Hombre en llamas

Hombre en llamas
Hombre en llamas. Orozco, J.C. Algunos críticos interpretan el mural como una glorificación de los cuatro elementos, otros ven en cada una de las figuras una simbología inherente al hombre mismo: el hombre teológico (que simboliza la tierra), el cual despierta en el mundo y convierte en dioses los fenómenos naturales que no comprende; el hombre metafísico (que simboliza el viento), el cual empieza a tener conciencia, reflexionando sobre la realidad del mundo; el hombre científico (que simboliza el agua), el cual analiza los fenómenos, los objetos, penetrando con su razón en sus esencias. Finalmente el hombre de fuego que debería simbolizar a Prometeo, el que rebelándose a los dioses entregó a los hombres la chispa del fuego, la cual representa al mismo tiempo la razón y la libertad. Así el hombre, ya libre, crea las artes en su constante lucha de superación; el hombre hecho fuego de pasiones, de anhelos de conquistas, pero sobre todo dueño de su vida, de su destino y de sus decisiones.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Trata de mujeres y trabajo sexual: ¿abolición o reglamentación?

 Según Fondation Scelles, más de 40 millones de personas son prostituidas globalmente; la ONU estima que la cifra de las víctimas de trata, a nivel mundial, es de 2 millones y medio de personas, de las cuales un 85% es destinado a la explotación sexual.
Según un informe de 2006 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el 87 % de las víctimas de trata eran destinadas a la explotación sexual. Algunas feministas denuncian que la trata se está convirtiendo en el principal modo de abastecimiento para la industria global del sexo, proveyendo de mujeres forzadas a “trabajar por deudas” en la prostitución callejera o prostíbulos, en clubes de strippers, en la pornografía, etc.
Pero mientras esto sucede –convirtiendo en cada vez más minoritario al grupo de mujeres que se prostituyen sin ser explotadas por un proxeneta–, la Organización Internacional del Trabajo, grandes organizaciones internacionales por los derechos civiles y distintos Estados, impulsan la sindicalización de las mujeres en situación de prostitución. En el feminismo, la brutal contradicción entre la proliferación de las redes de trata, la creciente cifra de mujeres desaparecidas y/o secuestradas y, por otro lado, la fuerte presión internacional para la legalización de la prostitución, encendieron nuevamente el acallado debate entre abolicionistas y regulacionistas del siglo XIX.
Un extenso debate –imposible de abordar en este espacio-, en el que el regulacionismo propone que el Estado legalice la prostitución y, por lo tanto, se reglamente la instalación de prostíbulos, las formas de explotación de las mujeres, los controles sanitarios y, por otro lado, el abolicionismo, que considera a la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres, combate el proxenetismo y lucha por desterrarlo. Este debate, actualmente, se expresa como una tendencia que aboga por la consideración de la prostitución como trabajo y, por tanto, su encuadramiento como cualquier otro oficio, con derecho a sindicalización y, por otro lado, una corriente que considera posible que la sociedad desestime el consumo de prostitución –lo que conduciría a su desaparición–, mediante el reforzamiento del poder punitivo del Estado vuelto contra el cliente8.
Las primeras discuten a las abolicionistas que los daños que ocasiona la estimagtización social de la prostitución es más dañino que lo que las segundas quieren encontrar como las consecuencias psíquicas gravosas de su ejercicio. Las segundas discuten a las regulacionistas cuál es la delgada línea que separa al sindicato de una organización para proteger los derechos de las mujeres de una nueva organización proxeneta. Sin embargo, tanto unas como otras ponen, en el mismo Estado capitalista que legitima y reproduce la milenaria opresión de las mujeres, la responsabilidad de regular la vida de las prostitutas o la responsabilidad de castigar a sus consumidores.
Lejos de todo moralismo, reconocemos que la prostitución es inseparable de las sociedades de clase y, por lo tanto, es inseparable del capitalismo. Pero reconocer que sólo acabando con todas las formas de explotación y opresión, podremos acabar con la prostitución, no es razón para no defender los derechos de las personas en esta situación –entre quienes las mujeres son mayoría absoluta–, a su autoorganización, exenta de la injerencia de proxenetas (sean fiolos o empresarios) y del Estado (sea regulacionista o punitivo). Combatimos la estigmatización, la persecución y marginación social, al tiempo que denunciamos y enfrentamos la represión policial de la prostitución. Denunciamos la complicidad de las fuerzas represivas del Estado, sus funcionarios políticos, la justicia y poderosos empresarios en el funcionamiento y la impunidad con la que operan las redes de trata. Contra la utopía abolicionista, acompañamos y promovemos la lucha por exigir al Estado capitalista y sus gobiernos la garantía de un trabajo digno, acceso a la salud, la educación, la vivienda y un salario que cubra las necesidades básicas de las personas. Pero lo hacemos con la mirada puesta en una sociedad donde abunden las horas para el ocio y la insatisfacción de las más primarias necesidades sea un vago recuerdo de la prehistoria humana.
1. Aunque no deja de ser sugestivo que, también hoy nos encontramos con mujeres que son secuestradas y explotadas sexualmente, como sucedía con las esclavas en los antiguos imperios –que eran raptadas y arrancadas de sus tierras nativas para ser ofrecidas al servicio sexual de los dignatarios vencedores.
2. F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Buenos Aires, Claridad, 1941.
3. Íd.
4. Una investigación de la época muestra que más del 90% de las mujeres detenidas por ejercicio de la prostitución en la prisión de Millbank eran hijas de obreros, mientras las madres de más de la mitad de ellas, habían sido sirvientas, vendedoras ambulantes o lavanderas. Otros estudios exponen de qué manera aumenta el número de mujeres dedicadas a la prostitución, al tiempo que aumenta la incorporación de mujeres como obreras en las distintas ramas industriales y el comercio. Citado por J. Walkowitz en Prostitution and Victorian Society, Cambridge, Cambridge University Press, 1980.
5. A. Bebel, La mujer y el socialismo, La Habana, Editorial de las Ciencias Sociales, 1979.
6. Sheila Jeffreys, La industria de la vagina. La economía política de la comercializaci.ón global del sexo, Barcelona, Paidós, 2011.
7. Íd.
8. Una de las campañas globales más destacada es la que toma como slogan “Sin clientes no hay trata”.

Andrea D‘Atri
 IDZ
Número 7, marzo 2014.

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