en beneficios altísimos para los bancos. El derrumbe del kirchnerismo y la desintegración de su armado político no lo ha provocado el señor López con sus bolsas voladoras, sino las contradicciones insalvables de su propio entramado.

La izquierda
Carta Abierta defiende una ilusión: que el fracaso del macrismo devuelva el primer lugar al kirchnerismo. Alude a “la resistencia democrática… (que) resurge continuamente…”, aunque, lamenta, sin que se adviertan los signos de una conducción general efectiva”. Estas piadosas palabras para la ausencia de CFK del escenario político, salvo cuando la convoca Bonadio, son un “testimonio’ de la bancarrota de la dirección política del movimiento que debiera “resurgir”. Para justificar sus ilusiones, la Carta invoca el “lat(ido de) una memoria indemne” en el pueblo argentino, que lo llevaría de nuevo al punto de partida . Es una memoria, sin embargo, plagada de contradicciones, porque no es lo mismo el 17 de Octubre que la capitulación del ‘55 y la Triple A; el cordobazo que la represión peronista del 73/76; Mariano Ferreyra que Pedraza. La finalidad de la Carta se resume en una frase, que ya entró al lugar común de “las zonceras argentinas”: “a la izquierda del kirchnerismo solamente está la pared”. En efecto, el propósito de la Carta no es organizar la lucha contra el macrismo, al cual opone el “testimonio”, sino enfrentar el desarrollo de una izquierda revolucionaria que saque al movimiento popular de la serie estrepitosa de derrotas a que lo condujo el peronismo desde el golpe del ‘55. La lucha por derrotar la tentativa del macrismo y el gobierno debe, por su método y su programa, servir para superar cualquier nuevo recambio capitalista, se valga del nombre que sea. Es seguro que desde la propia izquierda se caracterizará a esta Carta como una suerte de “autocrítica positiva”, cuando es en realidad es el más pobre recurso argumental del que se vale un grupo de intelectuales para que la clase obrera no abandone por completo el pasado.
Horacio González escribió, en diciembre de 2013, ante el avance electoral del Frente de Izquierda ese año, lo siguiente: "Compañeros de la izquierda, felicitaciones, pero no van a conseguir nada si pretenden desarrollarse desde la premisa de la `bancarrota del capitalismo`". La premisa de Carta Abierta y su mentada redistribución de ingresos, tiene como premisa la expansión del capitalismo. ¿Por qué invoca, entonces, “una lucha contra los vientos regresivos de la historia”, que si tienen algún sentido, implican la tendencia a la bancarrota del capitalismo y su reacción de ajustes y miseria social? El Brexit, o sea la tendencia disolvente de la UE, con su secuela de bancarrotas monetarias y bancarias, viene oportunamente a recordar que la premisa de la izquierda revolucionaria es infinitamente más realista que los ahora auto reconocidos “testimoniales”.
Para llevar adelante una lucha consecuente contra el gobierno macrista y su “coalición a la carta” con el pejotismo y el FpV, es necesario reivindicar una trayectoria autónoma de los desfalcos políticos de todos los movimientos, partidos y camarillas capitalistas, en especial del engendro del FpV. La clase obrera no debe cargar con hipotecas ni mochilas que no son las de ella, si es que quiere obtener una victoria estratégica contra el gran capital. Es significativo que quienes reivindicaban la militancia (aunque fuera financiada por el Estado), se bajen ahora a la condición minimalista de “Dar Testimonio”.

28 de junio de 2016 | Por Jorge Altamira. Prensa O.

DESPUES DEL BREXIT


Después del Brexit

Como dicen los angloparlantes, el Brexit ha sido “an accident waiting to happen” -un accidente a la caza de su oportunidad. David Cameron, el primer ministro de Gran Bretaña, contrarió la advertencia que le fue hecha desde varios sectores acerca del peligro de un referendo para determinar la permanencia o el retiro de la Unión Europea. Prevaleció su obstinación a que sin un apoyo plebiscitario no podría hacer frente a los problemas crecientes que enfrenta la economía británica y la City de Londres – y a la crisis que ya había generado en el partido conservador.  
Recordemos que “las deudas de corto plazo de los bancos y entidades basadas en Gran Bretaña llegan al 755% del PBI, según informa la calificadora S&P, el porcentaje más alto a escala mundial. La mayor parte de esta deuda está denominada en dólares o euros que el Banco de Inglaterra no puede imprimir, y depende de los mercados de capitales mayoristas”. Este escenario se nubla aún más debido a un déficit de cuenta corriente del 7%, lo que redunda en un incremento de la deuda externa de 130 mil millones de libras esterlinas, a lo que se suma una deuda pública del 86% del PBI. Estos datos ponen de manifiesto una contradicción sencillamente terminal: la economía británica tiene la plaza financiera internacional más importante del mundo, o sea superior a Wall Street en colocaciones externas, con activos que constituyen cinco veces el valor del PBI, unos u$s 10 billones, pero carece de una moneda de reserva que pueda operar como seguro para el conjunto del sistema financiero.  
La City de Londres es una ficción financiera, de carácter completamente parasitario. Con un agravante: que tampoco podría recurrir a una devaluación de la moneda, porque desataría una guerra comercial, en primer lugar con su principal mercado, la Unión Europea, y agravaría la hipoteca financiera externa en moneda doméstica. El viernes último, la libra y las acciones de los bancos ingleses o con fuertes negocios en Europa fueron hundidas por una fuga de capitales, a pesar de la inyección de fondos del Bank of England y de los canjes de monedas activados con la Federal Reserve de Estados Unidos. 
Londres vs Inglaterra y Gran Bretaña 
Este cuadro crítico explica el reiterado intento del canciller del Tesoro, John Osborne, de producir un violento ajuste presupuestario en medio de un crecimiento nulo; el PBI, además, había sido sobrevalorado en 18 mil millones de libras (Financial Times, 14/3). La tentativa ajustadora enfrentó una resistencia de la bancada conservadora, y sólo sirvió para acentuar la división del partido gobernante. Puso de relieve la contradicción de los intereses de la City con Inglaterra y el conjunto de Gran Bretaña. La mayor siderúrgica radicada en Gran Bretaña fue sacrificada al mercado de valores londinense, completamente indispuesto a bloquear la competencia del acero de China. Esto y las quiebras de las grandes cadenas minoristas operaron como la última gota de agua contra un ajuste que acicateaba la caldera social.  
Por estas razones, la ratificación de la permanencia en la UE, por medio del voto popular, se presentaba como un fórceps plebiscitario a ser aplicado contra la democracia parlamentaria radicada en Westminster. La división del propio gabinete sobre el asunto ponía en cuestión el régimen de gobierno de Comité, el ejecutivo del parlamentarismo. La victoria del Brexit representa entonces una crisis colosal de carácter político. El electorado rechazó el maridaje del ajuste entre la City y la UE. Es un revés para los dos lados de la mesa. La zona euro atraviesa una crisis monumental, con la mayor parte de su sistema bancario plagado de activos incobrables (Aristóbulo de Juan, ex director del Banco de España, en El País, 15/4), una deflación irresistible y el fracaso de todas las políticas de incentivo monetario del Banco Central Europeo. El Brexit anticipa la desintegración de la zona euro. 
Vacío y lucha de clases 
La espectacularidad de la crisis se manifiesta en la renuencia de Cameron a aplicar la decisión del referendo, que ha dejado para octubre. Se habla incluso de la convocatoria a otro referendo. Boris Johnson, ex alcalde de Londres y líder del “brexismo”, salió rápido a pedir evitar con los apresuramientos, en coincidencia con Cameron. La dilación de la renuncia de Cameron (que haría efectiva en octubre), resulta insostenible, en especial porque la UE exige iniciar enseguida el proceso de separación. El vacío gubernamental se advierte también en la decisión de Escocia de convocar a un nuevo referendo para separarse de Inglaterra. Todo esto ya lo habíamos advertido en la entrada a este face, de fecha 15 de junio. El Brexit ha reabierto la cuestión de una unidad de Irlanda apadrinada por la UE. 
Nadie disputa que la derecha comandó la campaña, con un eje chovinista que procuraba disimular la crisis de la City de Londres –con la excepción quizás del Telegraph, un diario de derecha que no dejó de lado el tema económico de la separación. La derecha de la UE aplaudió naturalmente el resultado, e incluso Trump y Putin. El desarrollo ulterior de la crisis despejará este espejismo de ascenso derechista, en especial por el incremento de luchas obreras en los últimos años.  
En Francia, por ejemplo, el progreso del Frente Nacional enfrenta ahora una gran movilización obrera contra la contra reforma laboral. El recule de Johnson respecto a un retiro inmediato es una muestra que la derecha no puede gestionar la crisis. Sobre llovido, mojado, el derrumbe ha afectado al partido Laborista, que apoyó oficialmente el Brexit, aunque con divisiones, y fue ignorado por su electorado. No hay que confundir el Grexit de una nación oprimida con el Brexit de una nación imperialista, aunque lo más importante sea la dirección política que encabece aquel retiro. 
Bye, bye Macri 
La economía estadounidense será muy afectada por esta crisis. El ascenso del dólar, que ocurrirá por la fuga de capitales de otros centros financieros y de las naciones más débiles, debilitará el comercio exterior norteamericano y acentuará las tendencias recesivas. La banca central ha agotado el empleo de recursos para reactivar la economía. 
De un modo general, todo esto afectará negativamente el comercio y las finanzas de los países de América Latina. Macri y Prat Gay han decido poner buena cara, pero solamente para la tribuna. La colocación de deuda externa no podrá proseguir, mientras el déficit fiscal supera cómodo el dejado por Kicillof. La versión de que el gobierno Macri ofrece seguridad para atraer inversores en este cuadro, es una fantasía. Ha quedado demostrada nuestra tesis, expuesta en forma reiterada, de que el macrismo no ha reunido las condiciones o recursos, sean financieros, económicos y políticos, para su política de ajuste y desguace de derechos sociales.  
La crisis capitalista mundial pone un límite infranqueable al pastiche económico macrista, que está sumiendo en la miseria a sectores crecientes de los trabajadores.

J.A. Prensa O.

Ver tambien  http://www.lanacion.com.ar/1913153-brexit-un-gigantesco-dolor-de-cabeza-para-los-atribulados-bancos-europeos 

sábado, 18 de junio de 2016

Diseño para el uno por ciento

ARQUITECTURA


Diseño para el uno por ciento

ALEX COCOTAS
Miércoles 15 de junio de 2016
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Zaha Hadid, arquitecta pionera y primera mujer en obtener el premio Pritzker, murió en marzo a la edad de 65 años. Su visión y su ambición han sido merecidamente ensalzadas en las semanas posteriores, pero su fallecimiento también nos brinda la ocasión para reflexionar críticamente sobre la arquitectura contemporánea. No hace tanto tiempo, los arquitectos más destacados del planeta debatieron sobre la manera en que la arquitectura podría servir para transformar la sociedad creando viviendas para los trabajadores, mejorando la salud pública y favoreciendo la solidaridad social. Hoy en día, la arquitectura mundial está poblada de “arquitectos estrella” que, como Hadid, están especializados en megaproyectos para la élite mundial.
Algunas de las obras de estos arquitectos son hermosas, desde luego, pero en muchos casos también comportan el derroche de dinero público, facilitan prácticas corruptas y explotadoras y refuerzan un modelo de planificación que excluye a la población de la toma de decisiones. Muchas creaciones arquitectónicas están mal construidas, generan costes de mantenimiento desorbitados (después de sobrepasar con creces el presupuesto estipulado) y dejan completamente de lado a la gente que vive en el entorno. Sirva de ejemplo uno de los primeros edificios de Hadid, una estación de bomberos /1: estéticamente atractiva, resultó poco práctica para los bomberos y más tarde se convirtió en un museo.
Y el escultural edificio Maxxi en Roma que diseñó Hadid/2: en algunos aspectos es un diseño maravilloso, aunque también se asemeja a una fortaleza que no se integra en el vecindario circundante ni interactúa con él. El New York Times informa de que el coste de mantenimiento del edificio es de 6,6 a 7,9 millones de dólares al año (que hay que sumar a los 150 millones que costó la construcción), más que el presupuesto anual del museo, subvencionado por el Estado italiano, de modo que en varias ocasiones ha habido que inyectar dinero adicional para rescatarlo.
La arquitectura es una disciplina única por su inherente valor social y utilitario. Nadie perdió su hogar cuando Dylan se pasó a la guitarra eléctrica. Nadie contrajo una deuda enorme por imprimir la última novela de Franzen. Pero la gente común, le guste o no, tiene que apechugar con las consecuencias de las creaciones arquitectónicas. Un edificio puede destruir tu vecindario, destruir la base de tu sustento, destruir tu vida. Sin embargo, muchos arquitectos famosos, y la mayoría de críticos arquitectónicos, no son capaces de reconocer la realidad fundamental de que la arquitectura no es un compartimiento estanco de virtudes estéticas y adjetivos vagos, sino un producto del contexto político, económico y social. Un contexto definido en gran medida por las prerrogativas de la élite. Por ejemplo, el complejo Dongdaemun Design Plaza de Seúl, concebido por Hadid y que costó 450 millones de dólares, era el proyecto estrella del ex alcalde Oh Se-hoon, quien dimitió después de oponerse a un programa de comedores escolares gratuitos. La construcción del complejo multifuncional desplazó a 900 comerciantes locales y causó la destrucción de un histórico estadio de béisbol que seguía utilizando la comunidad.
El Centro Heydar Alíyev en Azerbaiyán es un ejemplo aún más ilustrativo del carácter insidioso de la arquitectura contemporánea. Hadid elaboró este proyecto junto con el presidente azerí Ilham Alíyev –cuyos abusos de los derechos humanos, corruptelas y nepotismo recuerdan a una época feudal– para contribuir a transformar la capital azerí en el nuevo “centro cultural global” (en palabras de Baku, una revista trimestral editada por la hija del presidente y publicada por Condé Nast). El diseño de Hadid para el centro, que lleva el nombre del padre del presidente Alíyev, entusiasmó a la crítica arquitectónica y ganó el premio al diseño del año 2014 del Museo del Diseño de Londres, lo que no sirvió de consuelo para las 250 familias expulsadas de sus hogares para permitir la ejecución de la obra.
La gigantesca galería comercial Galaxy Soho en Pekín también se halla en terreno disputado. La obra desplazó un barrio de tradicionales hutongs, cuyos vecinos dicen que sus terrenos fueron objeto de expropiación forzosa. El estudio de Hadid insiste en que la zona ya no estaba habitada cuando ellos se implicaron en el proyecto y que este se ajustaba a la normativa legal, pero la corrupción en materia de compraventa y recalificación de terrenos es endémica en China. Tal vez el ejemplo más claro de la relación de la arquitectura con estructuras más amplias de opresión sea la obra de Hadid en Catar, donde diseñó el estadio Al Wakrah para la Copa del Mundo. Cuando le preguntaron en una entrevista realizada en febrero de 2014 sobre las condiciones laborales en los países del Golfo –semiesclavismo, robo de salarios, muerte de trabajadores–, Hadid respondió que “ no tengo nada que ver con los trabajadores. Creo que es una cuestión que corresponde abordar al gobierno, si es que hay un problema. Espero que todo esto se resuelva ”. Presionada, alzó los brazos retóricamente y dijo: “ No me lo tomo a la ligera, pero creo que de esto debe ocuparse el gobierno. No es mi deber como arquitecta meterme en estas cuestiones.”
Los “arquitectos estrella”
Los arquitectos no siempre se han mostrado tan indiferentes ante los trabajadores. En efecto, la aversión por el ornamento, que como es sabido preconizaba la arquitectura moderna, respondía menos a un juicio estético que a la oposición a la explotación laboral. Como señaló el arquitecto austriaco Adolph Loos en su ensayo de 1908 titulado “Ornamento y delito”, el ornamento perpetúa las malas condiciones de trabajo, las largas jornadas y los bajos salarios. Cuanto menos ornamento, más salario y menos trabajo: “El ornamento”, escribió, “ es fuerza de trabajo malgastada y por tanto salud dilapidada.” Para los arquitectos modernos que siguieron a Loos, la creación de viviendas asequibles para los trabajadores era un imperativo moral que podía cambiar profundamente la naturaleza de la sociedad. En la cumbre de sus carreras, arquitectos como Le Corbusier y Walter Gropius (y Bruno Taut y Ernő Goldfinger) seguían diseñando grandes proyectos residenciales.
Hoy en día, sin embargo, las obras de los arquitectos estrella comprenden toda una panoplia de proyectos y clientes dudosos. Santiago Calatrava ha dejado un reguero de construcciones chapuceras cuyo coste ha superado en numerosas ocasiones el presupuesto acordado, como en el caso reciente de los 4 000 millones de dólares de la estación de tránsito del Bajo Manhattan. Rafael Viñoly y Frank Gehry han diseñado edificios que emiten reflejos cegadores sobre muchos vecinos desprevenidos. El edificio de CCTV en Pekín, concebido por Rem Koolhaas, una de las obras más celebradas de los últimos años, es más que una maravilla de la técnica: es un instrumento de propaganda para el Estado chino. Norman Foster no tuvo ningún reparo en cooperar con el gobierno autoritario de Kazajistán para crear el irónicamente llamado “Palacio de la Paz y la Reconciliación”. Abu Dabi ha reunido una constelación de arquitectos estrella para erigir tanto un complejo de entidades culturales como una sucursal de la Universidad de Nueva York llamada “Isla de Felicidad”, construida, por supuesto, por trabajadores esclavizados en condiciones no tan felices.
En ningún otro segmento es más clara la ruptura con el pasado de sensibilidad social que en el de la vivienda. Cuando estos arquitectos estrella construyen edificios residenciales, lo hacen para millonarios y milmillonarios. El proyecto de viviendas más grande de Frank Gehry es el que se halla en 8 Spruce Street, en el Bajo Manhattan, donde el alquiler de un apartamento medio asciende a más de 5 500 dólares al mes (solo asequible para alguien que gana unos 14 000 dólares mensuales netos). Bernard Tschumi, el izquierdista radical del grupo, hizo su primera incursión en el ámbito de la vivienda con el Blue Condo, en la parte oriental del Bajo Manhattan. ¿Precio medio de compraventa? 1,5 millones de dólares. Claro que estas son relativas gangas en comparación con otros proyectos estelares. Los apartamentos con que Hadid debutó en Nueva York, de próxima inauguración, cuestan entre 4,9 millones y 50 millones de dólares. El proyecto de Rafael Viñoly en 432 Park Avenue incluye un ático de 95 millones de dólares.
Dado que los arquitectos se deben en gran medida a su clientela, su predilección por el diseño de residencias de lujo se puede atribuir en parte a los cambios acaecidos en el mercado de la vivienda y en la economía mundial. Pero tampoco podemos dejar que se vayan de rositas con tanta facilidad. En su gran mayoría, los arquitectos de élite se han desentendido de toda idea de hacer que la unidad arquitectónica más básica sea asequible para todos. La excepción destacada que prueba la regla es Alejandro Aravena, el último galardonado con el premio Pritzker, que ha desarrollado los planos para la construcción viviendas de bajo coste que ha ofrecido gratuitamente. En cambio, los proyectos de viviendas de lujo que elaboran sus compañeros de profesión son manifestaciones de la plutocracia que de paso elevan el coste de la vida para la amplia mayoría de los habitantes de las ciudades. Impulsores de la gentrificación, Hadid y los demás arquitectos estrella han puesto sus talentos al servicio de un modelo urbanístico que erige monumentos simbólicos para las élites en vez de mejorar las condiciones de vida de la gente común.
El “efecto Bilbao”
Desde que Frank Gehry diseñó el Museo Guggenheim para el Bilbao postindustrial, convirtiendo de golpe la ciudad en un destino turístico, ayuntamientos de todo el mundo han aflojado cientos de millones de dólares de dinero público para construir edificios de uso cívico y cultural. Sus impulsores entienden que estas instituciones culturales atraerán nuevos flujos de capital transnacional, más inversiones inmobiliarias, más turistas, más “plataformas de innovación”, etc. La sopa de palabras de moda es un pozo sin fondo. Sin embargo, esos proyectos no abordan los problemas estructurales –el declive industrial, los salarios y la inversión pública– que han precipitado su supuesta necesidad. Su propósito no es “revitalizar” la ciudad, sino globalizarla.
En la fase de planificación no pasan por alto a la gente pobre, pero una vez realizada la obra, esta gente se ve desplazada, apartada del espacio público por sus sustitutos idealizados. Los principales beneficiarios son los turistas culturales, los grandes propietarios de inmuebles y los egos de los cargos públicos. ¿Anhelaban los habitantes de Dongdaemun un complejo para exposiciones internacionales diseñado por Hadid en medio de su barrio? ¿Necesitaba Guangzhou realmente un gran teatro de la ópera? ¿Acaso se molestó alguien en preguntar a los moradores de la ciudad?
Los defensores de esta clase de proyectos apuntan a manudo a la creación de puestos de trabajo para justificarlos. No obstante, aunque la construcción de esos brillantes centros culturales suele generar puestos de trabajo bien pagados para obreros de la construcción sindicalizados, estos siempre son temporales. Una vez terminada la obra y puesta en marcha la institución, predominan los puestos de servicios mal remunerados. Un museo precisa unos cuantos curadores e investigadores (que no necesariamente perciben salaries elevados) y muchos más vigilantes, guías turísticos y cajeros. En el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), el salario inicial de un trabajador es de 29 000 dólares, alcanzando un máximo de 50 000 dólares para los administrativos no ejecutivos. Además, la esperada aparición de comercios en el vecindario, que constituye el objetivo último de muchos de estos proyectos, genera en gran medida la proliferación de camareros, cocineros, dependientes, etc., en un modelo de desarrollo económico que gira en torno a una clientela más bien acomodada. Lejos de ser una solución para los trabajadores que viven en la ciudad, los grandes beneficiarios son de nuevo los propietarios inmobiliarios y el capital.
En nuestra época de austeridad, la locura del planteamiento de tipo Bilbao salta todavía más a la vista. Mientras los habitantes se enfrentan a una elevada tasa de paro, a salarios estancados, al aumento del coste de la vida y al recorte de los servicios públicos, los ayuntamientos dedican recursos significativos a proyectos creados –de hecho o intencionadamente– para los turistas. Es probable, por ejemplo, que los habitantes de Roma no necesitaran un nuevo museo de arte contemporáneo. Los artistas locales necesitan alquileres baratos y galerías para exponer. Es indudable que la población italiana en general necesita inversiones públicas en puestos de trabajo y servicios sociales, no en vano la tasa de paro juvenil en este país es actualmente del 37 %. Lo que le han dado, en cambio, es el edificio Maxxi diseñado por Hadid, inaugurado en 2010.
Otro argumento que suele esgrimirse en defensa de estos edificios invoca las grandes catedrales europeas: ¿acaso no eran templos caros para las élites? ¿Acaso no superaron también el presupuesto en cierto modo? ¿No ha demostrado su longevidad su valor intrínseco? Dejando de lado el hecho de que la Europa medieval no es un buen barómetro moral para nosotros, existe una diferencia fundamental: esas iglesias eran utilizadas por todo el mundo. Servían de centro social, de casa consistorial, de plaza de mercado, eran la manifestación de las mayores aspiraciones espirituales de la comunidad, el lugar que daba sentido a la vida. Pocos edificios actuales, diseñados por arquitectos estelares, alcanzan estas alturas; eran más aptos (hasta que quedaron prohibidas en la ciudad de Nueva York) para incluir “puertas para pobres”.
El refugio del arquitecto
Tampoco hay que echar toda la culpa por el actual estado de cosas a los arquitectos. En la década de 1960, y especialmente en la de 1970, estaba incubándose una fuerte reacción contra la arquitectura moderna socialmente sensible, ridiculizándola por su homogeneidad percibida y su abstracción descontextualizada del lugar; según la acusación común: hileras de cubos monótonos y grises, o simplemente aburridos y feos. El brutalismo –una derivación de la modernidad, conocida por su uso extensivo de hormigón visto– fue objeto de una crítica particularmente dura. Del mismo modo proliferaron las burlas sobre los proyectos de viviendas públicas, muy asociadas con la arquitectura moderna. Esta campaña culminó con la demolición televisada a escala nacional del complejo de viviendas Pruitt-Igoe, de Saint Louis, en el año 1972, cuya fecha pasaría a marcar el día “en que murió la arquitectura moderna”, según el crítico de arquitectura Charles Jencks.
En el fondo, la arquitectura moderna abanderada por Walter Gropius, Le Corbusier y otros fue un intento de crear un enfoque que fuera un prisma de su época. Surgida en la atmósfera febril de la primera guerra mundial, la arquitectura moderna hizo de la máquina un icono, de la fábrica un templo y del racionalismo su filosofía de cabecera. “La vivienda es una máquina para vivir”, reza la famosa frase de Le Corbusier. Además, era más fácil y barato construir: gracias a las técnicas de prefabricación y los nuevos materiales de construcción, era posible fabricar una casa en una factoría y a un precio significativamente más bajo y por tanto crear viviendas modernas de alta calidad para el conjunto de la sociedad.
Muchos de los arquitectos de la modernidad eran socialistas o comunistas. Le Corbusier, quien trabajó tanto para la Unión Soviética como para la Francia de Vichy, mostró una actitud más tecnocrática y antirradical. Para él, la adopción de un programa racional de construcción masiva de viviendas aporta al “hombre moderno” un confort material e higiénico como consolación por la destrucción del mundo tradicional, contribuyendo así a evitar la revolución. No obstante, incluso Le Corbusier mostró una mayor preocupación por los pobres que la mayoría de los arquitectos prominentes de hoy.
Durante un tiempo, los edificios sin ornamentos y los cálculos utilitarios de Le Corbusier y sus colegas de la modernidad marcaron la pauta. Cuando se inauguró Pruitt-Igoe/3 en 1954, la obra dio la medida de la influencia del nuevo estilo arquitectónico. En la década siguiente, al deteriorarse las condiciones dentro de los edificios, se convirtió en el hecho condenatorio de la arquitectura moderna. Sin embargo, los detractores omitieron el contexto social: Saint Louis, al igual que otras ciudades de EE UU, estaba luchando con una base industrial menguante y la rápida huida de los blancos. La gran mayoría de los residentes de Pruitt-Igoe eran negros, a los que se les impedía efectivamente instalarse en los nuevos suburbios mediante políticas racistas de hecho y de derecho.
También hay que responsabilizar al Estado de las malas condiciones imperantes en Pruitt-Igoe. El mantenimiento de los edificios fue deficiente, se incrementaban los alquileres para los residentes empobrecidos y se rompieron por la fuerza los lazos comunitarios. No se permitía a los padres permanecer con sus familias en el complejo residencial porque el Estado consideraba que esto era indecoroso para las receptoras de asistencia social. Sin embargo, algunos examinaron los problemas de la vivienda pública y decidieron que la culpa era de la arquitectura.
Lo que comenzó como una reacción estética –“menos es un fastidio”, bromeó el arquitecto posmoderno Robert Venturi– se transformó en una crítica más general de la ética social de la modernidad. Se calificó a los arquitectos modernos de pretenciosos por pensar que podían cambiar el mundo y de elitistas por considerar que sabían qué deseaba la gente. La arquitectura, dominada por la corriente moderna y sus variantes durante casi medio siglo, luchaba por hallar un nuevo lenguaje y sentido. En respuesta a estos retos, los arquitectos se apartaron de la modernidad y su política explícita y trataron de infundir a los edificios un carácter semiótico: referencias “fantasiosas” al pasado o deconstrucciones metafísicas de los edificios.
Hadid, por ejemplo, solía citar el suprematismo ruso como influencia determinante de su obra. Posiblemente el primer movimiento artístico “puramente” abstracto, el suprematismo evitaba toda referencia objetiva en la realidad (cuyo ejemplo más famoso es el Cuadrado negro del fundador del movimiento, el pintor Kasimir Malévich). Pero lo que más atrajo a Hadid fue el aspecto teórico: la posibilidad de una arquitectura puramente abstracta, ajena a la política radical de los profesionales. Malévich identificaba su “revolución” en el arte con la revolución rusa, y El Lissitzky creó algunas de las imágenes más icónicas de la Unión Soviética, a las que dedicó casi la totalidad de su vida profesional. (La admiración, al final, no fue mutua: el arte abstracto fue suprimido bajo Stalin por ser ideológicamente sospechoso y sustituido por el realismo socialista.)
En cambio, Patrick Schumacher, la principal referencia teórica de Hadid, es un ferviente libertario que sueña con un “urbanismo radical de libre mercado” y clama contra la “corrección política” en la arquitectura (por ejemplo, contra la “preocupación por los desfavorecidos”). Este cambio ayudó a la mayoría de arquitectos de primera fila a conservar la imagen del esteta etéreo y al mismo tiempo a deshacerse de los lastres de la sustancia política.
La estructura por la estructura
Todavía quedan muchos arquitectos con sensibilidad social que preferirían concebir y construir viviendas sociales o ejecutar proyectos progresistas. Sin embargo, a menudo chocan con impedimentos estructurales que impiden colmar su ambición. Cursar una carrera de arquitectura en EE UU cuesta dinero. Además de los estudios de pregrado, el aspirante a arquitecto ha de completar tres años de facultad, y como en todos los aspectos de la enseñanza superior, el precio ha aumentado últimamente. En la Escuela de Arquitectura de Yale, un año de estudio (sin incluir el alojamiento y la manutención) cuesta 46 500 dólares. Las universidades públicas cuestan menos, pero tampoco son baratas: las tasas para los estudiantes del Estado de California en la UCLA ascienden a unos 24 000 dólares, sin contar los demás gastos.
Enormemente endeudados, los arquitectos que se licencian están ansiosos por quitarse de encima esa carga a la mayor brevedad posible. Sin embargo, los salarios iniciales no son especialmente elevados, en particular para quienes trabajan en proyectos con conciencia social. Trabajar para una empresa anodina, si uno consigue que le contraten, ofrece seguridad y prestaciones. Trabajar para una estrella ofrece la posibilidad de adquirir fama, con el potencial de lograr un atisbo de libertad creativa: la libertad para elegir en qué proyectos quiere participar uno, o al menos para ir amortizando la deuda.
La escasa remuneración de los jóvenes arquitectos no refleja necesariamente su importancia relativa en el flujo de trabajo. Según la profesora de arquitectura Peggy Deamer, a medida que la profesión abandona el modelo de aprendizaje y pasa a basarse en complejos programas informáticos –que los arquitectos más veteranos no saben manejar muy bien–, los jóvenes son cada vez más responsables de tomar decisiones importantes en materia de diseño. Sin embargo, la mayor responsabilidad no comporta una mayor retribución. Un problema adicional es la pedagogía de las facultades de arquitectura, que se centra en gran medida en la estética en detrimento del contexto social.
Claro que el principal obstáculo para un renovado planteamiento social en la arquitectura radica en el abandono por parte del Estado de la construcción de viviendas sociales y proyectos similares. Antes de imponerse la política neoliberal, el Estado era el gran benefactor de muchos jóvenes arquitectos, llevándoles a actuar de acuerdo con sus propensiones progresistas. En el mundo de después de Pruitt-Igoe, la idea misma de vivienda pública se ha empañado. Los cambios ideológicos más generales en la economía y el sistema político –más o menos contemporáneos con el declive de la arquitectura moderna– también han hecho inimaginable cualquier plan estatal ambicioso de creación de viviendas asequibles. Citemos algunos: el desmantelamiento del Estado de bienestar; la fetichización de la eficiencia del mercado libre y la promoción consiguiente de la privatización; la creciente financiarización de la sociedad, que concibe la vivienda más como una inversión que como un lugar para vivir.
Mientras que los arquitectos no pueden dictar el contenido de la política de promoción pública de viviendas, sí que pueden desarrollar un discurso que cuestione el consenso imperante. El caso es que en gran medida no lo han hecho. Al igual que los tan denostados bloques de viviendas de promoción oficial, la arquitectura ha absorbido el contexto circundante. Antaño contestataria, la arquitectura ahora no solo se acomoda con el sistema económico, sino que agranda sus peores impulsos, edificando sus burdos excesos con envoltorios de acero y vidrio para darles un aire de altiva benevolencia, cuando carecen de cualquier misión social que no sea la exhibición de su propio brillo. Se ha convertido en la estructura por la estructura.
Arquitectura para el pueblo
En las semanas posteriores al fallecimiento de Hadid, los comentarios en su gran mayoría elogiosos de los medios de comunicación se centraron en la figura de Hadid como persona. Recalcaron el hecho de que fuera árabe y mujer. (Dicho sea en mérito suyo, fue una gran defensora de las mujeres sobre el terreno.) El único artículo negativo giró casi enteramente en torno a su personalidad. Los comentarios sobre Hadid anteriores a su muerte reflejaban la misma fascinación con los aspectos personales. Tenían la extraña tendencia a describir en detalle sus manos (u otros atributos físicos), especular sobre su estado de ánimo o explayarse en torno a sus diversas indumentarias. Casi siempre se trataba del carácter semiótico de Zaha Hadid. Si bien hubo muchas exposiciones dedicadas a sus diseños –maravillándonos colectivamente una y otra vez–, pocas exploraron el contexto social y las implicaciones de su arquitectura. Fueron escasas las que examinaron el significado de su obra para el público urbano y si este contradecía la hagiografía emergente.
Frente a Hadid y otros, una arquitectura verdaderamente revolucionaria se preguntaría cómo proveer de una vivienda permanente de calidad a los casi mil millones de personas que viven actualmente en chabolas y cómo crear viviendas asequibles para los millones de personas que se han visto menoscabadas por la carestía global en zonas urbanas. No se trata únicamente de cuestiones morales. La incapacidad de los gobiernos para afrontar realmente los males sociales constituye, entre otras cosas, un gran impedimento para que las ciudades se conviertan en los lugares compatibles con el medio ambiente y eficientes en el uso de recursos que necesitamos.
Tampoco hemos de prescindir de las consideraciones estéticas en la búsqueda de la justicia. Una arquitectura socialmente consciente no necesita recuperar los austeros cubos de hormigón ni, en el otro extremo del espectro, esa especie de urbanismo de “fin de la historia” que preconizan ciertos tradicionalistas. Todavía podemos ofrecer una estética radical. Todavía podemos contar con un desenfrenado mosaico de estilos y estructuras. El propósito es crear espacios públicos bonitos e inclusivos y ciudades que estén al servicio de sus habitantes. La Grand Central Station de Manhattan es –y en esto coincide casi todo el mundo– un edificio espléndido; lo mismo cabe decir de la Biblioteca Pública de Nueva York, y millones de neoyorquinos corrientes utilizan ambos lugares todos los años.
No hace mucho, Frank Gehry espetó a un periodista español que puso en duda la utilidad de sus edificios: “En el mundo en que vivimos, el 98 % de lo que se construye y diseña actualmente es pura mierda.” Esta “pura mierda” es donde alrededor del 98 % de nosotros estamos condenados a vivir. Gehry y Hadid y otros arquitectos estrella crean arquitectura para el otro 2 %. Son los que viven en los apartamentos de muchos millones de dólares; son los que logran ver la casa de la ópera por dentro; son los que trabajan en los lujosos despachos de las grandes entidades o toman el avión para contemplar el siguiente acontecimiento cultural global en busca de emociones arquitectónicas. Necesitamos menos Gehry, menos Hadid, menos egotectura vanidosa. Necesitamos más mierda, más mierda hermosa para todos los demás.
https://www.jacobinmag.com/2016/06/zaha-hadid-architecture-gentrification-design-housing-gehry-urbanism/
6/2016
Notas:
1/ https://es.wikiarquitectura.com/index.php/Estaci%C3%B3n_de_Bomberos_Vitra
2/ http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/624566/museo-maxxi-zaha-hadid-architects
3/ https://es.wikipedia.org/wiki/Pruitt-Igoe
Traducción: VIENTO SUR

viernes, 17 de junio de 2016

López va en cana. Pero sus jefes empresarios siguen expoliando al país, de la mano de Macri y los gobernadores

Son todos “López”

La detención de José López, el segundo de De Vido, no deja lugar a dudas.
Lo que quisieron llamar la “década ganada” fue una operación sistemática de saqueo de los fondos públicos y de los trabajadores, en beneficio de una camarilla de capitalistas y funcionarios.
Algunos funcionarios irán en cana.
Pero, ¿qué ocurre con los capitalistas?
El régimen de “retornos” y negociados no termina en Lázaro Báez. Tiene como beneficiarios a varios otros. Entre ellos, a los empresarios del clan Macri, como Caputo o Calcaterra.
A todos ellos, el gobierno -y también Massa, el PJ y la mayor parte de los K- los acaba de premiar con un blanqueo.
Podrán “mostrar” la plata que han fugado del país, o sus fondos en negro, a cambio de pagar chirolas.
La ley beneficia al mismo Macri, quien no tendrá penalidades por la plata que “confesó” en Bahamas.
López va en cana. Pero sus jefes empresarios siguen expoliando al país, de la mano de Macri y los gobernadores.
Los trabajadores, mientras tanto, soportamos despidos, tarifazos y carestía creciente.
El escándalo de López termina con el relato del “volveremos”: el kirchnerismo ha sido sepultado bajo el peso de sus propias corruptelas.
Los trabajadores, que no tienen bolsos para enterrar y ya están luchando contra el ajuste, van a sacar sus conclusiones.
Contra los López que gobernaron, contra los López que gobiernan, desarrollemos la alternativa política de los que vivimos de nuestro trabajo. 

Prensa Obrera

sábado, 11 de junio de 2016

CONTRADICCIONES ECONOMICAS Y LA SALIDA REAL A LA CRISIS

La economía política del kirchnerismo
Las columnas de Kicillof en Página 12, que acaba de ser adquirido por la burocracia del Suterh (vinculada al pejotismo de la Capital), siguen las pautas del resto de los kirchneristas del diario, que consiste en pintar un panorama impoluto de los doce años de gobierno ‘nacional y popular’, sobre el cual ha caído nada menos que el desenraizado rejunte del macrismo - en cuyas fiilas revisten varios funcionarios de Néstor Kirchner, como Redrado y Prat Gay o hasta Barañao, y en cuyo entorno orbitan otros aún más reputados kirchneristas, como Massa, Bossio y una cohorte de seguidores. En esta vena, Báez, Cristóbal o Boudou son personajes aleatorios de la saga K y los propietarios de los hoteles de la Patagonia son diferenciados de los rentistas que la aplicaron para alquiler. En el camino, Barrick, Chevron y el Club de Paris o Repsol son eliminados del relato, ni qué decir de la conversión del 80% de los jubilados en los receptores de la mínima. De las estadísticas de pobreza ni hablar, porque sería un concepto demasiado complejo como para reducirlo a una expresión numérica. Kicillof debería haber escuchado a Marx acerca de los rayos que caen de un cielo sereno: que en esos casos hay que investigar al cielo.
La primera vez
De acuerdo al ex izquierdista designado ministro de Economía, estaríamos ante “el primer intento de toda nuestra historia (o sea, tanto de la de Kicillof como de la Macri o Prat Gay) de aplicar un durísimo plan de ajuste sin que antes se haya producido una crisis económica” (Página 12, 8.5). Dicho de otro modo, el macrismo puso un huevo que no viene de una gallina o producto de una concepción sin pecado. En la pluma de un universitario, esta aseveración rompe el principio de causalidad que integra el método científico. El profesor, sin embargo, se equivoca por partida doble: el rodrigazo de 1975 tuvo lugar sin que en apariencia hubiera estallado una crisis económica, y lo mismo intentó probar Arturo Jauretche, en 1956 contra Raúl Prebisch (en El plan Prebisch: retorno al coloniaje), en un texto histórico que fue la biblia de la resistencia peronista. Jauretche imputó a Prebisch la puesta en marcha de un plan anti-nacional, pero fracasó en el intento de probar que no había sido precedido por una crisis económica. Ésta había sido reconocida por el propio Perón cuando convocó al Congreso de la Productividad, en 1952, cuyo solo título alude a la aplicación de un plan de ajuste. Kicillof repite a varios predecesores e incurre, como corresponde, en una farsa.
La grosería metodológico de Kicillof no tiene desperdicio, porque antes de perder ante Macri, el kirchnerismo ya había perdido, en 2013, contra Massa - que es cuando la cuenta regresiva comienza. La causa ostensible de esta derrota fue la crisis económica, que el oficialismo de entonces atribuía a la economía mundial. Para neutralizar a Massa y al macrismo, el kirchnerismo promovió a Daniel Scioli - que era el casco de proa de Blejer, Bein y toda una laya de industriales y banqueros, ansiosos por aplicar un plan de ajuste. El “durísimo plan”, que no estaba precedido por una crisis económica, ya venía en las entrañas del candidato de los K. Desde esas entrañas, el mismo Kicillof desató una mega devaluación en enero de 2014, conviertiéndose en el primer argentino que aplicaba un ajuste sin la condición de una crisis previa. La mega devaluación produjo una mega inflación de precios, que Kicillof - siempre él mismo - buscó a aplacar a la Sturzenegger - con una mega tasa de interés para las Lebac. Devaluación, Lebac, blanqueo - todo esto comenzó bajo los K, sin el pregonado requisito de una crisis previa. En mérito a todo esto, además del mate y el dulce de leche, Argentina se habría convertido en el país de los ajustes sin crisis, y de este modo en un violador serial de las leyes de reproducción del capital, ejecutado por sus Executives Officers. El método capcioso de Kicillof es doblemente perjudicial, en la medida en que el macrismo se enfrenta a una limitación insalvable, que es imponer un ajuste en medio de una crisis mundial que crece. Se trata de mostrar las contradicciones de este ajuste y preparar políticamente a los trabajadores para que saquen las conclusiones que corresponden. Al final de cuentas, Kicillof justifica los ajustes si son motivados por una crisis, lo cual legitimaría, por ejemplo, el golpe de los sátrpas del Congreso brasileño contra Dilma Roussef, ya que en el vecino el retroceso del PBI se aproxima al 4% en 2015 y quizás sea mayor en 2016 - y se han producido, bajo Dilma, un millón y medio de despidos.
Acumulación de capital
Kicillof hace hablar al Indec para justificar la bonanza que habría precedido a la victoria de Cambiemos, el cual da una tasa anual de crecimiento del PBI del 1%, a partir de 2011. Es una tasa de recesión, sin considerar el margen de error estadístico o el fraude contable del Indec. Implica una recesión industrial, dada la suba de la producción agraria y en condiciones de déficit fiscal, que en principio abulta la demanda agregada monetaria. No es casual que Kicillof no individualice a la industria, ni que tampoco se refiera al PBI potencial, o sea el nivel que correspondería a la capacidad instalada. Kicillof tampoco diferencia al empleo registrado del trabajo en negro, ni al empleo productivo de los planes sociales. Entre 2002 y 2009 el crecimiento del PBI había registrado tasas anuales de entre el 6 y el 8 por ciento. En un lector de Marx, sorprende que Kicillof no mencione una sola vez la tasa de inversión privada, que mide, hasta cierto punto, la acumulación de capital. Esa tasa no ha sido nunca superior al 12% del PBI y llega al 18% con la inversión pública, cuando no debería ser menor al 25% para una economía a velocidad de crucero (en China ha sido del 40/45% anual). Como se trata de inversión bruta, queda una acumulación de capital del orden del 2% del PBI una vez que se descuenta el 10% de amortización de bienes y equipos. Otra falacia del dato es que el 12% incluye construcciones (la mitad), que no tienen, en gran parte, uso productivo, y transporte, en muchos casos de tipo personal y en parte regresivo - porque es más caro que el ferrocarril y porque destruye la infraestructura vial. La crisis de inversión es un fenómenos mundial - de ahí la caída persistente de la productividad del trabajo en los países desarrollados. Esta crisis obedece a una fuerte tendencia descendente de la tasa de ganancia del capital. Kicillof, en cambio, le atribuye a su gestión la quiebra de la velocidad del sonido. Patético. El cambio de frente de la burguesía nacional y del capital internacional del kirchnerismo al massismo, en 2013, más el macrismo, en 2015, se explica por esta anemia prolongada de la acumulación de capital y por la crisis irrevocable del financiamiento del Estado, que se manifestó en la inflación y el agotamiento de las reservas internacionales - incluso más: en la quiebra patrimonial del Banco Central.
En el punto del financiamiento, Kicillof propone que se calcule el déficit del Tesoro “como se hace en todo el mundo” - es decir, el FMI. Así, descalifica el déficit al sótano del 2.3% del PBI anual - de nuevo, ‘as everybody else’. Kicillof no solamente distorsiona, porque el método del FMI no computa los intereses de la deuda pública, ya que lo que le interesa es establecer cuánta plata hay para pagarla. Kicillof pasa luego de la metodología de ‘todo el mundo’ a la que llama “habitual”, o sea la kirchnerista, que considera como ingresos y no como deuda los aportes de la Anses y del Banco Central. Estos procedimientos le permiten bajar el déficit del Tesoro del 7 al 2%, o sea de $230 mil millones a alrededor de 100 mil millones. Obviamente, aquí no se computan los déficits de las provincias, ni deudas como las de YPF, que el kirchnerismo dice haber convertido en estatal.
La lucha popular contra el capitalismo en bancarrota
En resumen, el déficit es abismal como para que el Tesoro pueda habilitar un financiamiento estatal de la acumulación de capital - la viga maestra del capitalismo. Este impasse se manifiesta en la inflación de precios, que es el resultado de la oferta productiva insuficiente, por un lado, y de la emisión monetaria sin respaldo, por el otro. El fisco K ha dejado al BCRA empapelado en u$s70 mil millones de dólares en concepto de adelanto para el pago de la deuda externa y a la Anses en u$s25 mil millones para ese mismo pago y otros gastos del Estado. El 66% de las reservas en efectivo eran deuda con otros bancos centrales, o sea de uso limitado, en especial en una corrida cambiaria. El recurso a la emisión de Lebac para absorber la emisión de moneda, a altísimas tasas de interés, no es sino la contrapartida de la emisión de moneda sin respaldo, porque el respaldo consiste en papeles o certificados que pueden ser revendidos en el mercado y producir un reflujo del dinero sin costo. En concreto: cero de acumulación de capital; bancarrota fiscal; bancarrota de la banca central; en el límite, bancarrota de la moneda como expresión dineraria del valor. Se ha producido una descapitalización gigantesca en combustibles y energía, con una clara caída de reservas comprobadas y la dilapidación del subsidio del estado hacia negocios capitalistas ajenos a esos rubros. El macrismo y el massismo y el sciolismo han sido, políticamente, una reacción capitalista a este cuadro de quiebra.
El porte del ajuste del macrismo es enorme, esto porque busca, uno, atacar el deficit fiscal a costa de los gastos sociales, por un lado y, por el otro, convertir la deuda del Tesoro con el Banco Central en deuda con el capital privado. Dos, ese aumento enorme de la deuda pública líquida debe, a su turno, aumentar el déficit del Tesoro por el peso de los intereses, lo que augura una bancarrota subsiguiente y nuevos ajustes. Tres, la escala de la crisis de financiamiento pretende ser resuelto por una transformación de la deuda doméstica en internacional y por un aumento adicional de la deuda externa - pública y privada. Dada la volatilidad financiera internacional, esta política incrementa la vulnerabilidad financiera de Argentina y, de forma mayúscula del Banco Central y las reservas internacionales.
Un método político
El análisis apologético de Kicillof, de sí mismo y del kirchnerismo, es un tiro en contra de los mejores intereses de los trabajadores, por la simple razón de que vela la crisis del capitalismo en lugar de clarificarla, y convierte al macrismo en un mal subjetivo en lugar de una de las expresiones de la reacción capitalista al embarramiento de la acumulación de capital, incluso una destrucción de fuerzas de producción, por lo pronto potenciales. Con este esquema no puede ni podría explicar la tanda de deserciones que ha sufrido el kirchnerismo desde antes de Massa hasta la reciente de Ottavis y Pérsico o el distanciamiento del ‘Chino’ Navarro, ¡pero por sobre todo el masivo apoyo del PJ y de la mayoría del FpV al pago a los fondos buitres!
La derrota de la tentativa macrista es imposible sin una explotación implacable de las contradicciones cada vez más agudas del capitalismo, es decir, a través de un proceso objetivo y colectivo, y de ningun modo especulativo, discursivo y desde la trinchera de la gestión capitalista que ha perecido en el intento.
Jorge Altamira 
("EL CHAMUYO DE KICILLOF" 16 Mayo 2016)

60 DÍAS DE MACRISMO, UNA CARACTERIZACIÓN DE CONJUNTO
Luego del verano del gobierno por decreto, Argentina empezó a transitar hacia un régimen de coalición a la carta.
La separación de Graciela Bevacqua del Indec es un síntoma oportuno de la crisis que se desarrolla en el nuevo gobierno, cuando ha cumplido poco más de dos meses de mandato. El ministro Frigerio y el director Todesca parecen haber coincidido en la necesidad de recurrir, ellos también, a la manipulación estadística. Ocurre que la salida del cepo no ha resultado ser tan indolora como se la quiso presentar. La devaluación de partida del peso, cuya cotización llegó a caer por debajo de los $13, empina con paso firme a los $16 - nada menos que un 60%, cuando aún no ha concluido la liberación, que se ha querido ‘graduar’, de las importaciones y del giro de utilidades al exterior. La tendencia devaluatoria ha doblegado asimismo al cepo que se pretende imponer por medio de las elevadísimas tasas de interés de referencia del Banco Central, que superan holgadamente el 30/32 por ciento. De acuerdo a la información periodística, los exportadores y grandes acopiadores siguen reteniendo cereales en disconformidad con un tipo de cambio inferior a los $16. Las reservas en divisas han caído más de u$s1.5 mil millones desde la inauguración del mandato macrista. Cuando a todo esto se suma el ‘tarifazo’, al que también se describe como ‘gradual’, se diseña en el escenario nacional el fenómeno conocido como ‘rodrigazo’. En junio de 1975, la salida simultánea de varios cepos - cambiarios y tarifarios - dio paso a la primera de las hiperinflaciones que caracterizarían a la historia argentina, por ahora hasta el año 2002.
En el plan oficial, el impacto de la devaluación y el tarifazo, de nuevo, todos ‘graduales’, debía ser contenido por medio de un acelerado endeudamiento internacional. El crédito externo financiaría el déficit fiscal, en reemplazo de la emisión de moneda. Esto ‘anclaría’ el nivel interno de los precios y permitiría encarar las paritarias hacia la baja, y la reducir en forma ‘gradual’ la tasa de interés. La llave maestra para este andamiaje económico y político es el arreglo con los fondos buitres. Este arreglo se encuentra, sin embargo, trabado; por eso Macri busca, como antes CFK y el ‘resistente’ Kicillof, la mediación de Obama - él mismo acosado por esos fondos, que reportan a la derecha del partido republicano, en un año electoral. El fondo Elliot tiene en su cartera algunos bonos cuyo diseño le aseguran intereses estratosféricos, que no estaría dispuesto a resignar, sobre el valor original. La incertidumbre sobre lo que reporta este bono descalifica los cálculos apresurados de las consultoras macristas acerca del monto total de la deuda. Elliot quiere cobrar, asimismo, en los mismos términos del acuerdo con Repsol, con bonos que se puedan vender a valor nominal y con tasas de interés elevadas. En cualquier caso, Argentina debería endeudarse por cifras que van de u$s11 a 18 mil millones, a tasas de interés no menores al 7-8 por ciento. Más allá de esto, los buitres ‘duros’ quieren que Argentina derogue primero las leyes cerrojo y de pago soberano, algo que Macri no conseguiría del Congreso si no presenta antes los términos del acuerdo. La arquitectura político-financiera del gobierno macrista - el arreglo con los buitres y su aceptación por el Congreso - no ha conseguido poner aún su propia piedra basal. El mapa genético del régimen político que procura establecer el nuevo gobierno, está siendo escrito por el capital financiero internacional.
Cuando se observa que Argentina debe unos u$s15 mil millones por importaciones y giros de utilidades pendientes, y además otros u$s15 mil millones, aproximadamente, a los buitres, y que tiene obligaciones con bancos centrales por más de u$s10 mil millones por contratos de canje de monedas, más una deuda externa reconocida con acreedores privados del exterior de uSs150 mil millones, es difícil entender a los especialistas que aseguran que Argentina es un país ‘desendeudado’. Un país ‘desendeudado’ no necesita apelar a un rescate financiero internacional, ni a créditos extranjeros para respaldar su propia moneda; al revés, podría ofrecer socorro financiero a otros estados. Un monto de u$s200 mil millones de deuda externa, a tasas de interés enormes, frente a un PBI que la devaluación redujo a u$s500 mil millones, es un soberano 40 por ciento. Ahora, la deuda dolarizada es mucho mayor si se anotan los u$s70 mil millones que el Tesoro le debe al Banco Central; los u$s20 mil millones a Anses; y la deuda en dólares o ajustadas al dólar de la mayoría de las provincias.
La deuda publica anda por los u$s250.000 millones; 145.000 millones son con Banco Central, ANSeS y otros organismos públicos; 65.000 millones con acreedores privados; 30.000 millones organismos financieros internacionales
El macrismo acaba de dar una muestra redonda del carácter externo de la deuda en dólares del Tesoro con el Banco Central al convertir u$s6 mil millones de ella en bonos internacionales y poner en la lista de espera a otros 10 mil millones. La deuda ‘inter-estatal’ se ha convertido, por medio de una anotación contable, en una deuda externa. Un préstamo internacional de u$s16 mil millones, cuyo única finalidad es reforzar las reservas del Banco Central, está lejos de constituir una inversión productiva como pregonan los ‘desarrollistas’ del oficialismo; solamente sirven como un seguro de cambio para respaldar a los especuladores de divisas. Ese préstamo obla un 6.5% de interés, muy por encima del establecido en los canjes de monedas con los bancos centrales de China y Francia, o del 0.5% de interés que pagaba el Tesoro al BCRA. Argentina asiste a una bancarrota financiera internacional que la convierte en rehén del capital extranjero. El macrismo es la expresión política de esta dependencia económica.
Ha quedado desmentida la especie de que el endeudamiento del gobierno con Anses, el Central, el Nación, el Pami y la lotería era inocuo, por su condición interestatal que permitiría refinanciarlo en forma indefinida. El dinero de esas instituciones proviene de impuestos o diversas formas de deuda, o sea del estado financiero de contribuyentes y usuarios. Un Banco Central no puede saldar su pasivo - deuda con bancos y público - si su activo, deuda pública, carece de valor mercantil. El Fondo de Sustentabilidad de Anses, repleto de deuda pública, tampoco podría hacer frente a caídas en la recaudación impositiva o previsional, si el activo no pudiera ser usado. Esta realidad explica que el macrismo se encuentre pergeñando una reforma jubilatoria que va desde el aumento de la edad de retiro a fuertes restricciones para la jubilación de aquellos que han efectuado aportes inferiores a los requeridos. También explica por qué la reforma de ganancias que se acaba de anunciar acentúa en realidad la presión del impuesto sobre los salarios
A todo lo expuesto corresponde añadir, por un lado, la deuda nacional en pesos y, por el otro, el déficit fiscal, que es extraordinario. Por un lado está la enorme deuda del estado nacional y las provincias con bancos, proveedores y contratistas. La reciente crisis en la Legislatura bonaerense giró en torno a la contratación de deuda por $110 mil millones, la mayor parte para pagar deuda vencida. Los intentos del Tesoro nacional para colocar nueva deuda fueron declarados desiertos, antes con Kicillof, ahora con Prat Gay. El Banco Central tiene una deuda de $500 mil millones con los bancos locales e individuos. Está constituida por Letras ofrecidas a los bancos para absorber el excedente de moneda emitida, al 30% de interés anual, aproximadamente. La naturaleza parasitaria de esta deuda salta a la vista. ¡Es la principal fuente de la colosal ganancia de los bancos - supera cómodamente a las tarjetas de crédito, a pesar de que éstas rinden intereses usurarios!. Otra deuda, ésta de carácter delictivo, son los contratos de dólar futuro, que el BCRA pactó entregar a $10 y a fines de febrero y de marzo estará un 60% arriba - a 16 pesos. Esto solo lo obligará a emitir entre $150 y 200 mil millones, porque los contratos no admiten pagos en bonos. El déficit del Tesoro está calculado en $400 mil millones - un 8% del PBI, que deberá ser financiado con emisión y deuda. El costo de esta financiación es abismal, pues corresponde a la tasa de interés vigente. Los especialistas disimulan lo que en un régimen de libre cambio, la deuda en pesos es deuda virtual en dólares, intercambiable - cuya cotización los especuladores aseguran por medio de contratos diseñados al efecto, por ejemplo los mencionados “futuros”.
El socorro financiero internacional potenciaría la bancarrota financiera, lejos de resolverla. El ingreso de dólares financieros supone una inflación monetaria equivalente, a cargo del Banco Central, cuya deuda igual supera el total de la base monetaria. Lo obligaría a absorber circulante y a aumentar esa deuda desmesurada. Los ‘ortodoxos’ alegan, por este motivo, que el ajuste - maxidevaluación, tarifazos, corte de gastos sociales, eliminación del déficit fiscal - debe preceder a un nuevo endeudamiento, y no al revés: endeudarse para obtener una financiación externa del gasto público. Como en toda crisis capitalista, exigen la liquidación del capital sobrante y la rebaja del precio de la fuerza de trabajo en todos sus aspectos. Es el desenlace inevitable de la bancarrota capitalista, incluso a nivel mundial - donde los intentos de amortiguarla por medio de subsidios de la Banca Central han llegado al punto de agotamiento. La aparición de tasas de interés negativas, donde el cliente paga al banco por sus depósitos, en lugar de recibir una remuneración (interés) significa la aniquilación del sistema de crédito y convierte a la banca en económicamente superflua para la acumulación capitalista.
El tarifazo, aún inconcluso, del mismo modo que el aumento artificial de los combustibles, tendrá un efecto cascada en los precios, a partir del incremento que producirá en los costos de la industria, o sea más allá del encarecimiento de la canasta familiar que produce el ‘tarifazo’ residencial. El cuadro internacional, por su lado, apunta a una crisis bancaria generalizada, en especial en Europa, que incluye a Alemania (Deustche Bank), Francia (Societe Generale), Italia (Monte dei Paschi, Unicredit). La conclusión que se impone es que el rodrigazo ‘gradual’ se encuentra en vías de extinción. El impasse ha abierto grietas en el equipo oficialista. Si el acuerdo con los buitres se dilata o sus términos bloquean la aprobación del Congreso, se abriría una crisis política enorme. El ‘gradualismo’ podría dar paso a un rodrigazo en toda la línea y a un choque decisivo con los trabajadores. Un recule hacia el intervencionismo estatal, plantearía la misma situación en otros términos. La crisis política podría llevar a la formación de un gobierno de coalición a nivel ejecutivo, y en caso extremo la formación de un gobierno provisional electo por el Congreso.
Todos unidos perderemos
El apoyo de todos los bloques políticos patronales al gobierno, en estas primeras semanas, lleva el sello de la ‘defensa de la gobernabilidad’. Este apremio político determinó la formación del bloque de intendentes bonaerenses que aseguró el presupuesto del endeudamiento de María Eugenia Vidal y desbarató las presiones contrarias que se atribuían a El Calafate. La salida posterior de una veintena de diputados nacionales del bloque del FpV no fue precipitada por ningún episodio faccional: simplemente fueron cooptados para dar señales de que estaría asegurado el quórum para derogar las leyes que bloquean un acuerdo con los buitres. Numerosos otros pejotistas se guardan agazapados en el FpV para hacer lo mismo. En el Senado, el FpV ‘acompañó’ el despido intempestivo de numerosos empleados, incluso de su palo, para luego entregar la presidencia, y con ello la mayoría, de la comisión de seguimiento de los DNU a Cambiemos, a pesar de que con ello legitimaba la derogación inconstitucional de la ley audiovisual, que Macri había infiltrado en la nueva ley de ministerios. La concesión de esa mayoría para el año en curso, se explica por el propósito, por parte del bloque K, de habilitar la aprobación del DNU que avaló el préstamo de u$s6 mil millones al Banco Central, por parte de un grupo de bancos extranjeros. Ahora, los gobernadores dieron su respaldo al protocolo contra los piquetes, incluida Alicia K., que ya había pedido la Gendarmería frente a los cortes de ruta de los obreros de la UOCRA en Santa Cruz. Luego del verano del gobierno por decreto, Argentina empezó a transitar al régimen de coalición a la carta, o sea un régimen de acuerdos diferentes y protagonistas en cada caso, incluida la burocracia sindical. El eje de la coalición a la carta es dar sustento político a un socorro financiero internacional y a medidas de orden público que lo garanticen. Este régimen de coalición a la carta ya había sido visualizado durante la campaña electoral, cuando quedó claro que ningún gobierno obtendría mayoría absoluta en el parlamento, pero su necesidad se ha acentuado con la victoria de Cambiemos. La conferencia de prensa del bloque de diputados del FpV, el jueves 18, encabezada por Recalde y Gioja, dio su contribución a este régimen político singular cuando evitó pronunciarse acerca del voto a un acuerdo con los fondos buitres. Los gobernadores K respaldan con las dos manos ese acuerdo, porque ya están negociando créditos para las provincias con aval del gobierno nacional. La izquierda debe denunciar al conjunto de este régimen de complicidades recíprocas, no ya solamente al gobierno, como una agencia de los capitales financieros internacionales y de los fondos buitres.
Un régimen de coalición a la carta solamente puede funcionar sobre una base provisional, en especial cuando todos sus protagonistas tienen la mirada puesta en las elecciones parciales del año próximo. Plantea una situación de crisis, deliberativa, al interior de todos los bloques protagonistas. En el oficialismo esto es evidente a partir de las críticas que recibe el descontrol de los precios; en el bloque de Massa, las protestas retoman la crítica a la salida, que caracterizaron como prematura, del cepo. La madre de todas las crisis tiene lugar, sin embargo, en el FpV. No se trata de un pase de facturas por la derrota electoral. La cuestión, de nuevo, es la ‘gobernabilidad’, o sea los acuerdos para hacer viable el gobierno macrista, y por lo tanto la salida de la bancarrota financiera, que pasa por arreglar con los buitres; es lo que viene reclamando la burguesía nacional desde finales de 2011. Es, por otra parte, lo que intentó Kicillof a principios de 2014, solamente para rendirse ante los obstáculos que ahora enfrenta Prat Gay, y lo que buscó superar con los acuerdos ruinosos que firmó con Repsol y el Club de París - “volver a los mercados”. Cuando el mismo Kicillof explica en Página 12 los costos enormes que entraña un acuerdo con los buitres, la burguesía le contesta que le resultan más caros los intereses y punitorios que acumula, por el impasse, la sentencia de Griesa y la falta de crédito internacional. Argentina ha salido de la experiencia kirchnerista en un estado de bancarrota, precisamente por la sumisión a la deuda externa, que consumió las reservas financieras del país. Una experiencia histórica de medio siglo de crisis deja en claro que no hay salida al estrangulamiento financiero de Argentina sin el repudio a la deuda externa usuraria.
Todo esto revela la limitación insalvable de la caracterización que ha visto en la victoria electoral del macrismo una derechización política del país, sin destacar lo más importante: a saber, que el derrumbe del kirchnerismo expuso la incapacidad de la burguesía para resolver la parálisis de las fuerzas productivas del país por medio de medidas y demagogias nacionales y populares. En toda América Latina, con la salvedad de sus particularidades nacionales, el agotamiento de la experiencia bolivariana ha dejado expuesta una enorme crisis de poder en el marco de una bancarrota capitalista internacional. Este marco convierte a las tentativas de salidas thatcherianas en recursos políticos anacrónicos; en recursos que carecen, comparativamente, de los medios necesarios para alcanzar sus objetivos. El desenlace de la crisis dependerá del resultado de los grandes choques de clases que plantea la nueva etapa.
El kirchnerismo camporista se ha esforzado, en estos dos meses, por alcanzar un objetivo imposible: presentar, por un lado, todo conflicto o choque con el nuevo gobierno como un enfrentamiento entre el ‘neoliberalismo’, de una parte, y la ‘causa nacional’, de la otra; y, por otro lado, anudar un acuerdo con el pejotismo instalado en el FpV, que ha sellado numerosos acuerdos con Macri en un tiempo récord. Se ha movilizado contra el encarcelamiento arbitrario de Milagro Sala, mientras sus socios dejaban correr esa detención y festejaban la derogación de retenciones a la minería y se disponen a avalar los DNU en las cámaras del Congreso. La consigna ahora es “la unidad peronista” con Gioja-Barrick como presidente del PJ y una cómoda mayoría pejotista. Los pulpos mineros tendrían un partido ‘populista’ - Argentina es siempre una curiosidad. El camporismo no ha escarmentado con la derrota que le impusieron sus socios pejotistas, aliados a María Eugenia Vidal, en la discusión del presupuesto en la legislatura bonaerense. El camporismo se alinea como furgón de cola de la coalición a la carta que caracteriza el momento político presente, al ratificar una subordinación estratégica al pejotismo.
En la lucha contra el rodrigazo macrista, los trabajadores deben exponer sus propios intereses de clase y de ningún modo permitir que esa lucha de carácter clasista sea oscurecida y, peor, deformada, como una oposición del kirchnerismo al macrismo. Uno y otro, lo prueba la larga gestión K, son expresiones del capital. Otorgar una expresión política kirchnerista a las luchas contra el ajuste aleja a las enormes masas que fueron llevadas por el kirchnerismo a una situación sin salida y a una gran fatiga política. Un frente único contra el macrismo debe ser completamente independiente del kirchnerismo y profundamente hostil a las manipulaciones de los grupos K en los movimientos populares. Los jefes del kirchnerismo no quieren asumir su responsabilidad política por los desfalcos financieros y ataques contra los trabajadores del Grupo 23, alimentado por el gobierno K hasta el absoluto final.
Después de doce años de protagonismo en la gestión capitalista K, con mineras, petroleras y banqueros incluidos, el conjunto de organizaciones de izquierda kirchnerista no tiene vocación de romper con el aparato capitalista del PJ y constituir una fuerza política independiente. No es casual que en el aniversario 40, el kirchnerismo ortodoxo hubiera criticado la ruptura de la JP con Perón en Plaza de Mayo. De la tragedia, ya se sabe, se pasa a la farsa. Desenmascarar la duplicidad del kirchnerismo en todas sus variantes, es una tarea irrenunciable cuando se trata de desarrollar una vigorosa lucha obrera y popular contra los agentes de los fondos buitres en el gobierno.
1975-2016
Cuando el gobierno peronista desató el rodrigazo hace cuatro décadas, la reacción de la burocracia sindical fue entonces incluso más podrida que la que exhiben hoy Moyano y Caló, entre otros. Fue la respuesta de los trabajadores y sus comisiones de fábrica independientes y clasistas, la que abrió un período de huelga general que duró un mes. Es precisamente lo que más teme el macrismo: que la zafra de paritarias comience con una gran huelga como son capaces de desarrollar los sindicatos y el clasismo docente. La crisis en la paritaria docente expresa esta situación. Es significativo que la resistencia a algunas concesiones que el gobierno estaría dispuesto a dar para iniciar las clases, parta también de los gobernadores kirchneristas. Con aliados como estos los enemigos lucen inofensivos. El rodrigazo es un ‘invento’ peronista, por eso muestra su colaboración con el ajuste macrista.
La burocracia sindical atiende, en primer lugar, a sus intereses materiales, no a los de los obreros. Por eso prioriza la deuda del estado con las obras sociales, cuyos servicios alimentan las fortunas de sus familiares y allegados. Esto explica que haya dilatado una respuesta, con algunas excepciones, a la estampida inflacionaria a la fecha de convocatoria de las paritarias. Que ninguna de las diversas CGTs haya presentado un programa alternativo al ajuste macrista, no indica solamente que se encuentra en uno de los puntos más bajos de su trayectoria como dirección sindical (los tuvo aún peores) - muestra la complicidad política de esa burocracia con el macrismo. No se puede excluir, para nada, que la burocracia se adelante a una reacción de las bases con la intención de contenerla, pero el factor principal será esa reacción y su potencial de desarrollar nuevos liderazgos y también direcciones. Cualquier pronóstico en este sentido se encuentra condicionado a las alternativas de la crisis económica, sus derivaciones políticas y el empeño militante y la claridad política de los trabajadores más avanzados. La resistencia obrera al ajuste tomará una carácter político, en tiempos y ritmos que serán verificados por la propia acción.
El fin del periodo de vacaciones y la marcha del 24 de marzo pondrán de manifiesto el estado de agitación que reina en nuestro pueblo. Existen convocatorias destinadas a reanimar el movimiento de activistas que fue paralizado el año pasado por peleas faccionales y las derrotas de conflictos sindicales donde esas peleas faccionales ejercieron efectos indudablemente negativos. Se plantea el frente único de los agrupamientos independientes y clasistas sobre la base de una clara delimitación política: independencia de clase frente a cualquier variante que tributa al capital o al estado capitalista; caracterización de la colaboración de todas las fracciones del capital, incluso con sus contradicciones, con el plan ajuste del macrismo y el plan financiero; un programa de reivindicaciones inmediatas junto a un programa alternativo al del ajuste capitalista - no importa si ese programa tiene aun un carácter elemental.
Las propias características de la crisis políticas deberá convertir al Congreso y a las legislaturas en un escenario de contubernios y por lo tanto de confrontaciones. A través del régimen de coalición a la carta, el macrismo buscará convertirlo en una escribanía de acuerdos que se tejerán a espaldas del pueblo. Este mismo epicentro podría convertir al Congreso en destino de manifestaciones populares, incluso de carácter general. Por las mismas características de la situación, el método de usar el parlamento para convocar al pueblo a la acción directa y a desconfiar de soluciones legislativas, es más necesario que nunca. La experiencia de la izquierda en los parlamentos en los dos años pasados, demuestra claramente que la acción legislativa, que siempre puede conservar un grado de utilidad, debe subordinarse a la exigencia de impulsar la lucha colectiva del pueblo. Ni qué decir de la importancia que tiene, para esta política, una amplio desarrollo del aparato de difusión de la agitación socialista.
Otra oportunidad histórica
Es casi un lugar común señalar que toda crisis de fondo, en Argentina, cuestiona la vigencia del peronismo y plantea su superación. Fue así después de la Libertadora, en los 60 y 70 del siglo pasado, y volvió a serlo en otras ocasiones, pero en especial en el Argentinazo. Una crisis es tal porque remueve todas las estructuras sociales y políticas establecidas.
“El pasado, sin embargo, oprime como un peso muerto el cerebro de los vivos”. Por eso no sorprende la aparición de una tendencia en la izquierda que, como en el pasado, se adapta políticamente a un peronismo cada vez más residual en el seno de las masas. El macrisimo probó que la derecha atendió a esta realidad con mejores resultados que la izquierda; incluso inventó una sigla independiente para explotar el ocaso del peronismo. Admitir que una lucha sea secuestrada para plantear la dicotomía kirchnerismo-macrismo constituye una política que prepara nuevas derrotas y que bloquea la formación de una dirección socialista y revolucionaria del proletariado. Repetir la política del Frente del Pueblo, en 1985, que se disfrazó con un candidato peronista de izquierda o peronista independiente, es de nuevo pasar a la farsa. Los frentes de lucha son tales cuando exponen el carácter de clase de esa lucha, no cuando los escamotean.
Toda la situación política reclama que la izquierda revolucionaria tome la iniciativa, en principio por medio de una agitación política enérgica. La agudeza de los problemas que plantea la crisis la puede convertir en dirección política en un período corto de tiempo. Es una cuestión que se plantea con toda fuerza a nivel internacional, o sea en la mayoría de los países.

Jorge Altamira
(60 Dias de Macrismo,una Caracterizaciòn de conjunto. Febrero 2016)